Como reza su título, Cowboys & Aliens es, más que un intento, una pirueta para conjugar dos géneros tan distantes, temporalmente hablando, como el western y los aliens. Basada en el cómic del mismo título del ilustrador y directivo de Platinum Studios, Scott Mitchell Rosenberg, su adaptación a la pantalla ha querido jugar en las ligas mayores y para ello ha contado con Steven Spielberg en la producción, los creadores de Lost, Alex Kurtzman y Roberto Orci –entre otros, ya que el guión ha pasado por muchas manos antes de esta versión definitiva– como guionistas y se ha dejado unos cuantos millones contratando a dos estrellas del calibre de Harrison Ford y Daniel Craig.
El resultado de tan extraño cóctel es una historia de aventuras bastante más entretenida que la media del cine de superhéroes y sostenida básicamente por la fuerza del western, que al final es, de los dos géneros, el que domina la pantalla. Desde su arranque el director Jon Favreu –actor y responsable también de los dos Ironman– deja claro la cantidad de homenajes que vamos a presenciar, con un personaje que bebe directamente en las fuentes del John Wayne más áspero o del Clint Eastwood más silencioso, y con un argumento que recuerda –descarada y sospechosamente– al de Centauros del desierto.
Jake Lonergan es un cowboy y pistolero de pocas palabras al que da vida el impasible Daniel Craig. Su enfrentamiento con el personaje interpetrado por Harrison Ford es antológico, por lo que ambos representan: Ford el heroe aventurero, socarrón y pendenciero de los 80 y principios de los 90, Craig el vengador silencioso, sofisticado y tecnificado. Y entre ambos el guión de un western que les sitúa y en el que ambos se defienden a la perfección, con una historia en la que también resalta la belleza del personaje de Olivia Wilde. Pero, –sí, tenía que haber alguno– cuando el otro género, es decir los aliens, hace acto de presencia todo se vuelve más difuso y la narración muta para intentar convencernos de quienes son los malos de verdad. El problema, como suele suceder, es la falta de entidad en este equipo de aliens, convertidos aquí en elementos con poca sustancia y a los que sólo llegamos a conocer en las miles de pasadas que sus naves realizan por encima de las cabezas de nuestros héroes. Aunque para entonces Ford, Craig, Wilde y compañía ya se han ganado nuestro corazón y lo que importa de verdad es que todo el sufrimiento –el final– sea rápido y lo menos doloroso posible.
Cinematográficamente la película respeta más reglas de las que rompe y con eso, y con algo de efectismo digital, todo queda en su justo lugar, que es el del entretenimiento sin más. Sirve, además, para que echemos de menos el western en nuestras pantallas, que es lo mejor de esta película y por lo que sus productores y guionistas deberían haber apostado al cien por cien, aunque para ello hubiesen traicionado el espíritu del propio cómic.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
domingo, 25 de septiembre de 2011
"Destino final 5", la autoparodia como objetivo
Si el destino no lo remedia de nuevo, puede que este no sea el final de una saga que va ya por su cuarta secuela. El argumento, por si todavía no se han enterado, va de unos jovenzuelos que, tras haber salido indemnes de un accidente que podría, o más bien debería haberles costado la vida, tienen que enfrentarse uno a uno a una muerte segura. Esta era la trama de la original que dirigió allá por el 2000 James Wong, que se ha repetido hasta la saciedad en todas sus secuelas y que regresa, con la fuerza y el reclamo del 3-D, en esta quinta parte.
De entrada sorprende que una película de terror adolescente en la que no hay un enemigo público visible –tipo Ghostface, Jason o Jigsaw– haya conseguido unos resultados comerciales tan eficientes durante once años y cinco películas. Porque, por si no se han dado cuenta, en Destino final 5 –y en las anteriores– el mal está personificado en un ente abstracto y ausente, la muerte, que ni siquiera necesita tomar forma, ya sea corpórea o etérea.
