Hay en este sexto largometraje de Iciar Bollain una predisposición hacia la emotividad, y por ende hacia la lágrima. La culpable, entre comillas, es su protagonista, Verónica Echegui, actriz que sin quererlo transmite dosis exacerbadas de empatía. Con su elección, Bollain ya tiene medio camino hecho metiéndose al espectador en bolsillo merced a la bondad –y la empatía– que transmite su personaje central.
Basada en una historia real, Katmandú, un espejo en el cielo, construye su relato en torno a su protagonista, Laia, una idealista profesora catalana que viaja hasta Nepal para construir en la capital, Katmandú, una escuela pública para los niños más pobres. Un viaje que se convierte también en una exploración interior en el que Laia terminará descubriendo el amor de forma inesperada, la amistad y sobre todo la frustración de luchar contra la realidad de un país, de una situación –la pobreza, la desigualdad y la desidia de las autoridades sobre un inexistente sistema educativo– que apenas ofrece salidas. A pesar de lo bienintencionado de la historia, el guión –escrito a medias con su pareja, Paul Laverty, asiduo colaborador del cineasta británico Ken Loach– apenas ofrece respiros emocionales que no estén relacionados con el dolor o el sacrificio: no hay momentos de comedia y la felicidad se nos proporciona en dosis tan reducidas que una vez finalizada la proyección, apenas conseguimos recordar. Al final, todo ese sufrimiento termina por inmunizar y distanciar a un espectador saturado en explicaciones visuales sobre la lucha y la frustración.
A Iciar Bollain, en cambio, hay que agradecerle su compromiso a la hora de hacer cine sin pensar en la comercialidad de sus historias, basando sus elecciones en su instinto emocional. Eso conlleva un enorme riesgo, que suele suplir con la presencia de actores capaces de dotar a sus historias de una profunda empatía, como ya hemos avanzado. Verónica Echégui es sin duda lo mejor del filme: su capacidad de emocionar, la profundidad de su mirada, de sus ojos, su infinita ternura, hacen que muchos pensemos que estamos ante una de las mejores actrices españolas del momento.
Igual de encomiable es la decisión de su directora de viajar hasta el otro lado del mundo –Katmandú, Nepal– para rodar una película tan arriesgada, tan complicada y en inglés. Si el resultado merece o no la pena, el tiempo y la taquilla lo dirán. De momento, su película entra a formar parte de lo más digno del cine español de este recién estrenado 2012.
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