Daniel Stamm, joven director aleman afincado en Hollywood con tan sólo un, brillante, largometraje en su currículum –A Necesary Death–, ha querido construir El último exorcismo al modo de un falso documental que sigue las peripecias de Marcus Cotton (Patrick Fabian), un peculiar predicador y exorcista recién imbuido en una singular crisis de fe –que nos recuerda sospechosamente al icono del género–. Cotton pretende desvelar las técnicas fraudulentas que existen tras el denominado “negocio del exorcismo” y para ello viaja, junto con un equipo de cámara y sonido, hasta la Lousiana rural donde un granjero, convencido de que su hija adolescente Nell (Ashley Bell) está poseída por un demonio, solicita sus servicios.
Stamm mantiene el pulso narrativo y la tensión durante más de una hora. Pero llegado ese momento comenzamos a ver que tras ese cinema verité en el que se esconde su discurso, no parece haber mucho más. Quizá por eso el giro de guión que nos depara en sus últimos minutos suena más a parche o a tirita que a sorpresa final. Un buen intento de aproximación a nuestro Rec o a Actividad Paranormal, que por desgracia para los amantes del género se queda a mitad de camino.
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