Steven Quale, director y alumno aventajado de James Cameron, para quien ha dirigido segundas unidades en películas como Titanic o Avatar, exprime todo el jugo a unos efectos digitales que se conforman como parte fundamental de la acción, nutriendo las carencias y las lagunas provocadas por una ausencia casi total de guión.
Con la ausencia de un antagonista evidente y el reduccionismo en su parte argumental –los personajes aparecen por arte de magia, sin presentación ni explicación, prácticamente caídos del cielo–, el interés del filme reside en saber cuán extravagante y singular va a ser la concatenación de hechos capaz de conseguir la muerte de cada uno de sus protagonistas. Y el mecanismo funciona de tal modo que Destino final termina infectándose del mismo virus que su prima-hermana Scream 5: así, donde antes había terror ahora sólo queda pseudo parodia y humor negro. Y lo que debería provocar angustia y miedo termina produciendo grandes y vacías carcajadas. Eso y también un profundo desinterés. Entre otras razones porque una película así concebida resulta, como mínimo, una enorme pérdida de tiempo. Salvo, eso sí, a los muchos fans de la saga, que seguro la disfrutarán.
De entrada sorprende que una película de terror adolescente en la que no hay un enemigo público visible –tipo Ghostface, Jason o Jigsaw– haya conseguido unos resultados comerciales tan eficientes durante once años y cinco películas. Porque, por si no se han dado cuenta, en Destino final 5 –y en las anteriores– el mal está personificado en un ente abstracto y ausente, la muerte, que ni siquiera necesita tomar forma, ya sea corpórea o etérea.
Steven Quale, director y alumno aventajado de James Cameron, para quien ha dirigido segundas unidades en películas como Titanic o Avatar, exprime todo el jugo a unos efectos digitales que se conforman como parte fundamental de la acción, nutriendo las carencias y las lagunas provocadas por una ausencia casi total de guión.
Con la ausencia de un antagonista evidente y el reduccionismo en su parte argumental –los personajes aparecen por arte de magia, sin presentación ni explicación, prácticamente caídos del cielo–, el interés del filme reside en saber cuán extravagante y singular va a ser la concatenación de hechos capaz de conseguir la muerte de cada uno de sus protagonistas. Y el mecanismo funciona de tal modo que Destino final termina infectándose del mismo virus que su prima-hermana Scream 5: así, donde antes había terror ahora sólo queda pseudo parodia y humor negro. Y lo que debería provocar angustia y miedo termina produciendo grandes y vacías carcajadas. Eso y también un profundo desinterés. Entre otras razones porque una película así concebida resulta, como mínimo, una enorme pérdida de tiempo. Salvo, eso sí, a los muchos fans de la saga, que seguro la disfrutarán.
sábado, 24 de septiembre de 2011
"El perfecto anfitrión", semi entretenido semi-thriller
Ver a David Hyde Pierce, actor conocido básicamente como hermano en la ficción televisiva del psiquiatra Frasier Crane, en un registro diferente, y distante, de esa misma comedia y además en el cine, resulta casi un milagro. Y es que Hyde Pierce es un actor con mayúsculas que hasta ahora ha dedicado casi todo su talento –el que le han dejado los once años que le ha dedicado a la serie Frasier– a ponerle voz a una buena cantidad de animaciones, desde El planeta del tesoro, hasta Osmosis Jones pasando incluso por El Hombre Pez de Hellboy. A eso y a otro paquete de comedias a medio gas tipo Ella es única o Abajo el amor en las que el actor se ha dedicado a dar vida a secundarios más o menos cómicos que poco o nada nuevo han aportado a su carrera.
De ahí las expectativas en una cinta como El perfecto anfitrión, una historia que, a priori, simula ser un vehículo construido para expreso lucimiento del actor. Y así resulta durante la primera hora, es decir, mientras se mantiene el misterio y el espectador asiste a un espectáculo de thriller con toques de cierto humor negro. Ahí David Hyde Pierce da lo mejor de sí mismo construyendo a un psicópata inadvertido que se las verá con un ladrón en un espectáculo digno de Adivina quien viene esta noche.
