La carrera de Kathryn Bigelow es breve y discontinua. Sus películas se distancian como mínimo de tres a cinco años. Y sin embargo, un repaso a su filmografía nos permite comprender cuál y cómo ha sido su proceso de aprendizaje. Desde el cine de acción rodado con pericia, como demostró en Le llaman Bodhi –ya saben, la de Patrick Swayze y Keanu Reeves– y Días extraños, hasta un cine que, sin renunciar a la acción, ha basado su argumento en la tensión entre los protagonistas y sus miedos –K-19, En tierra hostil–, lo que ha derivado y debido a su último trabajo en una descripción escueta, vibrante y realista de los sucesos que llevaron hasta la captura del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden.
No esconde cuál es el detonante y las motivaciones de su protagonista al arrancar la película con multitud de sonidos extraídos de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Como tampoco lo esconde al pasar de esa imagen a una en la que un confidente y miembro de Al Qaeda es torturado de forma insistente por otro de los protagonistas, un joven pero experimentado agente de la CIA. Y tampoco en ese final en el que no todo es tan limpio y tan elegante como en el cine maniqueista de acción de Hollywood. Sólo por eso, Bigelow se ha ganado un hueco entre los narradores capaces de condensar una historia real en una película y conseguir al mismo tiempo que la propia película trascienda dentro de la historia. Una especie de cine metahistórico contemporáneo.
El metódico guión elaborado por el escritor y periodista Mark Boal –En tierra hostil, En el valle de Elah– a través de una serie de entrevistas con varios de los protagonistas reales de los hechos, permite comprobar como el cine es guión y el guión es montaje, y entre ambos se decide qué se necesita contar y qué no para poder resumir con inteligencia diez años de búsqueda.
Un trabajo que se sustenta en la presencia y en la disciplina de su protagonista, una agente obsesionada con dar caza a Bin Laden y que hace de esta persecución su medio de vida durante diez años. Trabajo interpretado de forma soberbia, por Jessica Chastain, actriz a la que también disfrutamos en El árbol de la vida y La deuda.
Una película necesaria contada de forma intensa e interesante que nos demuestra cómo una historia real se puede condensar en cine de investigación.
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