Es una costumbre del cine repetir una y otra vez las películas pensando que, tal vez, las nuevas generaciones necesiten conocer –de nuevo– los mitos con los que sus padres han disfrutado –en ocasiones padecido– en las salas de cine. Esta semana le toca el turno al Juez Dredd, personaje que ha perdido por el camino el Juez, y que en realidad se trata más bien de una reactualización del cómic, esta vez, como no, en tres dimensiones.
Hace 17 años, un Sylvester Stallone en plenitud de facultades, convertido en ídolo vigoréxico del cine de acción deleitaba a sus fans –entre los que no me encuentro– dando vida a un inapelable, escueto y e hiperviolento Juez Dredd. Los productores –y seguramente el propio Stallone– optaron por traicionar al mito haciendo que su personaje apareciese durante casi toda la película sin el pertinente casco de Juez. La razón: sería imperdonable no ver la cara de la estrella que ha cobrado 15 millones de dólares por aparecer en la superproducción (curiosamente, el mismo salario como actor que ha percibido en Los Mercenarios 2).
Esta vez, los productores, el guionista, Alex Garland, y el director, Pete Travis, han optado por ceñirse mucho más al cómic original, ubicando su relato en un apocalíptico futuro ciberpunk en el que un grupo de malos, comandados por Lena Hadey (Juego de Tronos), se encarga de distribuir por toda la ciudad una droga que consigue ralentizar el tiempo.
Esta vez Karl Urban –al que hemos visto en El mito de Bourne y en El señor de los anillos, casi siempre de secundario–, libre de los enconsertamientos de Stallone, no ha puesto pegas a mantenerse fiel al personaje y de ese modo su personaje no se quita el casco ni una sola vez: algo que no le impide mostrar una evolución del personaje, que a su pesar, se volverá más humano pero sin necesidad de perder todas sus cualidades violentas que le permitan salir airoso de la hazaña.
La acción está bien dirigida y, aunque los personajes resultan algo planos y arquetípicos, la historia es lo que es: una película de acción, con muchos tiros, muchas balas y que no deja resquicio para la respiración.
Sin ser una gran producción –se nota el talento de los creadores de espacios virtuales–, este Dredd permite un acercamiento más fiel para aquellos que desconocen el cómic del impasible juez del mentón y, probablemente, dejé a sus fans un poco más satisfechos.
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