Como reza su título, Cowboys & Aliens es, más que un intento, una pirueta para conjugar dos géneros tan distantes, temporalmente hablando, como el western y los aliens. Basada en el cómic del mismo título del ilustrador y directivo de Platinum Studios, Scott Mitchell Rosenberg, su adaptación a la pantalla ha querido jugar en las ligas mayores y para ello ha contado con Steven Spielberg en la producción, los creadores de Lost, Alex Kurtzman y Roberto Orci –entre otros, ya que el guión ha pasado por muchas manos antes de esta versión definitiva– como guionistas y se ha dejado unos cuantos millones contratando a dos estrellas del calibre de Harrison Ford y Daniel Craig.
El resultado de tan extraño cóctel es una historia de aventuras bastante más entretenida que la media del cine de superhéroes y sostenida básicamente por la fuerza del western, que al final es, de los dos géneros, el que domina la pantalla. Desde su arranque el director Jon Favreu –actor y responsable también de los dos Ironman– deja claro la cantidad de homenajes que vamos a presenciar, con un personaje que bebe directamente en las fuentes del John Wayne más áspero o del Clint Eastwood más silencioso, y con un argumento que recuerda –descarada y sospechosamente– al de Centauros del desierto.
Jake Lonergan es un cowboy y pistolero de pocas palabras al que da vida el impasible Daniel Craig. Su enfrentamiento con el personaje interpetrado por Harrison Ford es antológico, por lo que ambos representan: Ford el heroe aventurero, socarrón y pendenciero de los 80 y principios de los 90, Craig el vengador silencioso, sofisticado y tecnificado. Y entre ambos el guión de un western que les sitúa y en el que ambos se defienden a la perfección, con una historia en la que también resalta la belleza del personaje de Olivia Wilde. Pero, –sí, tenía que haber alguno– cuando el otro género, es decir los aliens, hace acto de presencia todo se vuelve más difuso y la narración muta para intentar convencernos de quienes son los malos de verdad. El problema, como suele suceder, es la falta de entidad en este equipo de aliens, convertidos aquí en elementos con poca sustancia y a los que sólo llegamos a conocer en las miles de pasadas que sus naves realizan por encima de las cabezas de nuestros héroes. Aunque para entonces Ford, Craig, Wilde y compañía ya se han ganado nuestro corazón y lo que importa de verdad es que todo el sufrimiento –el final– sea rápido y lo menos doloroso posible.
Cinematográficamente la película respeta más reglas de las que rompe y con eso, y con algo de efectismo digital, todo queda en su justo lugar, que es el del entretenimiento sin más. Sirve, además, para que echemos de menos el western en nuestras pantallas, que es lo mejor de esta película y por lo que sus productores y guionistas deberían haber apostado al cien por cien, aunque para ello hubiesen traicionado el espíritu del propio cómic.
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