domingo, 3 de julio de 2011

"Un cuento chino", comedia dramática de la buena

Ricardo Darín es capaz de dar dimensión de gran obra a cualquier película siempre que el guión le permita un personaje sólido, mínimamente interesante y bien aliñado. Y en Un cuento chino tiene de sobra. Es un tipo huraño, un ermitaño bueno y sensible, bastante gruñón pero también honesto y valiente, sumamente valiente. Sólo por eso merece la pena gastarse el dinero de una entrada.

A Darín lo que es de Darín y al cine argentino, por supuesto, agradecerle la habilidad para convertir la anécdota en cuento universal. Porque aquí –como reza el título– se trata de un cuento estructurado a partir de la tragedia de dos hombres, dos hombres distintos, distantes –en las antípodas físicas y culturales, Argentina versus China–, y sin embargo unidos por el dolor que produce en el alma la ausencia. Pero el destino les ha unido cual extraña pareja y, quizá, esa sea su salvación. Roberto (Darín) ayudará a Jun (Ignacio Huang) a encontrar a su familia perdida, mientras, Jun, sin pretenderlo encenderá los rescoldos del amor que encierra Roberto en su interior, y que le impide abrir su corazón hacia Mari (Muriel Santa Ana).

Escrita y dirigida por Sebastián Borensztein, la historia parte de un hecho casual y fortuito –recomendable quedarse hasta el final de la película para entenderlo– que será el que cruce las vidas de los dos protagonistas. A partir de ahí, el cuento se transformará en un historia real, a través de la cual los personajes nos enseñarán cuáles son las cosas que realmente importan. Borensztein saca muy buen partido jugando y mezclando drama con un finísimo humor gris oscuro, que convierten a Un cuento chino en una sensible, tierna y entretenida tercera película.

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