En ocasiones, la cartelera nos brinda ciertas casualidades, como por ejemplo que en la misma semana se estrenen Mammuth y Stella sendas películas protagonizadas respectivamente por padre e hijo. Con el añadido de que en los créditos de Mammuth el padre y protagonista, Gerard Depardieu, le ha dedicado la película a su hijo, Guillaume Depardieu. Justamente el año de su muerte a causa de una neumonía –octubre de 2008, a sus 37 años– el actor consiguió aunar el estreno de casi diez películas, nivel laboral sólo comparable al de su padre durante los años 70. En Stella, aunque menos protagonista, su trabajo es igualmente emotivo.
La presencia del enfant terrible, sumido y aprisionado casi hasta sus últimos días por el peso –enorme– de su padre, hace más emocionante disfrutar de una película que, al margen de su bienitencionda historia de aprendizaje sexual pre-adolescente y de su encomiable gusto musical, congrega pocos alicientes más.
Y es que Stella presume relatar la vida de una niña singular –vive con sus padres, dueños de un bar-café-salón de juego y baile por el que pululan un puñado de excéntricos personajes–, decidida, valiente y con una gran capacidad para comprender el mundo, pero que debe enfrentarse a un nuevo curso en una escuela secundaria para niños ricos justo en el momento en que su cuerpo transmite señales de una sexualidad incipiente. Contada desde el punto de vista de sus protagonista –una pequeña parte del relato la pone ,voz en off, la propia Stella–, su directora y guionista, Sylvie Verheyde, apuesta por la cámara al hombre en muchas ocasiones para acercarse hasta la vida cotidiana de su protagonista, momentos dotados de una belleza cándida con los que consigue un alto grado de empatía pero que en la que ni la historia, ni los personajes, avanzan por sí solos.
Con el recuerdo siempre presente de la vitalista Leolo del, también desaparecido, canadiense Jean-Claude Lauzon, Stella rememora de forma brillante el final de los setenta a través de su estética retro y sobre todo de la maravillosa e inigualable máquina de discos de bar, con la que los protagonistas disfrutan de éxitos de cantantes como Sheila, Gérard Lenorman, Vince Taylor, Eddy Mitchell o Umberto Tozzi.
Emoción, música y exquisita banda sonora para una película sin pretensiones, magníficamente interpretada y en la que destacan, por encima del resto, su protagonista, Leóra Barbara y el ya mencionado Guillaume Depardieu.
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