J.J. Bayona, director de la taquillera El orfanato, termina estos días la postproducción de su segundo largo, Lo imposible, una superproducción sobre una familia que quedó atrapada en el Tsunami de Tailandia de 2004. Entre los protagonistas Naomi Watts, Ewan McGregor y Marta Etura. El guión, al igual que el de El orfanato es de Sergio G. Sánchez. Aunque la película no se estrenará hasta octubre de 2012, ya tenemos las primeras imágenes.
martes, 27 de diciembre de 2011
"Perros de paja", lejos de Peckinpah
Sam Peckinpah, maestro de las dualidades morales y del tratamiento de la violencia sin tapujos, mostró en 1971 buena parte de su sabiduría cinematográfica en la adaptación de la novela de Gordon Williams –The Siege of Trencher's Farm– con el nombre de Perros de paja. Protagonizada por Dustin Hoffman y Susan George, nos sumergía en un mundo entre salvaje y territorial, en un pequeño pueblo de Inglaterra, donde la pareja hacia frente a una auténtica jauría humana para defender su vida y su espacio. Peckinpah además de plantear la violencia en un estilo muy similar al de su obra maestra, Grupo Salvaje, apostaba por incluir en su versión una enorme carga erótica, que en la época fue considerada casi pornográfica ya que en algunos países se censuraron algunas de las secuencias más impactantes, como por ejemplo la violación del personaje de Susan George. Su Perros de paja es todo un tratado sobre la aceptación de la violencia por parte de un ser humano racional, que se encuentra ante un abismo cuya única solución para salvar una vida es la de quitar otras vidas, e indefectiblemente de forma salvaje y sin tiempo apenas para razonamientos.
La mayoría de los remakes que recibe la cartelera cinematográfica tienen su razón de ser única y exclusivamente en el dinero. Es decir, todos buscan actualizar el original para encontrar un público nuevo –presumiblemente joven– que le permita obtener una jugosa taquilla. No hay nada más. Quizá por eso sorprende la presencia de este Perros de paja a manos de Rod Lurie, que recogiendo la herencia fiel de la película de los 70 no parece atender a motivos creativos, ni económicos, ya que su planteamiento no huele a búsqueda de nuevos públicos, al menos no descaradamente.
Lurie ha realizado sutiles cambios que ni apenas afectan al trasfondo de la historia. De entrada, ha trasladado su historia de la profunda y ruda Inglaterra de los años 70 a Lousiana, sur profundo de Estados Unidos actual. Ha cambiado sutilmente la profesión de los protagonistas, ahora David Sumner ya no es matemático sino guionista de Hollywood, y su esposa actriz. Quizá lo peor que han hecho productores y director es haber encubierto toda la parte erótica que Peckinpah mostraba de forma descarnada y haberla reconvertido –los desnudos han dejado paso a leves insinuaciones– en mera provocación. En el resto y para lo bueno, el guión que asume también como propio Lurie, nos remite la versión del 71, más provocadora y sorprendente que este remake que, a pesar de todo, cumple los requisitos formales y profesionales.
Poco cabe decir de sus protagonistas. Un James Mardsen, ahora ídolo de jovencitas merced a sus trabajos en los X-Men, y una Kate Bosworth, pareja de Mardsen en Superman returns, que superan el aprobado en un remake en el que destaca, en algunos momentos, Alexander Skarsgård, muy por encima incluso de los protagonistas o de secundarios con tanta carrera como James Woods.
+ Info.
La mayoría de los remakes que recibe la cartelera cinematográfica tienen su razón de ser única y exclusivamente en el dinero. Es decir, todos buscan actualizar el original para encontrar un público nuevo –presumiblemente joven– que le permita obtener una jugosa taquilla. No hay nada más. Quizá por eso sorprende la presencia de este Perros de paja a manos de Rod Lurie, que recogiendo la herencia fiel de la película de los 70 no parece atender a motivos creativos, ni económicos, ya que su planteamiento no huele a búsqueda de nuevos públicos, al menos no descaradamente.
Lurie ha realizado sutiles cambios que ni apenas afectan al trasfondo de la historia. De entrada, ha trasladado su historia de la profunda y ruda Inglaterra de los años 70 a Lousiana, sur profundo de Estados Unidos actual. Ha cambiado sutilmente la profesión de los protagonistas, ahora David Sumner ya no es matemático sino guionista de Hollywood, y su esposa actriz. Quizá lo peor que han hecho productores y director es haber encubierto toda la parte erótica que Peckinpah mostraba de forma descarnada y haberla reconvertido –los desnudos han dejado paso a leves insinuaciones– en mera provocación. En el resto y para lo bueno, el guión que asume también como propio Lurie, nos remite la versión del 71, más provocadora y sorprendente que este remake que, a pesar de todo, cumple los requisitos formales y profesionales.
Poco cabe decir de sus protagonistas. Un James Mardsen, ahora ídolo de jovencitas merced a sus trabajos en los X-Men, y una Kate Bosworth, pareja de Mardsen en Superman returns, que superan el aprobado en un remake en el que destaca, en algunos momentos, Alexander Skarsgård, muy por encima incluso de los protagonistas o de secundarios con tanta carrera como James Woods.
+ Info.
martes, 20 de diciembre de 2011
"Chronicle" trailer
Chronicle es una película que combina ciencia ficción, misterio y superheroes. Una mezcla de consecuencias impredecibles escrita y dirigida por Max Landis, hijo del conocido director John Landis.
lunes, 19 de diciembre de 2011
"Attack the Block", pandilleros contra alienígenas
Llega una de las películas más aclamadas en la reciente edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges, ganadora del Premio del Público y Premio de la Crítica. Attack the block pertenece, en toda regla y circunstancias, al género de invasiones extraterrestres, aunque con muchos matices. El primero es que se trata de una película profundamente británica. Lo es por jerga, por un grupo de personajes extraídos de series como Misfits o The Fades, y por el humor que destila. Su director, Joe Cornish, se ha gestado en la misma escuela que Simon Pegg y Nick Frost –responsables de películas tan sanas y divertidas como Zombie´s Party o la reciente Paul– y por eso su guión destila abundantes dosis de grueso humor negro.
Cornish, por si fuera poco, ha demostrado su talento escribiendo, dirigiendo y actuando como protagonista en series como The Adam & Joe Show, todo un clásico de la comedia británica, y por si eso fuera poco ha colaborado en el guión –seguramente en las partes más gamberras– de Las aventuras de Tintín: el secreto de unicornio.
Con ese bagaje ha debutado en la gran pantalla poniendo en marcha esta divertida y gamberra, por momentos, aventura de alienígenas peludos capaces de atormentar a un grupo de jóvenes pandilleros adolescentes y delincuentes de un bloque de viviendas suburbial.
Attack the block es, por derecho propio, cine de serie B adaptado al estilo y las costumbres de nuestro siglo: sostiene una trama un tanto inverosímil –tan inverosímil o más que la de Spielberg y Abrams en Super 8– con unos efectos y una acción más que solventes –cuanto menos se enseñe mejor– , con una modestia presupuestaria que cubre perfectamente el expediente y que termina por antojársenos resultona.
No es la película de la temporada. Ni lo pretende. Es sólo una diversión un tanto deslenguada e insolente que en algunos momentos deja implícitos determinados agujeros sociales de las zonas más abandonadas de esa gran urbe llamada Londres. Todo eso lo ha hecho Cornish y sus productores con muy poco dinero y sin estrellas: confirmado.
Cornish, por si fuera poco, ha demostrado su talento escribiendo, dirigiendo y actuando como protagonista en series como The Adam & Joe Show, todo un clásico de la comedia británica, y por si eso fuera poco ha colaborado en el guión –seguramente en las partes más gamberras– de Las aventuras de Tintín: el secreto de unicornio.
Con ese bagaje ha debutado en la gran pantalla poniendo en marcha esta divertida y gamberra, por momentos, aventura de alienígenas peludos capaces de atormentar a un grupo de jóvenes pandilleros adolescentes y delincuentes de un bloque de viviendas suburbial.
Attack the block es, por derecho propio, cine de serie B adaptado al estilo y las costumbres de nuestro siglo: sostiene una trama un tanto inverosímil –tan inverosímil o más que la de Spielberg y Abrams en Super 8– con unos efectos y una acción más que solventes –cuanto menos se enseñe mejor– , con una modestia presupuestaria que cubre perfectamente el expediente y que termina por antojársenos resultona.
No es la película de la temporada. Ni lo pretende. Es sólo una diversión un tanto deslenguada e insolente que en algunos momentos deja implícitos determinados agujeros sociales de las zonas más abandonadas de esa gran urbe llamada Londres. Todo eso lo ha hecho Cornish y sus productores con muy poco dinero y sin estrellas: confirmado.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Spielberg llega a la edad de jubilación
"Uno de los cineastas más exitosos e influyentes de la industria y el director más taquillero de todos los tiempos, cumple 65 años este domingo 18 de diciembre. Suyos son éxitos como Tiburón, ET: El extraterrestre, la franquicia Indiana Jones y Jurassic Park y el próximo título WAR HORSE (Caballo de batalla) que se estrena el 17 de febrero de 2011. Estos son alguno de sus datos más destacados:
|
jueves, 15 de diciembre de 2011
miércoles, 14 de diciembre de 2011
"Acero puro", puros robots sin alma
Heredera de la saga de Transformers, se nos presenta Acero puro, película escrita por Dan Gilroy –esposo de la actriz Rene Russo–, Jeremy Leven y John Gatins y dirigida por Shawn Levy para la que –no sabemos con que argucias– han conseguido convencer a una superestrella, Hugh Jackman, y a una estrella en ciernes, Evangeline Lilly, conocida sobre todo por su papel en la serie Lost. En realidad, más que acero, lo que han logrado es mimetizar todos los tópicos –fundamentalmente los malos– de las películas de boxeadores, con mención especial para Rocky y Campeón.
El guión de Acero puro –basado en una relato del novelista Richard Matheson que la serie The Twilight Zone adaptó para la televisión– plantea una historia futurista –si es que al 2050 le podemos aplicar hoy en día ese término–, ambientada en un mundo en el que la lucha entre ciber-robots , sustituto del boxeo entre humanos, es el espectáculo de moda. Son muchos los problemas que padece esta prima hermana de Transformers. El primero, sin ninguna, es el de ofrecer una historia de bajo –casi nulo– interés en la que un padre debe recuperar a su hijo perdido tras la muerte de su ex esposa. Ni el guión ni la dirección consiguen atrapar el espíritu de una historia –el original de Matheson así lo merece– que debería haberse desarrollado según otros criterios argumentales. En su defecto, Acero puro, se deja la piel intentando demostrar que aplicando la metodología y la estructura narrativa de las películas de boxeo y dejando el resto para unos –conseguidos– efectos especiales a base de animatronics se puede conseguir una buena cinta de acción. Pues va a ser que no. La carencia absoluta de una trama que emocione y con la que el espectador empatice, deja en ridículo muchas de sus secuencias. Incluso en las peleas entre robots el grado de patetismo escenográfico del público que grita y jalea a los gigantes de acero es tal, que produce vergüenza ajena.
Salvo que consideremos la pulcritud escultural de Hugh Jackman y de su parteneaire, Evangeline Lilly, no hay en Acero puro ni una sola muestra de talento que nos obligue a dedicarle más tiempo del estrictamente necesario.
+ Info.
El guión de Acero puro –basado en una relato del novelista Richard Matheson que la serie The Twilight Zone adaptó para la televisión– plantea una historia futurista –si es que al 2050 le podemos aplicar hoy en día ese término–, ambientada en un mundo en el que la lucha entre ciber-robots , sustituto del boxeo entre humanos, es el espectáculo de moda. Son muchos los problemas que padece esta prima hermana de Transformers. El primero, sin ninguna, es el de ofrecer una historia de bajo –casi nulo– interés en la que un padre debe recuperar a su hijo perdido tras la muerte de su ex esposa. Ni el guión ni la dirección consiguen atrapar el espíritu de una historia –el original de Matheson así lo merece– que debería haberse desarrollado según otros criterios argumentales. En su defecto, Acero puro, se deja la piel intentando demostrar que aplicando la metodología y la estructura narrativa de las películas de boxeo y dejando el resto para unos –conseguidos– efectos especiales a base de animatronics se puede conseguir una buena cinta de acción. Pues va a ser que no. La carencia absoluta de una trama que emocione y con la que el espectador empatice, deja en ridículo muchas de sus secuencias. Incluso en las peleas entre robots el grado de patetismo escenográfico del público que grita y jalea a los gigantes de acero es tal, que produce vergüenza ajena.
Salvo que consideremos la pulcritud escultural de Hugh Jackman y de su parteneaire, Evangeline Lilly, no hay en Acero puro ni una sola muestra de talento que nos obligue a dedicarle más tiempo del estrictamente necesario.
+ Info.
"Mission Imposible", germen de tele y pasta para el cine
Para los adictos a las series de televisión, las siglas de F.M.I., además del Fondo Monetario Internacional, esconden una de las serie de acción y espionaje más famosa de los años 60. Bajo ellas actuaba la famosa Fuerza de Misión Imposible, un grupo de especialistas singularmente preparados para salvar al mundo de las garras de dictadores, organizaciones terroristas y conspiraciones internacionales comunistas: lo que en la ficción se conocía como Mision: Imposible, creada por el guionista Bruce Geller, y cuya cabecera, amenizada de forma sugerente por un tema de Lalo Schifrin, se convertiría en auténtica escuela televisiva. Durante siete años, el equipo formado por Peter Graves, Steven Hill, Barbara Bain, Martin Landau y Greg Morris –Leonard Nimoy, Sam Elliot, Lelsley Ann Warren, Lynda Day George y Barbara Anderson formarían parte también del equipo– consiguió atrapar a los espectadores de todo el mundo.
El Equipo C, de Cruise
Unos cuantos años después, a propuesta del propio Tom Cruise y su productora Paula Wagner, se pone de nuevo en marcha el equipo de espías, pero esta vez con diferencias más que sutiles: de entrada lo que en la televisión era una serie coral en la que los perfiles y las presencias estaban perfectamente dosificadas, en la película, el mundo de Mission: Imposible, va a girar –no podía ser de otra manera– en torno al personaje protagonizado por Cruise, Ethan Hunt. Él será víctima perfecta de un plan urdido por uno de sus compañeros que le llevará a recorrer medio mundo para resolver el enigma y de paso limpiar su nombre. Esta primera adaptación se convirtió en todo un taquillazo. La presencia de Cruise así lo auguraba. Al mismo tiempo, el guión firmado por Steven Zaillian, David Koepp y Robert Towne, estaba sostenido por una trama atractiva, muy en la línea Hitchcock –el falso culpable–, con un ritmo trepidante al que el también hitchockiano Brian de Palma aportó lo mejor de su oficio y su pasión. La presencia de John Voight –para no iniciados, padre de Angelina Jolie–, Jean Reno, Ving Rhames, Emmanuel Beart y Vanessa Redgrave daba lustre a una historia de acción. El resultado supuso un regreso brillante del universo de los espías, además de una jugosa recaudación que llevaría a los productores, cuatro años después, a repetir experiencia.
Las palomas de John Woo
Perdidos por el espectáculo
Los encargados de darle forma a las nuevas aventuras de Ethan Hunt –M:i:III– serán esta vez los chicos de moda, J.J. Abrams, Roberto Orci y Alex Kurtzman, responsables de fenómenos como Alias o Fringe. Centrados en profundizar en la doble vida del agente Hunt, ahora a punto de casarse, y una misión de venganza que tal vez le cueste la vida de sus seres queridos. Más espectacular si cabe que las dos anteriores, Abrams compone un espectáculo intentando equilibrar acción con emoción. Al final los efectos digitales y las explosiones terminan por inundarlo todo y la parte familiar y emotiva queda anulada casi por completo. Aunque sí es de elogiar la presencia del mal, encarnado esta vez por un actor de talento como Philip Seymour Hoffman, que atornilla al personaje de Ethan Hunt arrastrándole hasta un verdadero precipicio emocional. Con un presupuesto que duplicaba al de la primera parte (150 millones de dólares) su recaudación fue la más baja de las tres, algo que no ha impedido ni a Cruise ni a sus productores embarcarse en una cuarta entrega.
Misión: comedia
Para Mision Imposible-Protocolo Fantasma, ya sin Paula Wagner en la producción, Cruise y Abrams han elegido a Josh Appelbaum y André Nemec –ambos guionistas de televisión, curtidos en series como Alias, Life on Mars o Happy Town– para construir una enrevesada trama de espionaje, como en las anteriores basada en espectaculares gadgets y secuencias de acción, pero salpicada –y esto sí es novedad– por un tono de comedia negra y burlona. Buena culpa de este giro lo tiene la presencia del británico Simon Pegg, que junto con Cruise, demuestran que Ethan Hunt y su equipo también pueden disfrutar con el ácido humor británico. Quizá el elenco de actores es lo más destacable de esta cuarta parte, donde nos encontramos con talentos dispersos, geográficamente hablando: desde Jeremy Renner –protagonista de En tierra hostil– hasta el sueco Michael Nyqvist –la cara de Mikael Blomkvist en la serie Millenium–, pasando por Josh Hollowoy –Sawyer en Lost–, Tom Wilkinson –Michael Clayton–, el indio Anil Kapur –Slumdog Millionaire– o la francesa Léa Seydoux. Un elenco de lujo para una de las producciones más caras de 2011.
+ Info.
El Equipo C, de Cruise
Unos cuantos años después, a propuesta del propio Tom Cruise y su productora Paula Wagner, se pone de nuevo en marcha el equipo de espías, pero esta vez con diferencias más que sutiles: de entrada lo que en la televisión era una serie coral en la que los perfiles y las presencias estaban perfectamente dosificadas, en la película, el mundo de Mission: Imposible, va a girar –no podía ser de otra manera– en torno al personaje protagonizado por Cruise, Ethan Hunt. Él será víctima perfecta de un plan urdido por uno de sus compañeros que le llevará a recorrer medio mundo para resolver el enigma y de paso limpiar su nombre. Esta primera adaptación se convirtió en todo un taquillazo. La presencia de Cruise así lo auguraba. Al mismo tiempo, el guión firmado por Steven Zaillian, David Koepp y Robert Towne, estaba sostenido por una trama atractiva, muy en la línea Hitchcock –el falso culpable–, con un ritmo trepidante al que el también hitchockiano Brian de Palma aportó lo mejor de su oficio y su pasión. La presencia de John Voight –para no iniciados, padre de Angelina Jolie–, Jean Reno, Ving Rhames, Emmanuel Beart y Vanessa Redgrave daba lustre a una historia de acción. El resultado supuso un regreso brillante del universo de los espías, además de una jugosa recaudación que llevaría a los productores, cuatro años después, a repetir experiencia.
Las palomas de John Woo
Cruise y Wagner querían darle un nuevo aspecto a esta segunda parte. El primer paso sería contratar a John Woo, director que con películas como Una bala en la cabeza o Hard Boiled había reconvertido el cine de acción moderno revisitando para ello clásicos del western como Sergio Leone o Don Siegel, mezclándolo todo con un toque Tarantino para sus escenas más violentas. La versión de Woo incidía en el efectismo, las secuencias de acción –entre ellas una inverosímil y espectacular persecución en moto– y los planos ralentizados a ritmo de moviola. Una espectacularidad que se llevó el rodaje hasta Sevilla, donde Woo, Cruise y compañía se montaron una patética fiesta española en la que se mezclaban, sin pudor alguno, Fallas valencianas con Semana Santa sevillana. Lo más salvable de este terrible bochorno es la presencia de Thandie Newton, actriz de belleza singular, y Richard Roxburgh, un malo de lujo con muchos recursos. Aunque mucho peor considerada por la crítica, esta segunda parte cumplió su objetivo: hacer más taquilla que su predecesora. Y puesto que aquí quien manda es Don Dinero, los productores, con más retraso del previsto, se embarcaron en 2006 en una tercera parte, todavía más arriesgada si cabe.
Perdidos por el espectáculo
Los encargados de darle forma a las nuevas aventuras de Ethan Hunt –M:i:III– serán esta vez los chicos de moda, J.J. Abrams, Roberto Orci y Alex Kurtzman, responsables de fenómenos como Alias o Fringe. Centrados en profundizar en la doble vida del agente Hunt, ahora a punto de casarse, y una misión de venganza que tal vez le cueste la vida de sus seres queridos. Más espectacular si cabe que las dos anteriores, Abrams compone un espectáculo intentando equilibrar acción con emoción. Al final los efectos digitales y las explosiones terminan por inundarlo todo y la parte familiar y emotiva queda anulada casi por completo. Aunque sí es de elogiar la presencia del mal, encarnado esta vez por un actor de talento como Philip Seymour Hoffman, que atornilla al personaje de Ethan Hunt arrastrándole hasta un verdadero precipicio emocional. Con un presupuesto que duplicaba al de la primera parte (150 millones de dólares) su recaudación fue la más baja de las tres, algo que no ha impedido ni a Cruise ni a sus productores embarcarse en una cuarta entrega.
Misión: comedia
Para Mision Imposible-Protocolo Fantasma, ya sin Paula Wagner en la producción, Cruise y Abrams han elegido a Josh Appelbaum y André Nemec –ambos guionistas de televisión, curtidos en series como Alias, Life on Mars o Happy Town– para construir una enrevesada trama de espionaje, como en las anteriores basada en espectaculares gadgets y secuencias de acción, pero salpicada –y esto sí es novedad– por un tono de comedia negra y burlona. Buena culpa de este giro lo tiene la presencia del británico Simon Pegg, que junto con Cruise, demuestran que Ethan Hunt y su equipo también pueden disfrutar con el ácido humor británico. Quizá el elenco de actores es lo más destacable de esta cuarta parte, donde nos encontramos con talentos dispersos, geográficamente hablando: desde Jeremy Renner –protagonista de En tierra hostil– hasta el sueco Michael Nyqvist –la cara de Mikael Blomkvist en la serie Millenium–, pasando por Josh Hollowoy –Sawyer en Lost–, Tom Wilkinson –Michael Clayton–, el indio Anil Kapur –Slumdog Millionaire– o la francesa Léa Seydoux. Un elenco de lujo para una de las producciones más caras de 2011.
+ Info.
martes, 13 de diciembre de 2011
"Jane Eyre", Brontë emocional
La primera pregunta que surge es por qué después de más de una docena de adaptaciones al cine, más otras tantas para la televisión, en Hollywood siguen apostando por repetir la experiencia de convertir de nuevo el relato de la mayor de las hermanas Brontë en una película con un más que discreto presupuesto. La respuesta, al menos en esta ocasión, está en el resultado: un relato cinematográfico excepcionalmente emocionante y dramático, capaz, como mínimo, de igualar las palabras de la novela de de Charlotte Brontë gracias a un insuperable guión singularmente estructurado, con una espléndida fotografía y con el ejemplar trabajo de sus intérpretes. Que es lo que sucede con esta adaptación de Jane Eyre sorprendentemente bien dirigida por Cary Joji Fukunaga. El nombre –por si no les suena, tomen buena nota porque apunta maneras– corresponde a un joven cineasta californiano –35 años–, de padre japonés y madre sueca, que habla español medianamente bien y que tan sólo ha dirigido dos largometrajes en su –prometedora y corta– carrera.
Su Jane Eyre, estrenada en España dentro de la sección Panorama del reciente Festival de Sitges, es visceral, apasionada y empática. Lo es, por el guión de Moira Buffini –suya es también la adaptación del cómic Tamara Drewe al cine– y lo es también por el estilo, el ritmo y una fotografía –no en vano Fukunaga ya había demostrado su talento como director de fotografía en un puñado de cortos– profundamente emocional, evocadora, realista y mágica al mismo tiempo, que nos traslada directamente al espíritu de la novela. Es quizá ese riesgo en su planteamiento y al mismo tiempo la humildad con la que nos lo presenta lo que ha permitido contar una historia de amor en un relato apasionante y conseguir que olvidemos que estamos ante una película de época, sin perder por ello ni un ápice de autenticidad.
El respaldo del guión y de la escenografía no sería nada sin la presencia de sus dos intérpretes, Michael Fassbender y Mia Wassikowska. Ambos actores de moda –a él le podemos ver en Un método peligroso, y a ella en Restless, estrenada esta misma semana–, demuestran que no han llegado hasta aquí por casualidad y que ambos tienen recursos y talento como para sostener a personajes tan complejos y viscerales como Eduard Rochester y Jane Eyre.
+ Info.
Su Jane Eyre, estrenada en España dentro de la sección Panorama del reciente Festival de Sitges, es visceral, apasionada y empática. Lo es, por el guión de Moira Buffini –suya es también la adaptación del cómic Tamara Drewe al cine– y lo es también por el estilo, el ritmo y una fotografía –no en vano Fukunaga ya había demostrado su talento como director de fotografía en un puñado de cortos– profundamente emocional, evocadora, realista y mágica al mismo tiempo, que nos traslada directamente al espíritu de la novela. Es quizá ese riesgo en su planteamiento y al mismo tiempo la humildad con la que nos lo presenta lo que ha permitido contar una historia de amor en un relato apasionante y conseguir que olvidemos que estamos ante una película de época, sin perder por ello ni un ápice de autenticidad.
El respaldo del guión y de la escenografía no sería nada sin la presencia de sus dos intérpretes, Michael Fassbender y Mia Wassikowska. Ambos actores de moda –a él le podemos ver en Un método peligroso, y a ella en Restless, estrenada esta misma semana–, demuestran que no han llegado hasta aquí por casualidad y que ambos tienen recursos y talento como para sostener a personajes tan complejos y viscerales como Eduard Rochester y Jane Eyre.
+ Info.
viernes, 9 de diciembre de 2011
"El gato desaparece", Sorin se pasa al thriller
Después de mostrarnos el realismo y la cotidianidad a través de películas como Historias mínimas, Bombón el perro o El camino de San Diego, el argentino Carlos Sorin, consiguió rescatar todos sus recuerdos cinematográficos, inspirados en clásicos como las Fresas Salvajes de Bergman, para plasmarlos en La ventana, un relato todavía más pausado y cotidiano que los anteriores. Quizá, desde entonces, el propio Sorin, consciente e intencionadamente decidido a no repetirse, ha querido buscar otros géneros y otros estilos. Fruto de esa búsqueda es su introducción en el mundo del thriller dramático con una historia aparentemente anecdótica en la que el terror se esconde la psique de sus dos protagonistas.
El gato desparece no es más que una fábula sobre los posos que deja la locura de un familiar, un marido, en las mentes de quienes le rodean, en este caso su esposa. El gato es, para el director, la luz de alarma, un semáforo en ámbar, que nos informa que nuestro cerebro no codifica correctamente la información y que todo puede saltar por los aires en cualquier momento. En ese interludio entre la supuesta normalidad y el desequilibrio, Sorin intenta describirnos a la pareja protagonista: Luis, un profesor que acaba de salir de su internado en un psiquiátrico, y su mujer, Beatriz, que no termina de convencerse de la curación de su esposo. Donatello, el gato de la casa, metáfora de la cordura y la cotidianidad reinante en el hogar hasta entonces, desaparece no sin antes mostrar su rechazo hacia el –supuestamente– recuperado Luis. Desde ese día, el fantasma de la sospecha y el miedo rondará en el subconsciente y los sueños de Beatriz.
El clima desasosegante que compone el cineasta consiste en trazar una línea constante que nos explique dónde está la normalidad y dónde la locura, y hacer que sus personajes caminen por ella cuerda floja una y otra vez, perdiendo el equilibrio pero sin derrumbarse del todo.
Nada tiene que ver esta historia con el cine al que nos tenía acostumbrados Sorin, pero en este giro temático y estilístico demuestra que con los mínimos recursos y el buen trabajo de los dos actores, Luis Luque y Beatriz Spelzini, es perfectamente capaz de construir una atmósfera de terror cotidiano de la que sus protagonistas no pueden escapar. Sin efectismos ni efectos, con la humildad que le caracteriza y una ausencia total de prepotencia, El gato desaparece es la esencia de Sorin explorando nuevos caminos. Un Sorin eficiente, tenso e hipnótico por momentos.
+ Info.
El gato desparece no es más que una fábula sobre los posos que deja la locura de un familiar, un marido, en las mentes de quienes le rodean, en este caso su esposa. El gato es, para el director, la luz de alarma, un semáforo en ámbar, que nos informa que nuestro cerebro no codifica correctamente la información y que todo puede saltar por los aires en cualquier momento. En ese interludio entre la supuesta normalidad y el desequilibrio, Sorin intenta describirnos a la pareja protagonista: Luis, un profesor que acaba de salir de su internado en un psiquiátrico, y su mujer, Beatriz, que no termina de convencerse de la curación de su esposo. Donatello, el gato de la casa, metáfora de la cordura y la cotidianidad reinante en el hogar hasta entonces, desaparece no sin antes mostrar su rechazo hacia el –supuestamente– recuperado Luis. Desde ese día, el fantasma de la sospecha y el miedo rondará en el subconsciente y los sueños de Beatriz.
El clima desasosegante que compone el cineasta consiste en trazar una línea constante que nos explique dónde está la normalidad y dónde la locura, y hacer que sus personajes caminen por ella cuerda floja una y otra vez, perdiendo el equilibrio pero sin derrumbarse del todo.
Nada tiene que ver esta historia con el cine al que nos tenía acostumbrados Sorin, pero en este giro temático y estilístico demuestra que con los mínimos recursos y el buen trabajo de los dos actores, Luis Luque y Beatriz Spelzini, es perfectamente capaz de construir una atmósfera de terror cotidiano de la que sus protagonistas no pueden escapar. Sin efectismos ni efectos, con la humildad que le caracteriza y una ausencia total de prepotencia, El gato desaparece es la esencia de Sorin explorando nuevos caminos. Un Sorin eficiente, tenso e hipnótico por momentos.
+ Info.
martes, 6 de diciembre de 2011
"Bag of Bones", miniserie en A&E según la novela de Stephen King
Adaptación del relato del mismo título del maestro del suspense y el terror, Stephen King, Bag of Bones llega a A&E con bastante expectación. El trailer contiene muchos de los elementos que rodean el misterioso y terrorífico universo del novelista.
Dividido en dos capítulos, el próximo domingo 11 de diciembre se estrena su primera parte. Ojalá cumpla las expectativas. De momento disfrutemos de este breve aperitivo en el que algunos de sus protagonistas –Pierce Brosnan y Melissa George– nos enganchan con los típicos comentarios de making off (aunque en la web de la cada hay más vídeos relacionados con el rodaje, que, como siempre, recomiendo ver pero después de haber disfrutado de la serie completa).
Dividido en dos capítulos, el próximo domingo 11 de diciembre se estrena su primera parte. Ojalá cumpla las expectativas. De momento disfrutemos de este breve aperitivo en el que algunos de sus protagonistas –Pierce Brosnan y Melissa George– nos enganchan con los típicos comentarios de making off (aunque en la web de la cada hay más vídeos relacionados con el rodaje, que, como siempre, recomiendo ver pero después de haber disfrutado de la serie completa).
domingo, 4 de diciembre de 2011
"Un método peligroso", duelo de psicólogos
A estas alturas de su vida, David Cronenberg ya no le tiene miedo a nada ni a nadie, cinematográficamente hablando. Esa es una de las razones por las que se ha atrevido a llevar a la pantalla las contenidas e intelectuales relaciones entre Carl Jung, Sabina Spielrein y Sigmund Freud.
Christopher Hampton, guionista de considerada reputación gracias a trabajos como Carrington, El americano impasible o Expiación, escribió Un método peligroso a mediados de los años ochenta tomando como base la novela de John Kerr A Most Dangerous Method. Su enorme interés por la psicología le llevó a documentarse sobre las extrañas vinculaciones, encuentros y conversaciones entre estos tres personajes justo en el momento en el que ellos eran los pioneros de una teoría revolucionaria, el psicoanálisis. Lo que comenzó como guión terminó convertido en The Talking Cure, una obra de teatro que se estrenó con éxito en el Nacional Theatre de Londres, con Ralph Fiennes en el papel de Jung, y más tarde en el guión de Un método peligroso por encargo del propio director.
Sorprende el interés de Cronenberg por una obra basada en las relaciones entre dos mentes brillantes, Freud y Jung, sus discrepancias emocionales y sus diferencias sociales y económicas, y en medio de ambos la relación amorosa entre el segundo y una de sus pacientes, Sabina Spielrein. Aunque si hacemos repaso de sus últimos trabajos nos encontramos con una trayectoria cada vez más interesada por la introspección y los dilemas morales de sus personajes –Una historia de violencia, Spider, Promesas del este–, algo con lo que se juega continuamente en Un método peligroso.
El guión de Hampton que nos traslada Cronenberg incide en la vida de los tres personajes y se nos presenta en varios momentos de sus respectivas vidas, siendo el más apasionante el encuentro entre Jung y Freud, y ahí es cuando el talento de dos grandes actores como Michael Fassbender –Jung– y Viggo Mortensen –Freud– consigue acaparar la tensión necesaria para que el espectador termine atrapado en las redes de una historia narrada sin efectismos ni abusos. Cronenberg presume en Un método peligroso de un cine esquemático, casi minimalista, empleando pocos movimientos y sugiriendo la música en muy pocas secuencias. Deja prácticamente desnuda su propuesta para que sean los actores y sus diálogos quienes tomen las riendas de la historia y manejen una película extraña e interesante que, aunque alejada del universo Cronenberg, no deja de sorprender.
Más impresionante la contención de Fassbender, tampoco desmerece la presencia de Keira Knightley o la del propio Viggo Mortensen, actor que estos días se deja la piel en nuestros escenarios con la obra Purgatorio junto a la también actriz Carme Elías.
+ Info.
Christopher Hampton, guionista de considerada reputación gracias a trabajos como Carrington, El americano impasible o Expiación, escribió Un método peligroso a mediados de los años ochenta tomando como base la novela de John Kerr A Most Dangerous Method. Su enorme interés por la psicología le llevó a documentarse sobre las extrañas vinculaciones, encuentros y conversaciones entre estos tres personajes justo en el momento en el que ellos eran los pioneros de una teoría revolucionaria, el psicoanálisis. Lo que comenzó como guión terminó convertido en The Talking Cure, una obra de teatro que se estrenó con éxito en el Nacional Theatre de Londres, con Ralph Fiennes en el papel de Jung, y más tarde en el guión de Un método peligroso por encargo del propio director.