Por desgracia las buenas intenciones se diluyen al cabo de esa hora y lo que podría haber sido un espectáculo más próximo al terror psicológico se convierte en una trama de un vulgar telefilme. Pero con todo, El perfecto anfitrión, no defrauda, entre otras razones porque no hay pretenciosidad en su planteamiento y su apuesta es arriesgada e interesante, al principio. Otros autores, como por ejemplo Jonathan Glazer y su Sexy Beast, llevaron su juego de cena con invitado sorpresa hacia el terreno del noire gangsteril y quizá por eso su resultado fue más interesante y también más eficiente. Sin embargo el novel Nick Tomnay y su guionista Krishna Jones han apostado por un extraño enredo que convierte su final en algo desconcertante por insostenible e inesperado.
De ahí las expectativas en una cinta como El perfecto anfitrión, una historia que, a priori, simula ser un vehículo construido para expreso lucimiento del actor. Y así resulta durante la primera hora, es decir, mientras se mantiene el misterio y el espectador asiste a un espectáculo de thriller con toques de cierto humor negro. Ahí David Hyde Pierce da lo mejor de sí mismo construyendo a un psicópata inadvertido que se las verá con un ladrón en un espectáculo digno de Adivina quien viene esta noche.
Por desgracia las buenas intenciones se diluyen al cabo de esa hora y lo que podría haber sido un espectáculo más próximo al terror psicológico se convierte en una trama de un vulgar telefilme. Pero con todo, El perfecto anfitrión, no defrauda, entre otras razones porque no hay pretenciosidad en su planteamiento y su apuesta es arriesgada e interesante, al principio. Otros autores, como por ejemplo Jonathan Glazer y su Sexy Beast, llevaron su juego de cena con invitado sorpresa hacia el terreno del noire gangsteril y quizá por eso su resultado fue más interesante y también más eficiente. Sin embargo el novel Nick Tomnay y su guionista Krishna Jones han apostado por un extraño enredo que convierte su final en algo desconcertante por insostenible e inesperado.
viernes, 23 de septiembre de 2011
"Dinero fácil", negro, inteligente y sueco
Lapidus, el novelista, concibió Dinero fácil como primera parte de La Trilogía Negra de Estocolmo, y muy pronto se convirtió en un auténtico best seller. Y más o menos eso es lo que también sucedió con la película, que el año pasado llegó a ser la más taquillera en Suecia, con más de 500.000 espectadores.
Dinero fácil es una historia de cine negro enmarcada en un mundo moderno en el que los valores retratados por maestros literarios como Dashiell Hammet o Raymond Chandler, o cinematográficos tipo John Houston o Robert Siodmak, están plenamente vigentes. La codicia, la venganza, el dinero, la amistad, y el amor, son ingredientes de una relato presentado a través de los ojos de un joven estudiante de empresariales, que desdobla su vida en un vano intento por convertirse en humilde aspirante a pijo con ínfulas de rico playboy. Relato coral, merced a un creíble reparto de mafiosos, sediciosos y sicarios, establece diferencias y distancias morales con el cine americano moderno ya que aquí además de los blancos y los negros también existen los grises. Eso, su inexistente moralina y una realización próxima al estilo de series como The Shield, hacen de esta película un producto singular –rodada en sueco , serbio, español, inglés y alemán– al que merece la pena prestar atención. Que es lo que han hecho los hollywodienses hermanos Weisntein, productores que ya han encargado al mismo Daniel Espinosa la dirección de Safe House, un policiáco protagonizado por Denzel Washington y Ryan Reynolds, y que ya tienen en marcha el remake USA de su interesante relato sueco.
Una pena que una película de cine negro moderno quede olvidada en un estreno veraniego, poco y mal promocionado. Por eso desde aquí no nos cansaremos de recomendarla a todos los cinéfilos.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
"Unforgettable", policía con memoria de elefante
Hablábamos ayer de Homeland, un piloto de lo que puede ser el trampolín definitivo de Damien Lewis, y hoy comentamos el estreno de otro nuevo policíaco. Se llama Unforgettable, sus creadores son John Belluci y Ed Redlich, lo emite y produce la CBS y no tiene nada que ver con la melosa y romántica canción de Nat King Cole.
