En 2008 los autores, novelistas y guionistas Óskar Jónasson y Arnaldur Indriðason escribieron Reykjavik-Rotterdam. Utilizando un estilo muy próximo, visual y estéticamente hablando, al del británico Paul Greengrass en su serie de películas sobre el agente Jason Bourne, el resultado fue un solvente, atractivo e intrigante thriller negro, con un trama que giraba en torno a un personaje redimido, pero cuyo destino le lanzaba de nuevo en las fauces de un grupo de gansters ambiciosos y amorales dedicados al contrabando entre Holanda e Islandia.
Con la intención de repetir éxito y experiencia, uno de los protagonistas de la misma y también productor, Baltasar Kormákur, se ha hecho cargo de este remake rodado en inglés y con la estrella Mark Whalberg como protagonista. Aunque los productores de esta versión insistan en que Kormákur ha querido dar su visión modificando la historia, la realidad es que su trabajo ha consistido, básicamente, en mimetizar guión, logros y hallazgos de la original para rodarlos con un presupuesto mucho más holgado y el presumible pedigrí internacional que supone contar una estrella de Hollywood.
Cómo suele suceder en las versiones realizadas por Hollywood de taquillazas europeos, Contraband no tiene nada de original, al menos para quien haya visto Reykjavik-Rotterdam. Para el resto supondrá un entretenimiento, un producto para pasar el rato con tiros, persecuciones, algo de tensión –más bien poca– y la presencia del ya mencionado Mark Whalberg, de unos desaprovechados Diego Luna y Kate Beckinsale y de un excesivo y estereotipadísimo Giovanni Ribisi.
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