jueves, 30 de junio de 2011

"Algo prestado" y mil veces repetido

¿Hay algo peor que una comedia innecesaria, con un tema manido hasta la médula y previsible hasta en los títulos de crédito finales? Sí: que ese presunto y previsible final se hagan de rogar hasta la exasperación. Es lo que pasa, a grandes rasgos, en Algo prestado, una historia que, utilizando su propio título, toma prestado argumento, tramas, personajes, y hasta las poses de otras cientos de comedias al uso, entre las que destacan, por pioneras y originales, La novia de mi mejor amigo y la El día de la boda, ambas con el mismo protagonista, Dermot Mulroney.
Una lástima que, sin embargo, los productores no hayan querido tomar prestado de estas dos anteriore un cásting encabezado por actores de comedia más sólidos y creíbles. A cambio, Ginnifer Goodwin y John Krasinski hacen lo que pueden –más bien poco– frente a actores tan insustanciales como Colin Egglesfield, o a una Kate Hudson abocada a comedias intrascendetentes cortadas por el mismo patrón (quien por cierto, ya participó en una comedia al uso de corte sospechosamente similar). Y es que ninguno de ellos consigue encandilar, o al menos interesar, un poco en un guión tan soso como casi todos sus protagonistas.
Algo prestado está basado en una novela de Emily Griffin, aunque ni su guionista, Jenny Zinder –curtida en series como Las chicas Gilmore, Men in Trees o Mujeres de Manhattan–, ni su director Luke Greenfield –con 'hazañas' tales como Estoy hecho un animal o La vecina de al lado– , han sido capaces de dotar de la más mínima entidad a la historia.

"Los colores de la montaña", cine de ficción real

Es difícil, prácticamente imposible, no sentir frustración, desagravio e indignación –palabras que a muchos nos suenan a sinónimos cercanos estos días– después de asistir a este pequeño bocado de realidad colombiana. Los colores de la montaña provoca esos sentimientos y muchos más.

Sabemos que lo que estamos viendo es una ficción, pero nuestro sentido común, afilado y alerta, nos indica que se trata de una realidad que tiene muy poco ficción. Estamos en Colombia, en un pueblecito de las montañas de Antioquia. Allí la guerrilla obliga a los campesinos a enrolarse en sus filas: si no lo hacen deben huir o morir. Allí los paramilitares que luchan contra la guerrilla tampoco perdonan: si sospechan de ellos, les matan. Allí los niños acuden a la escuela cuando pueden, porque no siempre hay profesora. Y cuando la tienen, lo hacen todos juntos porque no hay dinero para separar a los de 1º de los de 4º. Allí juegan al fútbol en un pradera, rodeados por un campo plagado de minas anti-persona.

Esa es la realidad en la que vive Manuel y sus amigos, y es la que ha intentado relatar Carlos César Arbeláez, en Los colores de la montaña. El guión, nacido en principio para un corto fue creciendo poco a poco, hasta tomar la forma de un largo. El director y guionista dice sentirse influido por el cine de Abbas Kiarostami, especialmente por A través de los olivos. Sin embargo, la percepión es que en su cine, por estilo, contenido y formas, planea la presencia del iraní Bahman Ghobadi y Las tortugas también vuelan. Arbeláez es en realidad un loco. Un loco genial y valiente que ha tenido el coraje de atreverse a hacer cine en Colombia –comenzó a trabajar la película en 2004–, por tratar el tema de la forma en que lo trata y por romper dos de las normas Hitchcockianas por excelencia: trabajar con niños y perros, y salir indemne de semejante hazaña.

Los colores de la montaña tiene carencias, por supuesto. Muchas de ellas técnicas. Se aprecia la falta de tiempo a la hora de rodar determinadas secuencias, así como ciertas dificultades –en ocasiones demasiado evidentes– de algunos de sus actores debido a una frágil vocalización. Pero al margen de eso, la película se sostiene y profundiza con temple en el terreno de la emoción. Fruto de ese trabajo han sido los premios recibidos por la película, entre los que destaca el Premio Kutxa-Nuevos Directores en el Festival de San Sebastián de 2010.

miércoles, 29 de junio de 2011

"El viaje del director de recursos humanos", cine sin prejuicios.