Para ubicarnos, podemos decir que su pariente más cercano –televisivamente– de Unforgettable podría ser The Listener, aquel conductor de ambulancias con un sentido especial que le permitía saber lo que la gente pensaba. Su argumento, basado en hechos reales, describe la vida de Carrie Wells, una ex detective que padece, o posee, hipertimesia, una capacidad que le permite recordar hasta el mínimo detalle de un día cualquiera de su vida. Tal y como explican en las promociones de la serie, sólo seis personas en los Estados Unidos están dotadas con esta cualidad (ocho casos conocidos en todo el mundo).
La protagonista es Poppy Montgomery, actriz a la que hemos visto –de rubia– como la agente del FBI Samantha Spade en la desaparecida serie Sin rastro (Without a trace). Junto a ella Dylan Walsh, otra estrella de la televisión, protagonista de Nip Tuck, Michael Gaston –visto también en El Mentalista y Damages–, Kevin Rankin –Justified– y Daya Vaidya. La serie se puede localizar en Internet, ya que se trata de un piloto filtrado, y como Homeland promete. Dejo una promo de muestra.
Para ubicarnos, podemos decir que su pariente más cercano –televisivamente– de Unforgettable podría ser The Listener, aquel conductor de ambulancias con un sentido especial que le permitía saber lo que la gente pensaba. Su argumento, basado en hechos reales, describe la vida de Carrie Wells, una ex detective que padece, o posee, hipertimesia, una capacidad que le permite recordar hasta el mínimo detalle de un día cualquiera de su vida. Tal y como explican en las promociones de la serie, sólo seis personas en los Estados Unidos están dotadas con esta cualidad (ocho casos conocidos en todo el mundo).
La protagonista es Poppy Montgomery, actriz a la que hemos visto –de rubia– como la agente del FBI Samantha Spade en la desaparecida serie Sin rastro (Without a trace). Junto a ella Dylan Walsh, otra estrella de la televisión, protagonista de Nip Tuck, Michael Gaston –visto también en El Mentalista y Damages–, Kevin Rankin –Justified– y Daya Vaidya. La serie se puede localizar en Internet, ya que se trata de un piloto filtrado, y como Homeland promete. Dejo una promo de muestra.
lunes, 19 de septiembre de 2011
"Homeland", nueva serie con Damien Lewis de protagonista
Todos los que disfrutábamos con la serie Life, echamos de menos también a su protagonista, Damien Lewis, un actor con una enorme carga hipnótica en su mirada y al que hemos visto también en la magnífica Band of Brothers.
Ahora le llega una nueva oportunidad para lucirse: la serie se llama Homeland y, como reza su título, cuenta el regreso al hogar del sargento Nicholas Brody, un marine USA que estuvo desaparecido en Irak durante ocho años. Carrie Anderson (Claire Dans), una tenaz e inteligente agente de la CIA, tendrá que convencer a su jefe, Saúl Berenson (Mandy Patikin), de que este soldado es en realidad un arma letal enviada por Al Qeda.
La serie se ha estrenado en Estados Unidos como un pre-air, es decir un capítulo piloto que sirve de test y aperitivo para lo que será su estreno oficial el 2 de octubre, en la cadena Showtime, justo después de nuestro asesino favorito, Dexter Morgan. Tiene una pinta buenísima y las puntuaciones en imdb (8,2) lo reafirman. Además, el capítulo ya circula por la red, pero también se puede ver de forma legal y completo aquí, aunque sin subtítulos de momento.
Ahora le llega una nueva oportunidad para lucirse: la serie se llama Homeland y, como reza su título, cuenta el regreso al hogar del sargento Nicholas Brody, un marine USA que estuvo desaparecido en Irak durante ocho años. Carrie Anderson (Claire Dans), una tenaz e inteligente agente de la CIA, tendrá que convencer a su jefe, Saúl Berenson (Mandy Patikin), de que este soldado es en realidad un arma letal enviada por Al Qeda.
