Cuesta creer que el mismo Jim Sheridan cineasta y creador de trabajos tan emcionantes como Mi pie izquierdo, En el nombre del padre, The Boxer o In America, sea el mismo que está tras la cámara de este thriller de bajas aspiraciones rebautizado aquí –paradójicamente– como Detrás de las paredes.
Los créditos nos dicen que sí y su excelente dirección de actores parece confirmarlo en muchas de sus secuencias. Sin embargo, el desaguisado de un guión flojo, cuando no absurdo, deja a la luz los gravísimos problemas de producción de un filme del que el propio Sheridan reniega, renunciando públicamente a su autoría.
Detrás de las paredes quiere parecerse –como su director avanza en las entrevistas promocionales– a Los Otros y también a El Sexto Sentido, y a veces hasta a Ghost. Por desgracia no es ni remotamente próxima a los experimentos sobrenaturales de Amenábar o de Shyamalan, a pesar de las intenciones del propio Sheridan. La realidad es que Detrás de las paredes comienza como una película sobre fantasmas y casas encantadas, pero a los cuarenta minutos, y merced a un giro de guión tan inesperado como ridículo, se convierte en otra cosa, en otra película, que no vamos a desvelar, ni lo merece.
Salvada en determinados momentos por las interpretaciones de actores con talento y recursos sobradamente demostrados como Daniel Craig, Rachel Weisz o Naomi Watts, la película no convence ni a su propio director, quien tuvo sus más y sus menos con guionista y productores sobre el enfoque que debía sostener la historia. Al final, como sucede en Hollywood, han sido estos últimos –los productores– quienes le han dado el final cut, el corte final, a un relato tristemente embrutecido por un guión inconsistente que ni asusta ni aterroriza.
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