viernes, 8 de abril de 2011

"Furia ciega": Cage se parodia, un poco

Nicolas Cage ya debería estar acostumbrado a que no le tomemos en serio. A él, por esa capacidad extraordinaria para no elegir ni un solo proyecto que se acerque, ni por asomo a aquel Leaving Las Vegas (del que ya han pasado más de quince años). Y a sus personajes porque todos padecen los mismos males: seres atormentados -por el infierno, por el cielo, o por ambos a un tiempo- que deben redimir sus pecados en la tierra en una lucha sin cuartel contra el mal, casi siempre con la ventaja que les da algún que otro poder sobrenatural. En este cajón nos podemos encontrar con historias como En tiempo de brujas, El Aprendiz de Brujo, Señales del futuro, Bangkok Dangerous, Next, The Wicker Man o El motorista fantasma. Y Furia ciega (Drive angry) parece cortada por el mismo patrón. Pero frente a las anteriores, posee la singularidad de no haberse tomado a si misma demasiado en serio. Una ventaja que le permite jugar al cine del cómic-acción-infernal con una envidiable carga de humor.

Milton (Nicolas Cage), escapa del Infierno para recuperar a su nieta, que ha sido raptada por un fanático líder satánico y que será sacrificada en el plazo de cuatro días. Al equipo de los buenos se le une Piper (Amber Heard), una dura y joven ex camarera, que además de dar buenas patadas pone la parte sexy en la historia. Los dos serán perseguidos por ‘El contable’ (William Fichtner), un sicario del infierno, con muy malas pulgas y un singular sentido de la justicia.

El resultado es una película a la que tampoco podemos tomar demasiado en serio, pero que sin embargo resulta socarrona, divertida y muy entretenida, algo que hoy en día se agradece, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que estamos viendo es un producto de bajo consumo y sin apenas pretensiones. Patrick Lussier –montador de innumerables filmes de terror, entre ellas la serie de Scream– ha conseguido su mejor producto hasta la fecha incluyendo chicas, o mejor dicho chica, coches, persecuciones, explosiones, muchos disparos, 3-D, y unos diálogos que beben en películas tan sanamente divertidas como Posesión Infernal (Evil Dead, 1981) o Terroríficamente muertos (Evil Dead 2, 1987) del maestro Sam Raimi.

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