Sorprende el interés de Cronenberg por una obra basada en las relaciones entre dos mentes brillantes, Freud y Jung, sus discrepancias emocionales y sus diferencias sociales y económicas, y en medio de ambos la relación amorosa entre el segundo y una de sus pacientes, Sabina Spielrein. Aunque si hacemos repaso de sus últimos trabajos nos encontramos con una trayectoria cada vez más interesada por la introspección y los dilemas morales de sus personajes –Una historia de violencia, Spider, Promesas del este–, algo con lo que se juega continuamente en Un método peligroso.
El guión de Hampton que nos traslada Cronenberg incide en la vida de los tres personajes y se nos presenta en varios momentos de sus respectivas vidas, siendo el más apasionante el encuentro entre Jung y Freud, y ahí es cuando el talento de dos grandes actores como Michael Fassbender –Jung– y Viggo Mortensen –Freud– consigue acaparar la tensión necesaria para que el espectador termine atrapado en las redes de una historia narrada sin efectismos ni abusos. Cronenberg presume en Un método peligroso de un cine esquemático, casi minimalista, empleando pocos movimientos y sugiriendo la música en muy pocas secuencias. Deja prácticamente desnuda su propuesta para que sean los actores y sus diálogos quienes tomen las riendas de la historia y manejen una película extraña e interesante que, aunque alejada del universo Cronenberg, no deja de sorprender.
Más impresionante la contención de Fassbender, tampoco desmerece la presencia de Keira Knightley o la del propio Viggo Mortensen, actor que estos días se deja la piel en nuestros escenarios con la obra Purgatorio junto a la también actriz Carme Elías.
+ Info.
viernes, 2 de diciembre de 2011
"Medianeras", amor virtualmente melancólico
Gustavo Taretto, tras haberse cimentado una carrera como cortometrajista, ha debutado de forma brillante con una historia perfectamente resuelta, ingeniosa en su planteamiento y entretenida en su desarrollo. Medianeras, adaptación del corto del mismo nombre y autor, es una melancólica historia de amor entre dos personajes, Mariana y Martín, cada cual más singular. Ambos son vecinos en esa ciudad perfecta y acertadamente definida en su prólogo, Buenos Aires, pero jamás se han cruzado. Sus vidas discurren de forma paralela al tránsito de la propia ciudad: mientras Martín sobrevive a sus neurosis –prácticamente todas las conocidas– gracias a las pastillas, la fotografía e internet, Mariana reconstruye su vida tras una desastrosa relación. La búsqueda del amor y las fórmulas para encontrarlo, y desencontrarlo, son las claves que Taretto plantea en Medianeras.
Dan vida a los dos protagonistas la española Pilar López de Ayala, forzando un acento argentino que –a nuestro justo entender– supera el examen con nota, y Javier Drolas, protagonista también del corto del mismo título. Los dos defienden con credibilidad y ternura a dos personajes escépticos, y bastante pesimistas, abocados a una búsqueda perpetua de su Wally amoroso.
Personaje fundamental, tal y como Taretto lo presenta en el filme, es la ciudad y su arquitectura: una ciudad "superpoblada, en un país desértico", construida de forma arbitraria, sin razón, sin sentido, por pura inercia, un edificio muy alto pegado a otro muy bajo, algo que le sirve también para ilustrar cómo es el alma del porteño: a veces reflexivo, a veces intuitivo y, muchas veces, irracional. Y de este modo, sin la presencia del autor –aquí guionista y director– ejerciendo de Deus ex machina, sería imposible que Mariana y Martín se cruzasen. Medianeras está construido sobre esa base y mantiene el ritmo, a veces excesivamente pausado, hasta el final. Inclinado más hacia la comedia que hacia el drama, su juego deambula entre la melancolía y el optimismo romántico. Porque al final, lo que cuenta, es que los dos protagonistas están diseñados para encontrarse. ¿Cuándo? Habrá que ver la película para averiguarlo.
+ Info.
Dan vida a los dos protagonistas la española Pilar López de Ayala, forzando un acento argentino que –a nuestro justo entender– supera el examen con nota, y Javier Drolas, protagonista también del corto del mismo título. Los dos defienden con credibilidad y ternura a dos personajes escépticos, y bastante pesimistas, abocados a una búsqueda perpetua de su Wally amoroso.
Personaje fundamental, tal y como Taretto lo presenta en el filme, es la ciudad y su arquitectura: una ciudad "superpoblada, en un país desértico", construida de forma arbitraria, sin razón, sin sentido, por pura inercia, un edificio muy alto pegado a otro muy bajo, algo que le sirve también para ilustrar cómo es el alma del porteño: a veces reflexivo, a veces intuitivo y, muchas veces, irracional. Y de este modo, sin la presencia del autor –aquí guionista y director– ejerciendo de Deus ex machina, sería imposible que Mariana y Martín se cruzasen. Medianeras está construido sobre esa base y mantiene el ritmo, a veces excesivamente pausado, hasta el final. Inclinado más hacia la comedia que hacia el drama, su juego deambula entre la melancolía y el optimismo romántico. Porque al final, lo que cuenta, es que los dos protagonistas están diseñados para encontrarse. ¿Cuándo? Habrá que ver la película para averiguarlo.
+ Info.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)