Sobre el casting de la película cuenta el propio director que hasta tres semanas antes de comenzar el rodaje no tenía claro quién iba a ser su protagonista, lo que finalmente le obligó también a ponerse frente a la cámara. El resultado es un relato sobre las andanzas de Joachim Zand, un productor de televisión que regresa a Francia acompañado de una troupe de strepeers que, con el nombre de New Burlesque, recorre clubs nocturnos y bares de carretera, buscando el escenario idóneo que permita a sus chicas mostrar todo su talento.
La mirada que Amarlic ofrece del grupo es ingenua y condescendiente, pero también directa y franca. Casi todas las secuencias revelan momentos de verdad a los que sólo un documentalista -si fuera el caso- habría podido tener acceso dejando la cámara escondida en una esquina para, de esa forma, no perturbar el trabajo de sus actrices. El relato, adornado con una variedad de números musicales, rodados en directo y con un exquisito sentido cinematográfico, profundiza en los temores de sus protagonistas, y aunque su espectáculo invoque la parte lúdica, sexy y vital de nuestra existencia, tras esa fachada se esconde el dolor y la tristeza que albergan sus personajes, comenzando por los intentos frustrados del propio director de la tournée de este burlesque por encontrar un lugar mejor para sus artistas.
Tournée encandiló al jurado y a la crítica del pasado festival de Cannes, y eso le permitió a Mathieu Amarlic llevarse dos de los premios más codiciados: el de Mejor Director y el Fipresci, Premio de la Crítica Cinematográfica. Por eso y por su evidente calidad merece la pena dedicarle dos horas de nuestra vida.
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