La serie se ha estrenado en Estados Unidos como un pre-air, es decir un capítulo piloto que sirve de test y aperitivo para lo que será su estreno oficial el 2 de octubre, en la cadena Showtime, justo después de nuestro asesino favorito, Dexter Morgan. Tiene una pinta buenísima y las puntuaciones en imdb (8,2) lo reafirman. Además, el capítulo ya circula por la red, pero también se puede ver de forma legal y completo aquí, aunque sin subtítulos de momento.
"Conan el bárbaro", crónicas bárbaras e insípidas
Casi 30 años después de que Arnold Schwarzenegger protagonizase la historia del Bárbaro Cimerio, el cine se vuelve a ocupar de él. Dicen que con un argumento mucho más cercano a las novelas de Robert E. Howard, creador del personaje allá por los años treinta. La realidad es que este nuevo Conan, protagonizado por el insípido y vigoréxico actor Jason Momoa –conocido por un personaje de corte similar en la magnífica Juego de Tronos–, elige el camino de fácil de “las baldosas amarillas” prescindiendo prácticamente del guión y apostándolo todo por la acción, es decir las peleas de espadas, los efectos especiales y demás virgerias digitales, incluido el 3-D en el que se presenta la película. La realidad es, también, que este Conan nos ofrece un epílogo más extenso y más interesante debido en parte a la presencia de Ron Pearlman, actor desaprovechado por el cine pero que ha podido encontrar un papel a su medida gracias a la serie de moteros Sons Of Anarchy.
Volviendo a Conan, productores y director –Marcus Nispel, realizador responsable también de otra insípida El Guía del Desfiladero o de los remakes de La matanza de Texas o Viernes 13– desaprovechan una magnífica oportunidad para profundizar en el personaje y en sus ansias de venganza por la muerte de su padre, así como en sus enseñanzas y fidelidades hacia el acero, pues no podemos olvidar que Corin, padre del cimerio, era herrero y en esa disciplina había criado a su hijo. Hay, como en casi todo el cine actual, algo que empaña las andanzas de un personaje mitológico: obligados por esa creencia absurda de atraer a toda la familia hacia las salas de cine, consiguen blanquear secuencias y tramas hasta dejarlas prácticamente impolutas de cualquier atisbo de sexo y/o lujuria. Volcando, eso sí, toda su fuerza en la sangre y las luchas, como si cortar yugulares o cercenar brazos a golpe de espada fuese menos dañino que mostrar caricias y prácticas amorosas. De ese y otros males padece este revisitado Conan. Ocasión desaprovechada para actrices de calado como Rachel Nichols o Rose McGowan, y por supuesto para Ron Pearlman.
+ Info.
Volviendo a Conan, productores y director –Marcus Nispel, realizador responsable también de otra insípida El Guía del Desfiladero o de los remakes de La matanza de Texas o Viernes 13– desaprovechan una magnífica oportunidad para profundizar en el personaje y en sus ansias de venganza por la muerte de su padre, así como en sus enseñanzas y fidelidades hacia el acero, pues no podemos olvidar que Corin, padre del cimerio, era herrero y en esa disciplina había criado a su hijo. Hay, como en casi todo el cine actual, algo que empaña las andanzas de un personaje mitológico: obligados por esa creencia absurda de atraer a toda la familia hacia las salas de cine, consiguen blanquear secuencias y tramas hasta dejarlas prácticamente impolutas de cualquier atisbo de sexo y/o lujuria. Volcando, eso sí, toda su fuerza en la sangre y las luchas, como si cortar yugulares o cercenar brazos a golpe de espada fuese menos dañino que mostrar caricias y prácticas amorosas. De ese y otros males padece este revisitado Conan. Ocasión desaprovechada para actrices de calado como Rachel Nichols o Rose McGowan, y por supuesto para Ron Pearlman.
