Ver a David Hyde Pierce, actor conocido básicamente como hermano en la ficción televisiva del psiquiatra Frasier Crane, en un registro diferente, y distante, de esa misma comedia y además en el cine, resulta casi un milagro. Y es que Hyde Pierce es un actor con mayúsculas que hasta ahora ha dedicado casi todo su talento –el que le han dejado los once años que le ha dedicado a la serie Frasier– a ponerle voz a una buena cantidad de animaciones, desde El planeta del tesoro, hasta Osmosis Jones pasando incluso por El Hombre Pez de Hellboy. A eso y a otro paquete de comedias a medio gas tipo Ella es única o Abajo el amor en las que el actor se ha dedicado a dar vida a secundarios más o menos cómicos que poco o nada nuevo han aportado a su carrera.
De ahí las expectativas en una cinta como El perfecto anfitrión, una historia que, a priori, simula ser un vehículo construido para expreso lucimiento del actor. Y así resulta durante la primera hora, es decir, mientras se mantiene el misterio y el espectador asiste a un espectáculo de thriller con toques de cierto humor negro. Ahí David Hyde Pierce da lo mejor de sí mismo construyendo a un psicópata inadvertido que se las verá con un ladrón en un espectáculo digno de Adivina quien viene esta noche.
Por desgracia las buenas intenciones se diluyen al cabo de esa hora y lo que podría haber sido un espectáculo más próximo al terror psicológico se convierte en una trama de un vulgar telefilme. Pero con todo, El perfecto anfitrión, no defrauda, entre otras razones porque no hay pretenciosidad en su planteamiento y su apuesta es arriesgada e interesante, al principio. Otros autores, como por ejemplo Jonathan Glazer y su Sexy Beast, llevaron su juego de cena con invitado sorpresa hacia el terreno del noire gangsteril y quizá por eso su resultado fue más interesante y también más eficiente. Sin embargo el novel Nick Tomnay y su guionista Krishna Jones han apostado por un extraño enredo que convierte su final en algo desconcertante por insostenible e inesperado.
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