El director de recursos humanos es tal vez uno de esos cargos contra el que todo trabajador suele descargar odios e insultos. Es la bestia negra, un cargo nacido para ser odiado. La razón, evidente, es que más que para contratar, su principal tarea es afrontar la tan manoseada flexibilidad laboral de la empresa, eufemismo tras el que se esconde siempre un buen número de despidos.

Eran Riklis, director de películas sobradamente premiadas como La novia siria (2004) o Los limoneros (2008), ha querido redimir –no a su profesión, pero sí al protagonista– al director de recursos humanos de una de las panaderías más grandes de Jerusalem. Separado de su esposa y abocado a una rutinaria vida de oficina, el ejecutivo debe enfrentarse a un hecho inusual: una de sus empleadas, Yulia, una emigrante rumana, ha muerto víctima de un atentado. En la empresa nadie sabía que había sido despedida hacía un mes, y ahora la prensa israelí, que se ha hecho de la historia, está a punto de empañar la imagen de la empresa. El encargado de lavar los trapos sucios, será, como no, el director de recursos humanos. A él le corresponderá la tarea de devolver el cuerpo sin vida de su ex empleada hasta Rumania en un viaje que le servirá, además, para reencontrarse con su parte más humana y solidaria.

El viaje del director de recursos humanos, adaptación de la novela de Abraham B. Jehoshua, juega a ser una road movie que cabalga sobre lo tragicómico de sus personajes, combinando en su justa medida drama, tragedia y ciertos destellos de comedia, para terminar retratando de forma acertada el espíritu de una Rumanía rural abandonada a su triste suerte. Eso, y la soberbia interpretación de Mark Ivanir, actor que ya ha dejado su huella en Hollywood –La lista de Schindler, La terminal y El buen pastor– y que demuestra aquí sus mejores aptitudes para profundizar con entereza en las orillas de la comedia negra. Un relato que psicoanaliza a partes iguales la culpa y la visión que la sociedad israelí tiene del resto del mundo.

"¡Qué dilema!", comedia absurda e innecesaria

¡Qué dilema! sigue los dictados de la comedia comercial americana, es decir ese perfil de películas en las que sus protagonistas son actores cultivados y sobradamente conocidos dentro de dicho género, y con historias casi siempre cercanas a las relaciones de pareja, pero cuyos contenidos suelen resultar inocuos para el gran público, entre otras razones porque su final es más previsible que el Titanic.

El punto de partida –Ronny descubre que la esposa de su mejor amigo Nick se la está pegando con un jovencito– tiene un origen similar al de la francesa Pequeñas mentiras sin importancia. Pero mientras en ésta última las mentiras más que importantes resultan reveladoras, en la que nos ocupa, el juego de secretos funciona como comedia de enredo a medio gas y con escaso interés.

¡Qué dilema! padece el mismo virus que coetáneas como Carta blanca, que no es otro que la ausencia de riesgo. Es decir, apostar un poco por el drama y quedarse a medio camino de la auténtica comedia gamberra. Y lo frustrante es que teniendo elementos para ello –actores como Vince Vaughn, Kevin James, Winona Ryder, Jennifer Connelly o una interesante, aunque previsible, trama de cuernos– su director, Ron Howard, ha optado por el camino fácil, el de no complicarse la vida y ofrecer un espectáculo blanco que interese lo justo, pero sin perturbar la mente del espectador. No podemos pedirle genialidades tampoco a un director acostumbrado a mostrarnos la cara dulce de la vida y que apenas aportó nada en sus previsibles adaptaciones de El Código da Vinci y su secuela Ángeles y demonios. Aunque en su defensa podemos decir que esta incursión en la comedia de enredo le ha permitido llevarse un buen tajo de la taquilla USA.

martes, 21 de junio de 2011

Primera imagen de Tom Cruise en "Rock of Ages"


