jueves, 24 de noviembre de 2011

"Anonymous", fue o no fue Shakespeare

Lo más sorprendente de Anonymous, al margen de su inusual propuesta literaria, es la presencia de un director tan alejado de propuestas semejantes como puede ser Roland Emmerich. Que la misma persona que ha puesto en marcha proyectos tan épicos y comerciales como insustanciales –Stargate, Independence Day, Godzilla, El día de mañana o 2012, por poner unos cuantos ejemplos– se haya interesado por el guión de John Orloff puede resultar, como mínimo, sospechoso.

La realidad es que Emmerich llevaba tiempo buscando una historia relacionada con el entorno Shaskespiriano, algo que Anonymous le ha brindado en bandeja de plata, con el añadido de remover la polémica sobre la autoría de las obras de uno de los mayores escritores en lengua inglésa. Según los “conspiranoicos” de esta teoría que guionista y director han llevado a la pantalla, el verdadero autor de las obras firmadas por William Shakespeare no es otro que Edgard de Vere, Conde de Oxford. En medio de un entorno favorable para la dramaturgia, una Inglaterra dominada por la reina Isabel con mano de hierro, pero sugerida primero por William Cecil y por su hijo Robert Cecil después, se suceden las intrigas para conseguir la caída de la Reina y con ella de la dinastía de los Tudor. Un escenario por el que desfilan autores como Ben Jonson o Christopher Marlowe, con una trama fundamental cuyo objetivo es demostrarnos que la razón por la que surge la presunta obra de Shakespeare-De Vere, que no es otra que el amor.

Teorias a parte, Emmerich demuestra defenderse con bastante soltura en este entorno de la Inglaterra del siglo XVI: sus personajes resultan creíbles, su estilo visual es vigoroso y los actores –casi todos– responden de forma consecuente a lo que de ellos se espera. Con lo cual, Anonymous termina resultando una espectáculo entretenido, con un ritmo dosificado y con un final previsible, pero no por ello menos interesante.

Tan sorprendente como la presencia de Emmerich es la elección de su protagonista, Rhys Ifans, un actor que para muchos ha dejado una huella imborrable merced a personajes tan extravagantes como ridículos en comedias como Notting Hill, Little Nicky o más recientemente en el último Harry Potter. Sin embargo, su versatilidad y su sólida experiencia en la escena británica le permiten llegar al corazón del personaje, ayudado sin duda por actores de peso como David Thewlis o la mismísima Vanesa Redgrave, esta última dando vida a una pletórica y sensible Reina Isabel I.

Seguramente los más puristas abominarán de este producto made in Emmerich, por excesivamente simple y comercial. La realidad es que el resultado, sin llegar a los niveles que probablemente le hubiese dotado a la historia un Kenneth Brannagh, es el de un trabajo más que digno con destellos de brillantez.

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