Nuevo intento de recuperar la fuerza y, sobre todo, el impacto que en su momento supuso 300, hace ya cinco años, por parte de Gianni Nunnari y Mark Canton, los mismos productores de la exitosa y sanguinaria adaptación del cómic de Frank Miller.
Esta vez se trata de un guión original de los hermanos Vlas y Charley Parlapánides, estadounidenses de origen griego, que consiguieron convencer a los productores justamente tras el estreno de su anterior epopeya clásica. Immortals juega continuamente con la mitología griega, utilizando –casi siempre a su antojo– a personajes como Zeus, Atenea, Poseidón, Fedra, Teseo e Hiperión, protagonistas de esta aventura.
El indio Tarsem Singh, que ya nos había aburrido con un puñado de ensoñaciones digitales perfectamente fotografiadas en La celda, se ha hecho cargo de la dirección. Su mano se nota visiblemente en la composición de planos y en una fotografía que intenta componer –de nuevo, como en La Celda– e imitar retablos renacentistas de Rafael, o de neoclásicos franceses como Jacques-Louis David en composiciones tan famosas como El rapto de las Sabinas. Con este estilo, una vez más, lo que único que el director ha consumado ha sido el encubrimiento y la carestía en la creación de personajes interesantes, duales y empáticos. Sólo la brutalidad, la vileza y un inestimable temperamento sangriento consiguen salvar por momentos a Hyperión, el único personaje de verdad con el que nos encontramos en Immortals, a quien justamente da vida un inesperado Mickey Rourke. En sus espaldas, y en a las de John Hurt –alter ego de Zeus en la tierra–, recae lo mejor y más interesante de esta aventura de sesgos mitológicos. De su protagonista, Henry Cavill –el nuevo Superman en El hombre de acero– poco podemos mencionar ya que su personaje, aunque evoluciona de escéptico a creyente, apenas encuentra espacio para demostrar sus cualidades.
Sí acierta en cambio Immortals en recoger la espada de 300 al conseguir que todos sus efectos resulten convincentes y perfectamente enmarcados en un mundo griego sujeto a los instintos de los dioses. Nada que ver, por tanto, con aquel frustrante intento llamado Furia de Titanes que el año pasado visitó nuestra cartelera. Aquí, el detalle y el diseño de producción –lo que mejor sabe hacer Tarsem Singh, que estos días retoca detalles de la nueva versión de Blancanieves– están tratados con mimo; y el 3-D, aunque no mejora, tampoco molesta en una película abundante en acción, en la que se repiten casi los mismos tics y las manías – luchas con espadas, descabezamientos, salpicaduras de sangre, torsos desnudos y cámaras ralentizadas– que en su predecesora e inspiradora.
+ Info.
No hay comentarios:
Publicar un comentario