martes, 22 de noviembre de 2011

"La guerra de los botones", niños jugando a la guerra

Hace casi 50 años el director francés Yves Robert adaptó al cine la novela de Louis Pergaud La guerra de los botones La guerre de boutons en original–, una historia en la que dos grupos de jóvenes de dos pueblos vecinos iniciaban una guerra simbólica que les serviría de tránsito e iniciación a la madurez. Su grato recuerdo ha perdurado en la memoria cinematográfica del también director Christophe Barratier que ha querido adaptar de nuevo la novela, con alguna que otra licencia: por ejemplo, mientras Robert situaba su historia en su misma época, a principios de los 60, Barratier en cambio ha preferido remontarse hasta los años de la ocupación nazi, aprovechando así todo el sustrato dramático que esa época permite. Así, además de la lucha de esos niños, nos ofrece como telón de fondo la división y los enfrentamientos entre franceses colaboracionistas y la resistencia, sazonado con algún que otro tópico sobre la persecución de judios.

Barratier, que tan buenos momentos nos ofreció con Los niños del coro –otro drama también protagonizado por niños– ha querido repetir la experiencia con un guión menos singular, más dramático y peor estructurado. En su guerra pesan quizá demasiado los argumentos políticos y una cierta simplicidad a la hora de componer personajes malos, lo que los termina convirtiendo en meras caricaturas sin matices. Es sin embargo en la dirección de los personajes infantiles más tiernos donde Barrantier toca la fibra y consigue que, con una simple frase o una mirada, esos personajes muestren sus mejores armas: la credibilidad y la inocencia.

Los actores maduros defienden como pueden unos personajes mucho más planos que los infantiles. Y entre ellos destacan Kad Merad y Laetitia Casta, por encima de Guillaume Canet o del propio Gerard Jugnot.
La guerra de los botones –originalmente La nouvelle guerre des boutons– es una aproximación a la novela de Pergaud algo irregular salvada de una mediocridad incipiente gracias a la ternura de algunos de sus personajes, y sobre todo a la sencillez narrativa de su planteamiento.

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