El 8 de diciembre de 1980 un loco mataba a tiros, a la puerta de su casa en el edificio Dakota de Nueva York, a uno de los mejores músicos de nuestra era, convertido ya en auténtico icono del movimiento pacifista. La muerte de John Lennon, además de arrebatarnos su presencia, su música y sus ideas, dejaba sin cerrar algunas parte importantes de su vida.
La directora Sam Taylor-Wood ha intentando darle respuesta, de forma parcial, adaptando la biografía de una de las hermanas de Lennon, Julia Baird, para debutar en el mundo del largometraje con un resultado desigual. Nowhere boy no es estrictamente un biopic, por mucho que se insista, ya que se limita a resumir una parte de los años adolescentes del Beatle. Su intención es recorrer, casi en forma de anecdotario, algunos de los momentos fundamentales de su vida: el descubrimiento de la guitarra, su enfermiza admiración por Elvis Presley, sus gustos musicales compartidos con su madre, etc. Y al mismo tiempo profundizar en las carencias paterno-filiales, ya que como muy bien documenta la película, Lennon pasó una gran parte de su infancia y adolescencia en casa de su tía Mimi. No vamos a desvelar uno de los aspectos sobre los que intenta dar luz la película –algo accesibel en libros y cientos de páginas de Internet– y que termina lastrando su ritmo. Quizá si el guión hubiese evitado ese intento desesperado por ajustarse milimetricamente a los hechos, Nowhere boy habría sido más fiel al espíritu del cantante. Es el pecado de muchas adaptaciones que terminan en tierra de nadie, quizá porque como se ha dicho tantas veces, para ser fiel a su espíritu hay quer ser infiel a la novela.
Sam Taylor-Wood cuenta con la ventaja de haber trabajado con dos grandes actrices: Anne-Marie Duff, y Kristin Scott Thomas en sus respectivos trabajos de madre y tía de John. Muy distinto es el trabajo de Aaron Johnson, actor que da vida a un Lennon un tanto excedido en tamaño, altura y peso, dados sus escasos quince años, algo que contrasta con la figura de un Paul McCartney representado por un escuálido Thomas Brodie-Sang. Pese a ese handicap –Johnson tiene ya 20 añitos–, consigue cierto punto de emoción y credibilidad a partir de su actitud chulesca y musical.
En su conjunto Nowhere Boy aporta más bien poco a la figura del músico, aunque sirve como apunte histórico para que no olvidemos a uno de los mejores grupos de la historia de la música.
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