Antoine Fuqua debe conocerse al dedillo el funcionamiento de los departamentos de policía de todo el país, y decimos esto por su largo historial, no delictivo sino cinematográfico, en el que abundan los thrillers policíacos de acción.
Los amos de Brooklyn parece seguir la estela de la eficiente Training Day, con la desventaja de contener un guión muchísimo más flojo y que mientras aquella describía las andanzas de una pareja de policías de Los Angeles –uno veterano y corrupto y otro novato–, esta se centra en una comisaría ubicada en las zonas más desfavorecidas del Brooklyn neoyorquino.
Con tres historias de tres modelos de policías, desde el detective obligado a corromperse para hacer frente a sus gastos familiares, hasta el encubierto que debe traicionar a quien le salvó la vida en la cárcel, pasando por el veterano abocado al infierno de la culpa por haber perdido a su compañero en una situación comprometida, Fuqua intenta radiografiar a un modelo de policía que, pese a todo, sigue sin abandonar su sentido del deber. Pero ni el desarrollo de la historia ni siquiera su final aportan nada a un género que ya tiene en la televisión –NYPD, The Shield y The Wire en el pasado, The Closer y Detroit 1-8-7 en la actualidad– su mayor valedor.
Dada la baja entidad del guión, la mejor parte corre a cargo de un grupo de grandes actores cuyas interpretaciones no salvan la película pero sí la hacen mucho más digerible. Desde Don Cheadle hasta Ethan Hawke, pasando por un veterano Richard Gere –que nos recuerda, vagamente, a aquel despiadado policía de Asuntos sucios, aquí mucho menos despiadado– y terminando en un desaparecido de la alineación de las estrellas Wesley Snipes. Ellos cuatro, con ayuda de Brían F. O’Byrne, Will Patton o Ellen Barkin, entre otros, hacen de Los amos de Brooklyn un policíaco introspectivo, interesante por momentos, arrítimico y falto de contenidos en otros.
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