Tom Cruise es el protagonista de Rock of Ages, película basada en el musical de Chris D'Arienzo, y que dirige estos días Adam Shankman (Hairspray, 2007). La historia nos traslada a los años ochenta cuando grupos como  Bon Jovi o Whitesnake eran los reyes del mercado musical.
Junto a Cruise también veremos a Paul GiamattiMalin AkermanRussell Brand,Alec BaldwinCatherine Zeta- JonesBryan Cranston y la cantante Mary J. Blige. En la fotografía vemos la metamorfosis física a la que ha debido someterse Cruise para conseguir la melena al viento y el grado de musculación de las estrellas del heavy. En los cines la veremos dentro de un año. Con que sea un 10% mejor que Rock Star me daría por satisfecho. 


lunes, 20 de junio de 2011

"Toma mi alma", un Wes Craven de serie sub-B

Wes Craven es lo que es: un director que ha dado al género de terror dos momentos, que sin ser brillantes, al menos si le han permitido avanzar y modernizarse. Pesadilla en Elm Street y Scream son sus dos vástagos, los más importantes, los únicos importantes. Y aunque no podemos menospreciar dos trabajos como Vuelo nocturno, una historia con un ritmo y una tensión envidiables, ni su segmento de Paris je t’aime, para un genio de semejantes características, pretender algo más es matar moscas a cañonazos. Por eso no podemos pedirle demasiado a estas Almas condenadas, una película que parece construida con cuatro recortes de aquí y de allá, muchas prisas, algo de desgana, y sobre todo, buscando la inmediatez de una buena taquilla. A pesar, o mejor dicho, a su pesar, de estar escrita también en solitario –es lo que dicen los créditos– por el propio Craven, algo que no ocurría desde 1991 con El sótano del miedo.

Por eso es bueno advertir al espectador que se trata de un relato menor, un ejemplo de cómo algunos productos –vengan de quien vengan– no deberían traspasar el umbral de la televisión. De entrada, apenas hay intriga o interés en el arranque de esta historia, algo fundamental que un maestro como Craven ya debería haber aprendido de sus dos grandes obras. Avanzada la historia, y una vez presentados los personajes, ni siquiera nos importa el cómo o el porqué: lo único que cuenta aquí es el final, o dicho de otro modo, en cuál de esas siete almas condenadas –todas adolescentes– se ha escondido el asesino.

Con un guión tramposo y una indefinición del malo de la historia, al que ni siquiera se le concede el beneplácito de una iconografía propia –al estilo Freddy o Ghostface– todo parece abocado a los consabidos sustos y a los minutos finales. La película está resuelta con eficiencia en cuanto a estilo, realización y dirección de actores, nada sorprendente en un director tan curtido en cine y televisión. Pero no vamos a desvelar mucho más porque seguro que el sello Wes Craven servirá de reclamo para que su club de fans desfile por las salas para dar rienda suelta a sus terroríficas emociones.

"El árbol", cine francés pausado y emocionante rodado en Australia


A la cineasta francesa Julie Bertuccellli le ha tocado –cuestiones de fechas de la distribuidora– estrenar su segunda y emotiva película, El árbol, frente a la todopoderosa máquina de hacer dinero hollywodiense  que es la franquicia de los X-man y su precuela. Afortunadamente el cine de Bertuccelli requiere de paladares más sensibles y exquisitos, acordes a su forma pausada pero eficiente de narrar.

El árbol adapta la novela Padre nuestro que estás en los cielos de la autora Judy Pascoe. Utilizando como referencia sus vivencias infantiles, retrata el proceso de superación al que se enfrenta una mujer –y sus cuatro hijos– tras haber perdido a su marido de un ataque al corazón. En medio de un paisaje australiano que resulta tan bello como inhóspito y aislado, la familia debe sobrevivir a la ausencia. Una de sus hijas, la pequeña Simone, comienza una extraña relación de apego y cariño con el árbol que rodea su casa, vínculo del que también formará parte su madre, Dawn. El árbol se convertirá para madre e hija en un símbolo de la no aceptación de la muerte, hasta el punto de formar parte de sus vidas.

