En un año tan prolijo en biopics, sumamos esta aproximación a la figura del que fuera creador del FBI, J. Edgar Hoover, proyecto sobre la que planeaba una gran expectación. No sólo por tratarse de una figura tan emblemáticamente conocida, sino porque la presencia de Clint Eastwood como director y de Leonardo DiCaprio de protagonista. Con semejantes y tan contundentes armas son muchas las expectativas y las esperanzas que la Warner tenía –y tiene– en el proyecto, algo que en Hollywood se suele traducir en ingentes cantidades de dólares para producción y promoción.
Hay sin duda destellos –muchos– de gran cine, de una soberbia puesta en escena, en su mayoría sobria, elegante, sin pretensiones, casi desnuda, permitiendo que el actor sea el centro de atención y que toda la secuencia sirva para mostrar al personaje, a ese Edgar ambicioso, maniático, solitario, pero sobre todo intensamente tenaz. Así es el protagonista que nos muestra Clint Eastwood en este acercamiento en el que nos resume algunos de los momentos más importantes de su vida, hurgando y saltando –el uso de los flashbacks aunque comprensible, resulta excesivo– del pasado al presente. El guión –obra de Dustin Lance Black–, complejo, intenso e interesante se mantiene durante casi dos horas y media en el perfil único de su protagonista, sin tiempo apenas para contar otras vidas u otras tramas que puedan despistar pero que quizá hubiesen conseguido entrever mucho más que su velada homosexualidad, momento intenso sobre el gira buena parte del relato.
Habrá quien vea similitudes entre este J. Edgar y La Dama de Hierro, pero lo cierto es que a parte de ser ambos biopics basados en una estructura narrativa que combina pasado y presente, en el de Eastwood las zonas grises y las sombras forman parte del relato, dejando en entredicho muchas de las hazañas de ese supuesto héroe promotor y creador del FBI. Algo que se ha evitado por completo en la Tatcher de Phyllida Lloyd y que le confiere a ésta cierto toque de incredulidad documental.
Dejando al margen la presencia de un maquillaje acartonado por momentos y nada acertado en algunos personajes –Josh Hamilton que interpreta a Robert Irwin, el amigo de Edgar, por ejemplo–, Edgar es todo DiCaprio: un DiCaprio adulto, maduro y a quien las lecciones aprendidas en El aviador de Scorsese le han permitido resolver con notable alto la experiencia de dar vida a tan renombrado personaje.
No estamos ante un Gran Torino, al menos no en esencia, pero la dinámica del equipo de Eastwood sigue funcionando bien, y su base, el guión y las interpretaciones –además de DiCaprio destacan Judi Dench, Naomi Watts y Jeffrey Donovan– ofrecen otro gran trabajo cinematográfico que merece la pena tener en cuenta con o sin Oscar.
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