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domingo, 18 de septiembre de 2011
"Super 8", goonies cazadores de e.t.'s
Que dos cerebros, dos máquinas de hacer dinero, una en la televisión y otra en el cine, aunen fuerzas en un proyecto, en ocasiones puede producir más miedo que optimismo. Es lo que ha pasado en Super 8, película surgida de las mentes, y los bolsillos, de J.J. Abrams y Steven Spielberg. Los dos se han puesto de acuerdo para sacar adelante una película que por estilo, público y argumento podría estar en la práctica fuera de onda. Se trata de una historia ubicada a finales de los años 70, protagonizada por un grupo de niños de entre 8 y 12 años y destinada a un público adulto.
Con guión del propio Abrams, Super 8 nos sumerge en esos años pre-adolescentes en los que una espinilla a la vista de nuestro amor platónico, se puede convertir en la mayor de nuestras pesadillas. En esta situación se encuentran algunos de los protagonistas, quienes además, comparten una sospechosa afición por el cine en una época en la que hacer una película era algo muchísimo más complejo que grabar una escena callejera con un móvil de última generación. Este tono añejo, setentero, casi ochentero, que inunda esta historia, la convierten para el espectador en un producto mucho acorde con las modas actuales, y por tanto mucho más apetecible.
El principal problema de Super 8 es que nos volvemos a encontrar ante un auténtico cocktail de deja-vues. El mundo extraterreste ha sido ya explorado por Spielberg prácticamente en todas sus versiones: desde la aventura científica cuyo triunfo máximo reside en conseguir un primer contacto, es decir tener Encuentros en la tercera fase, pasando por esa imagen de alien feo pero tierno y bonachon de E.T., hasta la clásica invasión de depredadores con ansias de matar y esclavizar a una tierra defendida por Tom Cruise en La guerra de los mundos.
El propio Spielberg se encargó de producir Goonies, otra de las referencias “homenajeadas” y archipresentes en Super 8. Por su parte, Abrams, también exploró como productor el mundo alienígena en proyectos como Cloverfield (Monstruoso) y conocidas son sus querencias por la mezcla de acción, emoción y misterio, cuyo mejor ejemplo lo encontramos en las series Alias y Perdidos. Con semejantes materias primas los dos cineastas han conseguido una película protagonizada por niños pero dirigida a un público adulto, una película en la que la aventura de estos goonies consiste en dar caza al extraterrestre. Una extraña mezcla, con mensaje pacifista incluido, que si bien resulta entretenida a pesar de su excesivo metraje –acierta esta vez Abrams al mantener el misterio y elegir esconder en lugar de mostrar–, no termina de conseguir la redondez de aquellas en las que parece inspirarse.
+ Info.
Con guión del propio Abrams, Super 8 nos sumerge en esos años pre-adolescentes en los que una espinilla a la vista de nuestro amor platónico, se puede convertir en la mayor de nuestras pesadillas. En esta situación se encuentran algunos de los protagonistas, quienes además, comparten una sospechosa afición por el cine en una época en la que hacer una película era algo muchísimo más complejo que grabar una escena callejera con un móvil de última generación. Este tono añejo, setentero, casi ochentero, que inunda esta historia, la convierten para el espectador en un producto mucho acorde con las modas actuales, y por tanto mucho más apetecible.
El principal problema de Super 8 es que nos volvemos a encontrar ante un auténtico cocktail de deja-vues. El mundo extraterreste ha sido ya explorado por Spielberg prácticamente en todas sus versiones: desde la aventura científica cuyo triunfo máximo reside en conseguir un primer contacto, es decir tener Encuentros en la tercera fase, pasando por esa imagen de alien feo pero tierno y bonachon de E.T., hasta la clásica invasión de depredadores con ansias de matar y esclavizar a una tierra defendida por Tom Cruise en La guerra de los mundos.
