Safehouse, que traducido al español sería algo así como piso franco y que merced al acierto de su distribuidora, y para evitar malas interpretaciones, se ha convertido en El Invitado, supone el salto a Hollywood del novel director sueco Daniel Espinosa, responsable de la inteligente y barata Dinero fácil, estrenada en los cines españoles hace sólo unos meses.
Esta vez, el cineasta ha dispuesto de un abultado presupuesto –se trata de una superproducción de acción– para rodar este primer guión de David Guggenheim, un thriller sobre un ex agente de la CIA que ahora se busca la vida en solitario y que debe hacer frente a todo tipo de peligros, empezando por su propios ex compañeros.
Poco, por no decir prácticamente nada, hay de sorprendente en El Invitado, si exceptuamos un tratamiento más puro de la violencia, los tiroteos y las persecuciones, así como una fotografía similar a la de su primer film, Sangre fácil, más saturada y mejor encuadrada. Ayuda inestimable es haber rodado casi íntegramente todo el metraje en escenarios naturales de la República Sudafricana y poder contrastar los paisajes urbanos con los de los desérticos suburbios. Pero eso, por sí solo, no hace de SafeHouse una brillante película. Para ello, el guión de Guggenheim debería ofrecer una descripción más detallada, más profunda y ambiciosa de los personajes, y una motivación más clara sobre sus orígenes e intenciones. Algo que encontramos en la película sueca de Espinosa, pero que aquí brilla por su ausencia.
Es tanta la acción, tantos los disparos, tantos los muertos, en definitiva tanta la sobrecarga, que uno termina inmunizándose contra la avalancha de disparos y el aturdimiento que provoca la persecución sin tregua a la que son sometidos sus dos protagonistas. Quizá si guionista, productor y director hubiesen tenido las intenciones y la sensatez suficiente como para dosificar y equilibrar su excesiva carga de adrenalina, El Invitado, habría resultado una buena película de acción. La realidad es que semejante desproporción nos hace pensar que toda esa acción no es más que un intento por encubrir un guión flojo, ya visto y con poco interés argumental.
Por suerte, el talento del director, demostrado sobradamente en su anterior trabajo, y la presencia de un siempre interesante Denzel Washington –que nos recuerda lo mejor de Training Day– consiguen mantener cierto gancho en un relato basado, pura y llanamente en la acción.
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