Por estilo y ritmo –sus composiciones de plano, la cámara como observadora del paisaje, sus movimientos pausados– la directora deja entrever la escuela adquirida trabajando como ayudante de dirección de genios como Otar Iosseliani (Brigands, chapitre VII), Kieslowski (Azul) o Tavernier (La carnaza). La pérdida, el dolor, la muerte y la forma en la que una familia se enfrenta a ellas, son las claves para entender este alegato a favor de la vida y el amor, con el que la directora y guionista ha conseguido una emocionante y dramática historia.
Entre sus actores, encomiable el trabajo de contención de Charlotte Gainsbourg –hija de Serge y de Jane Birkin– y de Marton CsokasEl Señor de los Anillos, El mito de Bourne– , así como de la pequeña co-protagonista Morgana Davies.

martes, 14 de junio de 2011

"Hanna", inocente y letal

Hanna es un híbrido, modelo tres en uno, inspirado –como mínimo– en otros tantos personajes distintos y distantes. Su aspecto infantil y primitivo remite a una representación del mito del pequeño salvaje con el que nos deleitó Truffaut, reconvertido aquí en el de una niña criada en los bosques finlandeses y acostumbrada a un modelo de vida natural basada en la ley del más fuerte. Hanna es también una especie de Frankenstein de laboratorio, creada con un cóctel variado de ADN –algo que el director nos anticipa, pero que su protagonista desconoce–, una criatura impaciente y curiosa en un mundo tecnificado y violento. Y Hanna será también una especie de pequeño Bourne moderno, una niña inocente y letal al mismo tiempo.

Su director, Joe Wright, ha querido dotar a su protagonista de un halo postmoderno y singular, utilizando –muchas veces abusando– un montaje basado en la música tecno y en los planos circulares. El resultado es una especie de tortura musical que rodea a una mística vacua, y que convierte la película en una historia mucho más convencional de lo que pretendían sus productores.

Por estética, y también por argumento, Hanna simula ser un capítulo de lujo de Expediente-X, lo que no es decir poco. Pero en su beneficio cuenta con tres actores soberbios: su protagonista, Saoirse Ronan, un desperdiciado Eric Bana y una Cate Blanchett un tanto caricaturesca pero siempre solvente. Con ellos y tras la primera hora, nos queda la sensación de que esto podría –y debería– haber dado para mucho más. Aún así, el entretenimiento está asegurado, gracias, como he mencionado, a la mirada hipnótica de su protagonista, Saroise Ronan, cuya esencia surge como un torrente cuando su personaje es sometida a un intensivo interrogatorio. Pero para saber de lo que hablo, inevitablemente, tendrán que ver la película.

domingo, 12 de junio de 2011

"Insidious", terror que apela a los clásicos


James Wan, creador de ese fantasmagórico personaje llamado JigsawSaw– un espectro sádico capaz de someter a sus víctimas a un campeonato interestelar de torturas, vive de las rentas y bajo la sombra de tan siniestra como acertada creación. Sus trabajos anteriores, Sentencia de muerte y Silencio desde el mal, así lo atestiguan. En Insidous, Wan, ha intentado dar un paso adelante intentando definir un terror menos físico y más psicológico, interiorizado en la frágil mente de un niño.
Y aunque el resultado es menos brillante de lo que se nos promete durante la primera hora, no por ello deja de ser interesante.  La película se presenta como un producto perfectamente definido que cumple con todas las expectativas del género y que bebe directamente en dos clásicos como Poltergeist y El Ente. De la primera –hasta se permite homenajear a Zelda Rubinstein, la médium enana– recoge ese profundo alegato en defensa de la familia como pilar fundamental de la sociedad actual, así como la búsqueda del hijo perdido en un mundo de almas diabólicas. El espíritu frustrante de la lucha contra lo desconocido y el uso no abusivo del efectismo y los trucos digitales provienen directamente de El Ente, buena prueba de ello es la presencia de la protagonista de aquel, Barbara Hersey.
Desasosegante durante buena parte de su metraje, estremecerá al espectador y quizá se convierta en un clásico de culto para las generaciones actuales, más distantes de las pioneras del terror de los 80 y a las que parece sólo se les puede convencer a golpe de remake. Un acertado cásting encabezado por Rose Byrne en el papel de madre y por el, siempre inquietante, Patrick Wilson en el de padre, dan forma a uno de los pocos trabajos dignos que el terror ha tenido a bien ofrecernos la cartelera en lo que va de año.

