Si nos ceñimos a lo que la cartelera nos ofrece, esta bien podría ser nombrada como la semana del cine costumbrista con un pie colocado en los clásicos de la comedia italiana. Lo decimos por la francesa –con reminiscencias y actores italianos– Silencio de amor, y por esta que nos ocupa, La prima cosa bella del italiano Paolo Virzí.
Convertida en un éxito de taquilla en Italia, donde se ha llevado 3 premios David Di Donatello –los Goya italianos–, Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Guión, La prima cosa bella relata la historia de amor y cariño que viven a lo largo de los años una madre y su hijo.
Virzí –director que se dio a conocer con La bella vita y con la que ganó el David Di Donatello a la Mejor Opera Prima– establece en el relato dos espacios temporales: uno que nos describe, de forma aislada, la vida de la joven familia con dos niños, y un segundo, el actual, en el que esos niños se han convertido ya en adultos. La película arranca en el primero de ellos, a principios de los años setenta, en medio de un festival playero para elegir una Miss, donde se establecen los papeles que el director adjudica a cada uno de los personajes: la belleza y voluptuosidad de la madre, el machismo y los celos del padre, y la resignación de los pequeños. Por personajes y estilo, es imposible que la memoria no nos arrastre hasta la Luna de avellaneda de Juan José Campanella. Aunque muy pronto, Virzí desvela que su historia tiene más de drama pesimista y familiar que de otra cosa. Su personaje central, de niño malhumorado y vigilante de su madre, termina convertido en escéptico profesor adicto a todo tipo de fármacos. Y ya en este segundo tiempo, Virzí profundiza en la relación, cada vez más distanciada, entre el hijo y una madre a punto de entrar en una de sus últimas etapas de vida.
La afición de esa madre juvenil y enamoradiza por el mundo del cine, sirve al director para rendir homenaje actores como Mastroianni o a directores como Luigi Comencini o Dino Risi, espejos en los que –a distancia– parece buscarse el propio Virzí. Sin el empaque de otras grandes comedias italianas, pero con la ternura y la frescura de unos actores, sobre todo sus protagonistas Micaela Ramazzotti y Valerio Mastandrea, madre e hijo respectivamente, o incluso la presencia de una veterana como Stefania Sandrelli, terminan por convertir La prima cosa bella en una película fácilmente digerible, y poco más.
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