El cine europeo aprende rápido de su homólogo hollywodiense y poco a poco comienza a deglutir iconos políticos para tamizarlos y presentarlos en la gran pantalla. Pasó con The Queen dónde, de soslayo pero con contundencia, se analizaba también al Primer Ministro Tony Blair, y ha pasado con los presidentes franceses, François Miterrand, Jacques Chirac y recientemente con Nicolas Sarkozy. No sorprende que la cineasta Phyllida Lloyd –Mamma mia!– se hay fijado en una mujer de semejante talante y trayectoria, tal vez uno de los personajes políticos más importantes del pasado siglo: la que fuera Primera Ministra británica, Margaret Thatcher.
Polémicas a un lado sobre la excesiva benevolencia con la que aparece reflejado el personaje, todo lo que tiene de bueno La Dama de Hierro se lo debe a Meryl Streep. A ella y a su inspiración: no hay película más allá del personaje. Ni tampoco parecían pretenderlo sus productores. Por eso este proyecto es mucho más humilde que prepotente. No es un biopic, pero tampoco deja de serlo. Y quienes no hayan conocido, televisivamente hablando, al personaje podrán crearse una imagen bastante acertada de cómo fue o, como mínimo, cómo pudo llegar a ser.
Aby Morgan –guionista y responsable de la interesante serie The Hour–, y Phyllida Lloyd, la directora, han demostrado en La Dama de Hierro una gran destreza para estructurar los momentos más importantes de su vida y conjugarlos con los recuerdos sentimentales y privados de una Thatcher ya anciana, aprisionada por la visión de su marido muerto, pero perfectamente lúcida en sus expresiones y pensamientos. Streep ha recogido buena parte de su espíritu, sus tics, sus miradas y su energía para dejarse la piel frente a la cámara y conseguir algo a lo que ya nos tiene malacostumbrados: otra lección de interpretación cuyo destino irrefrenable parece ser el Globo y el Oscar. Las dudas sobre si conseguirá o no su tercer Oscar las podremos despejar la madrugada del 27 de febrero de 2012.
+ Info.
No hay comentarios:
Publicar un comentario