Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que Zhang Yimou nos emocionaba con películas tan intensas como Sorgo Rojo, Semilla de Crisantemo y sobre todo, Linterna Roja –producidas todas entre 1988 y 1991–, o incluso diez años después con El camino a casa. Tan lejos, que de aquel incipiente joven que luchaba con rudimentarios instrumentos cinematográficos contra el duro régimen comunista no queda prácticamente nada: veinte años más tarde, Zhan Yimou se ha convertido en el niño mimado y adoptado, o lo que es lo mismo, en el cineasta favorito del régimen. La prueba: la carta blanca recibida para organizar unos espectaculares y brillantes juegos olímpicos de Pekín en 2008.
A partir de Hero, su cine se decanta de forma paulatina por un estilo visualmente deslumbrante que deja entre bastidores la profundidad del guión y de los personajes. La película que aquí nos ocupa, y de la que omitiré el título por razones obvias, no deja de ser un producto de consumo rápido en el que su director ni siquiera ha echado mano del efectismo y la épica de producciones anteriores como La casa de las dagas voladoras o La maldición de la flor dorada. Como tampoco sirve de acicate el intento, bienintencionado eso sí, de adaptar la brillante y genial ópera prima de los hermanos Coen, Sangre fácil. Todo lo que pueda destacar de esta inusual adaptación tiene su origen en el guión de Joel y Ethan Coen. El resto, una retahíla de personajes ambiciosos unos, enamorados otros, no supone más que un devenir de un relato que pocas o casi ninguna expectativas despierta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario