viernes, 22 de abril de 2011

"Scream 4", un intento de 'slasher' autoparódico

Cuando el propio Wes Craven parecía haber enterrado definitivamente su plan de autoayuda para asesinos slasher (subgénero de terror que comenzó con Halloween y Viernes 13, basado en sustos y cuchilladas) con una tercera entrega de Scream (2000) en la que prácticamente ya estaba todo dicho –al menos así lo parecía–, resulta que los dos maestros del sangriento terror moderno, Kevin Williamson como guionista y el propio Craven como director, resucitan al “cara de payaso asesino” en una cuarta e innecesaria entrega.

El guión de Scream 4 nos demuestra que poco o nada queda ya por exprimir en esta comercial franquicia: de nuevo Sidney Prescott (Neve Cambpell) regresa a su pueblo natal, Woodsboro, diez años después de los últimos crímenes, convertida esta vez en una famosa escritora. Pero Sydney no llega sóla: con ella, cual campaña de marketing hábilmente elaborada, se presentará una nueva oleada de crímenes precedidos, como no, por las divertidas y amenazadoras llamadas del sanguinario Ghostface.

Los primeros 20 minutos de esta cuarta entrega suponen un ejercicio de cine dentro del cine, salpicado por una serie de auto-parodias, auto-referencias o auto-homenajes realizados con cierta tosquedad, pero con muchísimo estilo, nos hacen pensar que estamos a punto de asistir al nacimiento de otro nuevo subgénero: el slasher auto-paródico. Y así, durante ese breve espacio de tiempo, lo que debería ser cine sangriento torna en comedia, con sus justas dosis de sustos, cuchilladas y sirope de fresa, pero comedia al fin y al cabo. Una pena que esta aproximación sólo se sostenga durante algo más de media hora, porque el resto de la película, es decir el suspense propiciado por la necesidad de saber quién está tras la careta de Ghostface, termina importándonos un bledo.

Tampoco resultan interesantes las discusiones cinéfilas que tan buenos momentos nos propiciaron en Scream 3 y, sobre todo, en Scream 2. Quizá porque Williamson y Craven son conscientes que más allá de las trilogías –tal y como pronosticaban en los diálogos sus personajes de la 2ª– ya no hay nada, o prácticamente nada, que las justifique. Y es que pasar del “se acabaron las reglas” de Scream 3 al “las reglas han cambiado” de ésta, corrobora que más que un ejercicio estilístico, lo que de verdad les interesa es la pasta. Nada que objetar, salvo la oportunidad desperdiciada de haber continuado por la divertida senda de la comedia.


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