El propio Spielberg se encargó de producir Goonies, otra de las referencias “homenajeadas” y archipresentes en Super 8. Por su parte, Abrams, también exploró como productor el mundo alienígena en proyectos como Cloverfield (Monstruoso) y conocidas son sus querencias por la mezcla de acción, emoción y misterio, cuyo mejor ejemplo lo encontramos en las series Alias y Perdidos. Con semejantes materias primas los dos cineastas han conseguido una película protagonizada por niños pero dirigida a un público adulto, una película en la que la aventura de estos goonies consiste en dar caza al extraterrestre. Una extraña mezcla, con mensaje pacifista incluido, que si bien resulta entretenida a pesar de su excesivo metraje –acierta esta vez Abrams al mantener el misterio y elegir esconder en lugar de mostrar–, no termina de conseguir la redondez de aquellas en las que parece inspirarse.
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sábado, 17 de septiembre de 2011
"Zooloco", el Club de la Comedia, de los animales
En un verano dominado por los superhéroes del cómic, los remakes y las segundas, terceras y hasta octavas partes, apenas queda espacio para la comedia. Aún así, ese pequeño hueco parece destinado a historias más o menos absurdas, con personajes arquetípicos, con gags plagados de tópicos y con finales románticos altamente previsibles.
En una de éstas, se nos ha colado Zooloco, comedia perfectamente diseñada para ese gordo flexible y entrañable que es Kevin James, y a quien no dejamos de ver en productos semejantes. Zooloco, para su desgracia cumple todos los requisitos del género, mención especial para un final que hasta los más despistados serán capaces de adivinar a los diez minutos de película. ¿Puede eso frenar a sus seguidores para acudir en masa a las salas de cine? Literalmente no. Entre otras razones porque James es el cómico de moda, y, de momento, eso pesa más que el resto de argumentos en su contra.
Su trama, puesta en marcha ya en unas cuantas comedias al uso, recuerda, más por sus semejanzas de guión que por su calidad , al Doctor Doolittle de Eddie Murphy. Hablar con animales, o mejor dicho, que los animales de un zoológico conversen con los humanos no parece ser impedimento para el cine. Así que aquí, sin necesidad de recurrir a oscuras tramas científicas –tal y como ocurren en la recién estrenada El origen del planeta de los simios– Zooloco presenta el absurdo como cotidianidad: así, que un gorila comparta comida, bailes y confidencias en un restaurante de la cadena Friday’s termina resultando una noche de lo más normal para todos los comensales. Pero los gags protagonizados por el propio Kevin James y la inconsistente trama romántica en la que participa activamente la excelente –en otros trabajos– Rosario Dawson, más que convincentes –que no lo son–, resultan aburridos. Y eso es imperdonable en un producto con semejantes objetivos, firmado por cinco guionistas y realizado por el habitual de la comedia Frank Coraci.
No podemos olvidar que entre los animales nos encontraremos con voces tan sugerentes y extrañas como las de Nick Nolte, Sylvester Stallone, Cher o Adam Sandler. Me refiero a la, prácticamente, imposible de "disfrutar" versión original que por supuesto a duras penas veremos en nuestras salas. Para compensar, la voz del mono –en la original Adam Sandler– aquí la pone José Mota, y eso es lo único por lo que merece la pena esta zoo-ilógica comedia.
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En una de éstas, se nos ha colado Zooloco, comedia perfectamente diseñada para ese gordo flexible y entrañable que es Kevin James, y a quien no dejamos de ver en productos semejantes. Zooloco, para su desgracia cumple todos los requisitos del género, mención especial para un final que hasta los más despistados serán capaces de adivinar a los diez minutos de película. ¿Puede eso frenar a sus seguidores para acudir en masa a las salas de cine? Literalmente no. Entre otras razones porque James es el cómico de moda, y, de momento, eso pesa más que el resto de argumentos en su contra.