viernes, 10 de junio de 2011

Promoción de "Hermanos"

La distribuidora de Hermanos, Wanda, en colaboración con la Fundación Santa Teresa, ha tenido el detalle de regalarnos una botella de ron añejo. Os aseguro que este "detalle" no va a influir en absoluto en mi criterio. Entre otras cosas porque no pienso tocar la botella hasta que no haya terminado el artículo. En cualquier caso, gracias Yolanda, gracias Fundación Santa Teresa.

jueves, 9 de junio de 2011

Primeras imágenes de la 2ª temporada de "THE WALKING DEAD"

Cortesía de Fox, unas fotos de la nueva temporada de The Walking Dead. Obviamente sí, son zombis.

Photo by Gene Page and Greg Nicotero © TWD Productions LLC. All rights reserved

miércoles, 8 de junio de 2011

"Nowhere boy", de cuando John Lennon fue adolescente

El 8 de diciembre de 1980 un loco mataba a tiros, a la puerta de su casa en el edificio Dakota de Nueva York, a uno de los mejores músicos de nuestra era, convertido ya en auténtico icono del movimiento pacifista. La muerte de John Lennon, además de arrebatarnos su presencia, su música y sus ideas, dejaba sin cerrar algunas parte importantes de su vida.

La directora Sam Taylor-Wood ha intentando darle respuesta, de forma parcial, adaptando la biografía de una de las hermanas de Lennon, Julia Baird, para debutar en el mundo del largometraje con un resultado desigual. Nowhere boy no es estrictamente un biopic, por mucho que se insista, ya que se limita a resumir una parte de los años adolescentes del Beatle. Su intención es recorrer, casi en forma de anecdotario, algunos de los momentos fundamentales de su vida: el descubrimiento de la guitarra, su enfermiza admiración por Elvis Presley, sus gustos musicales compartidos con su madre, etc. Y al mismo tiempo profundizar en las carencias paterno-filiales, ya que como muy bien documenta la película, Lennon pasó una gran parte de su infancia y adolescencia en casa de su tía Mimi. No vamos a desvelar uno de los aspectos sobre los que intenta dar luz la película –algo accesibel en libros y cientos de páginas de Internet– y que termina lastrando su ritmo. Quizá si el guión hubiese evitado ese intento desesperado por ajustarse milimetricamente a los hechos, Nowhere boy habría sido más fiel al espíritu del cantante. Es el pecado de muchas adaptaciones que terminan en tierra de nadie, quizá porque como se ha dicho tantas veces, para ser fiel a su espíritu hay quer ser infiel a la novela.

Sam Taylor-Wood cuenta con la ventaja de haber trabajado con dos grandes actrices: Anne-Marie Duff, y Kristin Scott Thomas en sus respectivos trabajos de madre y tía de John. Muy distinto es el trabajo de Aaron Johnson, actor que da vida a un Lennon un tanto excedido en tamaño, altura y peso, dados sus escasos quince años, algo que contrasta con la figura de un Paul McCartney representado por un escuálido Thomas Brodie-Sang. Pese a ese handicap –Johnson tiene ya 20 añitos–, consigue cierto punto de emoción y credibilidad a partir de su actitud chulesca y musical.

En su conjunto Nowhere Boy aporta más bien poco a la figura del músico, aunque sirve como apunte histórico para que no olvidemos a uno de los mejores grupos de la historia de la música.

lunes, 6 de junio de 2011

Un poco de Ricardo Darín es mucho

Presentación en los cines Princesa de Madrid de la película Un cuento chino.
De izquierda a derecha, Gerardo Herrero (productor), Ricardo Darín (protagonista), Elsa martínez (agente de comunicación) y Sebastián Borensztein (director).

