miércoles, 10 de agosto de 2011

"Betty Ann Waters", no sin mi hermano

En 1983 Kenneth Waters fue condenado por el asesinato de una de sus ex novias. Ese mismo día, su hermana, convencida de su inocencia, juró que le sacaría de la cárcel. Estas son las premisas de la historia real de Betty Anne Waters, una joven camarera que dedicó 18 años de su vida para conseguir demostrar la inocencia de su hermano. Historia de superación, profundamente dramática, sazonada con ese tono y ese saber tan peculiar que el cine made in USA saben darle a relatos semejantes, nos llega esta adaptación de Tony Goldwyn, cineasta más conocido como actor por sus excelentes trabajos de malo de cartilla en películas como Ghost o El coleccionista de amantes, que por sus trabajos como director.

Este tercer largo del nieto del famoso productor Samuel Goldwyn, en otras manos podría haberse convertido en una tv movie más basada en hechos reales, de esas que nos tragamos en las siestas de sábados y domingos. Por fortuna el director consigue –no siempre, pero sí en muchas ocasiones– el punto justo para que este drama no se convierta en una pura reconstrucción y descripción de hechos. Los continuos recuerdos, presentados en forma de flash-back, colocan la situación de amistad entre los dos hermanos en su justo lugar. Eso y el excelente trabajo de algunos de sus actores, entre los que destacan por presencia y protagonismo Hilary Swank, que consigue aquí su particular Erin Brokovich, con menos matices y sin apenas respiros para la comedia, pero con una contundencia dramática y empática muy difícil de superar.

No podemos olvidar a un Sam Rockwell comedido y atento a las reacciones de un personaje que se mueve entre la rebeldía y la ternura; ni a una Minnie Driver, menos presente de lo que nos gustaría en el cine de calidad; a una Melissa Leo, reciente ganadora del Oscar por The Figther; o incluso la presencia, breve, casi anecdótica, de Juliette Lewis. Con ellos y tomando como base Conviction, libro en el que la auténtica Betty Anne Waters detalló todo el proceso de exculpación, Goldwyn consigue emocionar con una película, que, en ocasiones, resulta excesivamente lacrimógena.

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