Segunda película en un margen de unas semanas en las que se repiten papeles: un actor francés, que intenta labrarse también su carrera como director. Este el caso de Guillaume Canet al que en España recordamos sobre todo por su trabajo en La playa (2000) de Danny Boyle y en el Vidocq (2001) de Pitof. Pero al igual su compatriota Mathieu Amalric que acaba de estrenar la recomendable Tournée, Canet cuenta ya con varios cortos y tres largos, currículum suficiente para seguirle la pista como cineasta.
Es la primera vez que el actor, director y guionista, prefiere quedarse únicamente tras la cámara para de esa forma controlar mejor lo que le interesa contar. Porque Pequeñas mentiras sin importancia –Les petits mouchoirs si lo prefieren bajo su título original– es un extenso retrato coral en el que lo importante es el trabajo del actor. La cámara de Canet se acerca para ofrecernos casi siempre primeros planos en los que distinguir el dolor, la alegría, la ternura, la bondad y la mentira a las que se someten sus protagonistas.
La película radiografía la vida de este grupo de inseparables amigos a partir del accidente que sufre uno de ellos. A partir de ese momento, el del accidente, Canet nos muestra a esa pandilla cortada por el patrón de Los amigos de Peter a la francesa, y con ella un amplio abanico de comportamientos arquetípicos perfectamente reconocibles, cuyo temática, como explica su título, gira en torno a las pequeñas mentiras con las que nos movemos a diario y que terminan construyendo un muro en nuestros sentimientos. Podríamos decir que el director reinventa la crisis de los cuarenta, aunque sus personajes oscilan entre los treinta y se aproximan peligrosamente a los cincuenta.
La única pega que cabe ponerle al trabajo de Canet es su excesivo metraje debido, en parte, a que muchas de sus secuencias se dilatan más de lo que el espectador está dispuesto a soportar. Todo eso sí, en beneficio del trabajo de unos actores consolidados que nos ofrecen lo mejor de su repertorio, y entre los que destacan por méritos propios François Cluzet y Marion Cotillard.
En Francia Pequeñas mentiras sin importancia ha conseguido un enorme éxito de taquilla, algo que en España será más difícil de alcanzar, primero porque el cine francés no suele funcionar excepcionalmente bien y segundo por la insuficiente cantidad de copias con las que, previsiblemente, se estrenará.
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