¡Qué dilema! sigue los dictados de la comedia comercial americana, es decir ese perfil de películas en las que sus protagonistas son actores cultivados y sobradamente conocidos dentro de dicho género, y con historias casi siempre cercanas a las relaciones de pareja, pero cuyos contenidos suelen resultar inocuos para el gran público, entre otras razones porque su final es más previsible que el Titanic.
El punto de partida –Ronny descubre que la esposa de su mejor amigo Nick se la está pegando con un jovencito– tiene un origen similar al de la francesa Pequeñas mentiras sin importancia. Pero mientras en ésta última las mentiras más que importantes resultan reveladoras, en la que nos ocupa, el juego de secretos funciona como comedia de enredo a medio gas y con escaso interés.
¡Qué dilema! padece el mismo virus que coetáneas como Carta blanca, que no es otro que la ausencia de riesgo. Es decir, apostar un poco por el drama y quedarse a medio camino de la auténtica comedia gamberra. Y lo frustrante es que teniendo elementos para ello –actores como Vince Vaughn, Kevin James, Winona Ryder, Jennifer Connelly o una interesante, aunque previsible, trama de cuernos– su director, Ron Howard, ha optado por el camino fácil, el de no complicarse la vida y ofrecer un espectáculo blanco que interese lo justo, pero sin perturbar la mente del espectador. No podemos pedirle genialidades tampoco a un director acostumbrado a mostrarnos la cara dulce de la vida y que apenas aportó nada en sus previsibles adaptaciones de El Código da Vinci y su secuela Ángeles y demonios. Aunque en su defensa podemos decir que esta incursión en la comedia de enredo le ha permitido llevarse un buen tajo de la taquilla USA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario