domingo, 25 de septiembre de 2011

"Destino final 5", la autoparodia como objetivo

Si el destino no lo remedia de nuevo, puede que este no sea el final de una saga que va ya por su cuarta secuela. El argumento, por si todavía no se han enterado, va de unos jovenzuelos que, tras haber salido indemnes de un accidente que podría, o más bien debería haberles costado la vida, tienen que enfrentarse uno a uno a una muerte segura. Esta era la trama de la original que dirigió allá por el 2000 James Wong, que se ha repetido hasta la saciedad en todas sus secuelas y que regresa, con la fuerza y el reclamo del 3-D, en esta quinta parte.

De entrada sorprende que una película de terror adolescente en la que no hay un enemigo público visible –tipo Ghostface, Jason o Jigsaw– haya conseguido unos resultados comerciales tan eficientes durante once años y cinco películas. Porque, por si no se han dado cuenta, en Destino final 5 –y en las anteriores– el mal está personificado en un ente abstracto y ausente, la muerte, que ni siquiera necesita tomar forma, ya sea corpórea o etérea.

Steven Quale, director y alumno aventajado de James Cameron, para quien ha dirigido segundas unidades en películas como Titanic o Avatar, exprime todo el jugo a unos efectos digitales que se conforman como parte fundamental de la acción, nutriendo las carencias y las lagunas provocadas por una ausencia casi total de guión.

Con la ausencia de un antagonista evidente y el reduccionismo en su parte argumental –los personajes aparecen por arte de magia, sin presentación ni explicación, prácticamente caídos del cielo–, el interés del filme reside en saber cuán extravagante y singular va a ser la concatenación de hechos capaz de conseguir la muerte de cada uno de sus protagonistas. Y el mecanismo funciona de tal modo que Destino final termina infectándose del mismo virus que su prima-hermana Scream 5: así, donde antes había terror ahora sólo queda pseudo parodia y humor negro. Y lo que debería provocar angustia y miedo termina produciendo grandes y vacías carcajadas. Eso y también un profundo desinterés. Entre otras razones porque una película así concebida resulta, como mínimo, una enorme pérdida de tiempo. Salvo, eso sí, a los muchos fans de la saga, que seguro la disfrutarán.

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