En un verano dominado por los superhéroes del cómic, los remakes y las segundas, terceras y hasta octavas partes, apenas queda espacio para la comedia. Aún así, ese pequeño hueco parece destinado a historias más o menos absurdas, con personajes arquetípicos, con gags plagados de tópicos y con finales románticos altamente previsibles.
En una de éstas, se nos ha colado Zooloco, comedia perfectamente diseñada para ese gordo flexible y entrañable que es Kevin James, y a quien no dejamos de ver en productos semejantes. Zooloco, para su desgracia cumple todos los requisitos del género, mención especial para un final que hasta los más despistados serán capaces de adivinar a los diez minutos de película. ¿Puede eso frenar a sus seguidores para acudir en masa a las salas de cine? Literalmente no. Entre otras razones porque James es el cómico de moda, y, de momento, eso pesa más que el resto de argumentos en su contra.
Su trama, puesta en marcha ya en unas cuantas comedias al uso, recuerda, más por sus semejanzas de guión que por su calidad , al Doctor Doolittle de Eddie Murphy. Hablar con animales, o mejor dicho, que los animales de un zoológico conversen con los humanos no parece ser impedimento para el cine. Así que aquí, sin necesidad de recurrir a oscuras tramas científicas –tal y como ocurren en la recién estrenada El origen del planeta de los simios– Zooloco presenta el absurdo como cotidianidad: así, que un gorila comparta comida, bailes y confidencias en un restaurante de la cadena Friday’s termina resultando una noche de lo más normal para todos los comensales. Pero los gags protagonizados por el propio Kevin James y la inconsistente trama romántica en la que participa activamente la excelente –en otros trabajos– Rosario Dawson, más que convincentes –que no lo son–, resultan aburridos. Y eso es imperdonable en un producto con semejantes objetivos, firmado por cinco guionistas y realizado por el habitual de la comedia Frank Coraci.
No podemos olvidar que entre los animales nos encontraremos con voces tan sugerentes y extrañas como las de Nick Nolte, Sylvester Stallone, Cher o Adam Sandler. Me refiero a la, prácticamente, imposible de "disfrutar" versión original que por supuesto a duras penas veremos en nuestras salas. Para compensar, la voz del mono –en la original Adam Sandler– aquí la pone José Mota, y eso es lo único por lo que merece la pena esta zoo-ilógica comedia.
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