La película transmite la sensación de ser un mero vehículo para que un grupo de magníficos especialistas luzcan su extraordinario saber hacer. Eso, y la presencia de dos vigoréxicos como Vin Diesel y Dwayne Jonson “The Rock”, capaces de condimentar las increíbles secuencias de acción con persecuciones en coches, tanques, trenes y tiroteos atronadores. Y ya que estamos, destacar en este menú de nitro y esteroides la capacidad para rodar momentos tan espectaculares como la descarga de coches de un tren de alta velocidad, en marcha por supuesto, y el robo-arrastre de una caja de seguridad de varias toneladas con dos coches en medio en medio de una avenida.
Fenómenos extraños en Fast Five son la presencia de los reyes del regatón Don Omar y Tego Calderón, y la española Elsa Pataky que da vida a una honrada policía brasileña, cuya presencia anticipa un posible –e inverosímil– noviazgo con el personaje que interpreta Vin Diesel.
Justin Lin (director), Chris Morgan (guionista) y Neal H. Moritz (productor), perpetradores de semejante franquicia, han querido superar a la tercera entrega –Fast and Fuirious: Tokio Race– y para ello han viajado hasta Río de Janeiro, ofreciendo, entre carreras y tiroteos, una buena dosis de estampas tópicas que poco aportan al –ya de por sí descafeinado– contenido de la historia.Una última advertencia, dirigida especialmente a los amantes del tunning: hay más sobre coches tuneados en 30 segundos del programa de la MTV –Pimp my ride– que en toda la película. Tendrán que esperar, quizá, a la sexta entrega, que productores y guionistas ya han puesto en marcha.
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