La primera pregunta que surge es por qué después de más de una docena de adaptaciones al cine, más otras tantas para la televisión, en Hollywood siguen apostando por repetir la experiencia de convertir de nuevo el relato de la mayor de las hermanas Brontë en una película con un más que discreto presupuesto. La respuesta, al menos en esta ocasión, está en el resultado: un relato cinematográfico excepcionalmente emocionante y dramático, capaz, como mínimo, de igualar las palabras de la novela de de Charlotte Brontë gracias a un insuperable guión singularmente estructurado, con una espléndida fotografía y con el ejemplar trabajo de sus intérpretes. Que es lo que sucede con esta adaptación de Jane Eyre sorprendentemente bien dirigida por Cary Joji Fukunaga. El nombre –por si no les suena, tomen buena nota porque apunta maneras– corresponde a un joven cineasta californiano –35 años–, de padre japonés y madre sueca, que habla español medianamente bien y que tan sólo ha dirigido dos largometrajes en su –prometedora y corta– carrera.
Su Jane Eyre, estrenada en España dentro de la sección Panorama del reciente Festival de Sitges, es visceral, apasionada y empática. Lo es, por el guión de Moira Buffini –suya es también la adaptación del cómic Tamara Drewe al cine– y lo es también por el estilo, el ritmo y una fotografía –no en vano Fukunaga ya había demostrado su talento como director de fotografía en un puñado de cortos– profundamente emocional, evocadora, realista y mágica al mismo tiempo, que nos traslada directamente al espíritu de la novela. Es quizá ese riesgo en su planteamiento y al mismo tiempo la humildad con la que nos lo presenta lo que ha permitido contar una historia de amor en un relato apasionante y conseguir que olvidemos que estamos ante una película de época, sin perder por ello ni un ápice de autenticidad.
El respaldo del guión y de la escenografía no sería nada sin la presencia de sus dos intérpretes, Michael Fassbender y Mia Wassikowska. Ambos actores de moda –a él le podemos ver en Un método peligroso, y a ella en Restless, estrenada esta misma semana–, demuestran que no han llegado hasta aquí por casualidad y que ambos tienen recursos y talento como para sostener a personajes tan complejos y viscerales como Eduard Rochester y Jane Eyre.
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