Es inherente al ser humano ambicionar lo que no tiene. Por ejemplo, si tienes una bella esposa, tres hijos hermosos, una carrera fulgurante como abogado de una prestigiosa firma con una sexy ayudante, lo más probable es que en realidad, lo que desees es ser un soltero modelo peter pan, beber y comer todo lo que te dé la gana, no dar un palo al agua y tirarte a la primera chica que se te ponga a tiro después de haber disfrutado de un buen partido de béisbol. De forma resumida esto es lo que les sucede a los protagonistas de El cambiazo –traducido, por una vez, de forma correcta a partir de The Change-Up–, comedia con pretensiones gamberras pergeñada por los guionistas de Resacón en Las Vegas y su secuela.
Nada nuevo bajo el sol, pues este intercambio de cuerpos y personalidades ya nos lo ha mostrado el cine hasta la saciedad. Con lo cual, El cambiazo resulta previsible de principio a fin. Si algo hace soportable este producto de Scott More y John Lucas, dirigido por David Dobkin –Los rebeldes de Shanghai, De boda en boda y Cuestión de pelotas–, es la presencia de un actor especialmente dotado para la comedia, Jason Bateman, y aquellos gags en los que guionistas y director han apostado de verdad por su vena más gamberra. En el resto, la película no termina por apostar de forma decidida y radical por la comedia, desprendiendo un cierto tufillo a mensaje y moralina –no desees a la vecina del quinto y confórmate con tu esposa y tus hijos– , que termina por enterrar los momentos –pocos– de slapstick con los que arranca el filme.
Salvada, en algunos momentos, por el trabajo de sus actores, además de Bateman también es digno el trabajo de Ryan Reynolds y la mirada arrasadora de Olivia Wilde, El cambiazo entra dentro de ese paquete de comedias absurdas que recaudarán una más que respetable taquilla, pero que a penas dejarán el más mínimo rastro, ni en nuestra conciencia, ni en nuestro corazón.
+ Info.
No hay comentarios:
Publicar un comentario