viernes, 7 de septiembre de 2012

"Todos tenemos un plan", Viggo con acento porteño

Viggo Mortensen, que ya debutó en el cine español con tres trabajos bien distantes –en el tiempo, pero sobre todo en estilo, Gimlet (1995), La pistola de mi hermano (1997) y Alatriste (2006)– hace lo propio ahora en el argentino, país en el que pasó gran parte de su infancia y por el que siente un especial cariño. Es indudable que su presencia en el reparto es un aliciente más que suficiente para atraer a todo tipo de público y conseguir, de paso, una buena taquilla. Mortensen ha dado vida a una buena ristra de heroes, desde El Señor de los Anillos, hasta Una historia de violencia, pasando por La carretera, Promesas del Este o la ya mencionada Alatriste. Y tanto por carácter como por talento, contar con él significa –hablando de marketing– tener la mitad del trabajo hecho.

Todos tenemos un plan parece, a priori, la película perfecta para un Viggo Mortensen preocupado ahora por el teatro, la poesía, la música y otros aspectos culturales mucho más alejados del frívolo mundo de Hollywood. Y es que el debut de Anita Piterbarg en la gran pantalla tiene mucho que ver con el mundo literario y la novela introspectiva. Es por tanto un relato con ciertas ambiciones en el que ha participado una parte del equipo de El secreto de sus ojos, película oscarizada y convertida –con todo merecimiento– en referente del cine argentino moderno de calidad. Sin embargo, Piterbarg, que también se ha encargado del guión, abandona en muchos momentos el misterio y el relato policiaco que tan buen resultado le dio a Campanella, para detenerse en los problemas psicológicos que provoca en el protagonista la asunción de una nueva personalidad. Son esos remansos, muchas veces injustificados, los que lastran un arranque interesante y unos diálogos soberbios. Aún así, la cineasta demuestra que su talento visual supera al narrativo, aprovechando al máximo la localización de un entorno –el Delta del Tigre, zona de pantanos y afluentes próxima a Buenos Aires– que termina convirtiéndose en un personaje más de la película.

Hay momentos de buen cine, de intencionalidad, también mucho intimismo, y sobre todo buenas interpretaciones. Sofia Gala Castiglione se luce con Rosa, el personaje más complicado y que mejor ha desarrollado Piterbarg en su guión, al igual que Daniel Fanego y su villano, Adrián. Ellos dan lo mejor, y admiten la presencia de Soledad Villamil –su personaje apenas apuntado–, del español Javier Godino e incluso de un Viggo Mortensen excesivamente apagado en su doble interpretación.


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