Los muñecos creados por Jim Henson hace ya más de treinta y cinco años, regresan al cine por séptima vez para intentar rememorar tiempos pasados y recordar que una vez hubo un programa inteligente, ácido, entretenido y sumamente divertido llamado The Muppets Show y al que en España se le bautizó como El Show de los Teleñecos. Las creaciones de Jim Henson han divertido, como mínimo, a dos generaciones que seguramente recibirán con nostalgia esta nueva inmersión de los Muppets en el mundo del cine.
Para poner en marcha de nuevo la maquinaria Henson, los productores han puesto su mirada en algunas de las comedias de culto recientes: del guión se han encargado Nicholas Stoller y Jason Segel, este último protagonista de la archiconocida Cómo conocí a vuestra madre, y para dirigirla han contratado a James Bobin, una de las mentes que se esconden tras series como Da Ali G Show o Flight of the Concords. Y por supuesto, entre sus protagonistas además de los Muppets, el propio Jason Segel, Amy Adams y Rashida Jones, protagonista esta última de Parks and Recreation. Un equipo funcional para poner en marcha de nuevo una franquicia que no asomaba por la pantalla grande desde 1999.
Más allá del recuerdo y la nostalgia, es evidente que el humor de los Muppets no ha envejecido todo lo bien que a muchos –entre ellos sus productores– les gustaría. Y es que, más que el guión, lo que resulta complicado es conseguir un punto de empatía con unos muñecos a los que más que los años, les pesa la movilidad y la posibilidad de enfrentarse a actores reales y escenarios complicados en un mundo que va mucho más allá de la televisión. Ni la presencia de Jason Segel como guionista consigue consolidar una historia que transmita interés o intriga, más allá de lo que supone disfrutar de las bromas de Gonzo –casi ausentes en el filme– o de las burradas de Animal, el batería más loco de la orquesta. Falla también el villano, interpretado con ciertos maniqueísmos y poca entereza por un Chris Cooper que mejores momentos nos ha dado.
Aún así, en un mundo dominado por la animación digital –mucha ya en 3-D– no podemos barrer de un plumazo a este grupo de marionetas locas que tan buenos ratos nos han hecho pasar en la televisión, un medio en el que parecían moverse mucho mejor que en el del cine. Y por eso, es muy probable que sus fans, que son muchos, sigan deleitándose con las fanfarronadas de Fozzie y Gonzo, con la exhuberancia y pomposidad de Peggy y con las sensatas disertaciones de Kermit.
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