"El castor", Mel Gibson de rehab

No sabemos si existen las películas rehab –como se llama en inglés al proceso de rehabilitación tras los excesos con drogas y/o alcohol–, de hecho no sabemos si eso es lo que ha intentado la co-protagonista y directora de esta extraña historia, Jodie Foster, con Mel Gibson. Lo que sí sabemos es que El castor no pasará a la historia como una de las mejores películas de ambos.

El castor está escrita por Kyle Pillen, guionista que ha desarrollado una corta carrera en la televisión y que debuta aquí en el cine, y en ella narra la caída y, por supuesto, redención de Walter Black, el dueño de una empresa de juguetes víctima de una compleja crisis de identidad que le dejará en la ruina personal: los hijos no le quieren, su esposa se ha cansado de un hombre que se pasa el día durmiendo y su empresa está a punto de quebrar. Todo eso hasta que un buen día se da de bruces con un peluche de castor que tomará las riendas de su vida y de su negocio. En realidad no se trata más que una estrategia del propio Walter para distanciarse de esa piltrafa humana en la que se había convertido y, de esa forma, reinventarse un nuevo yo.

Dejando al margen el componente psicopedagógico de este modelo de singular terapia, lo cierto es que el guión siempre va por detrás del espectador, y que prácticamente todas las tretas empleadas por director y guionista para avanzar en la historia surten muy poco efecto. A nivel narrativo, lo mejor de El Castor es su capacidad para profundizar en el subconsciente de un adolescente -el hijo del protagonista- con una extraordinaria capacidad para copiar estilos de escritura, así como la atípica e interesante relación que se establece con la reina del instituto. El resto, se lo debemos a un acertadísimo cásting –Antón Yelchin y Jennifer Lawrence dan vida a estos últimos personajes– en el que destacan, además de los ya citados, Mel Gibson y Jodie Foster, el pequeño protagonista que da vida al hijo pequeño de Walter, el debutante Riley Thomas Stwart.

jueves, 2 de junio de 2011

"Senna", una de las mejores películas del año

Hay dos momentos en este emocionante documental –momentos que muchos se perderán por encontrarse en los prescindibles, para ellos, títulos de crédito finales– que resumen a la perfección la personalidad del singular piloto brasileño: en uno de ellos, metáfora de su tensa relación, los coches de Alain Prost y Ayrton Senna friccionan hasta el punto de hacer saltar chispas por el asfalto; en el segundo Senna aparca su bólido en el arcén del circuito y corre desesperado –ajeno al peligro – a socorrer a un piloto que se ha quedado en medio de la pista tras un accidente. Así era Senna, competitivo, luchador, buscando siempre el triunfo, pero también solidario, amigo y un firme defensor de la seguridad de sus compañeros.

Asif Kapadia, ganador en 2001 del la Concha de Oro en San Sebastián con El Guerrero, nos descubre una parte de la verdad –probablemente muchísimo más compleja– que se escondía tras la figura de uno de los mejores y más arriesgados pilotos que ha dado la Fórmula uno. Procedente de una familia acomodada brasileña, tuvo que ganarse el respeto de sus compañeros de profesión, para quienes su presencia respondía más a la de un niño pijo que a la de un auténtico piloto vocacional. Pero Senna supo ganarse a sus equipos con el corazón y sobre todo con un estilo de pilotar que le convirtió en ocasiones en un kamikaze del asfalto mojado. Todo eso lo ha sabido trasladar con mimo y muchísima emoción el director, a quien además hay que agradecerle que haya optado por un tono narrativo en off, haciendo que las entrevistas y los testimonios aparezcan, pero utilizando únicamente la voz de los protagonistas. Un eficaz montaje de algunos de sus mejores momentos en la pista junto con un interesantísimo y revelador material inédito, son también los elementos utilizados por Kapadia para completar su excelente retrato del piloto brasileño.

Senna es un testimonio único, un trabajo brillante que emocionará a los seguidores del mundo de las carreras y fascinará al resto del público: un ejemplo del buen momento que vive el cine de no-ficción, del que también tenemos películas como Inside Job o Let’s Make Money.