Su trama, puesta en marcha ya en unas cuantas comedias al uso, recuerda, más por sus semejanzas de guión que por su calidad , al Doctor Doolittle de Eddie Murphy. Hablar con animales, o mejor dicho, que los animales de un zoológico conversen con los humanos no parece ser impedimento para el cine. Así que aquí, sin necesidad de recurrir a oscuras tramas científicas –tal y como ocurren en la recién estrenada El origen del planeta de los simios– Zooloco presenta el absurdo como cotidianidad: así, que un gorila comparta comida, bailes y confidencias en un restaurante de la cadena Friday’s termina resultando una noche de lo más normal para todos los comensales. Pero los gags protagonizados por el propio Kevin James y la inconsistente trama romántica en la que participa activamente la excelente –en otros trabajos– Rosario Dawson, más que convincentes –que no lo son–, resultan aburridos. Y eso es imperdonable en un producto con semejantes objetivos, firmado por cinco guionistas y realizado por el habitual de la comedia Frank Coraci.
No podemos olvidar que entre los animales nos encontraremos con voces tan sugerentes y extrañas como las de Nick Nolte, Sylvester Stallone, Cher o Adam Sandler. Me refiero a la, prácticamente, imposible de "disfrutar" versión original que por supuesto a duras penas veremos en nuestras salas. Para compensar, la voz del mono –en la original Adam Sandler– aquí la pone José Mota, y eso es lo único por lo que merece la pena esta zoo-ilógica comedia.
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jueves, 15 de septiembre de 2011
"La boda de mi mejor amiga", buenos gags para poca estructura
En una cartelera aturdida por las típicas, intrascendentes y previsibles comedias veraniegas, es lógico que destaque, aunque sólo un poco y sin aspavientos, una película como La boda de mi mejor amiga. Se trata de un trabajo producido por el, de momento, interesante Judd Apatow, director de las más o menos dignas Virgen a los 40, o Lío embarazoso. En La boda de mi mejor amiga ha preferido quedarse al margen de la dirección y del guión ejerciendo, que no es poco, como productor y asesor de Kristen Wiig y Annie Mumolo, las dos guionistas –la primera además como protagonista– de esta inteligente, aunque, en ocasiones, arrítmica historia.
Su aportación, digamos orginalidad, al mundo de las comedias de bodas tipo La boda de mi mejor amigo, De boda en boda, etc, tiene más que ver, primero con que aquí la protagonista es una mujer perdedora cuya vida se acerca peligrosamente a las cuarenta primaveras; maltratada por un hombre con el que únicamente mantiene relaciones esporádicas y distantes –interpretado por Jon Hamm, protagonista de Mad Men–, medio enamorada de un agente de policía –interpretado por Chris O'Dowd, protagonista de la serie The It Crowd–, aburrida tras perder su negocio como pastelera, que intenta sobrevivir como vendedora de joyas, y que ha convertido las correrías junto a su mejor amiga –ahora a punto de pasar por la vicaría– en el centro de su deprimente vida. Y es en la preparación del evento es dónde Annie (Kristen Wiig) se econtrará con la horma de su zapato, una rica y pija nueva amiga que convertirá los preparativos en un auténtico infierno (Rose Byrne).
Más hábiles y más preocupadas por gags y diálogos –ambas llevan tiempo escribiendo juntas para los escenarios y Kristen Wiig es una pieza fundamental en el actual Saturday Night Live, el show estrella de la televisión en EE.UU.–, las guionistas se han olvidado por completo de la estructura, algo que en una comedia se termina pagando tarde o temprano. Así, La boda de mi mejor amiga padece una latente resignación hacia situaciones y sobre ellas los personajes intentan avanzar. Lo consiguen en muchas ocasiones, y en otras deambulan sin ritmo permitiendo que sean los propios gags quienes hagan más digerible el producto. Pero como nada resulta pretencioso, su humilde acierto es innegable y agradecemos, además de la singularidad del protagonismo femenino absoluto, su incontestable originalidad.
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Su aportación, digamos orginalidad, al mundo de las comedias de bodas tipo La boda de mi mejor amigo, De boda en boda, etc, tiene más que ver, primero con que aquí la protagonista es una mujer perdedora cuya vida se acerca peligrosamente a las cuarenta primaveras; maltratada por un hombre con el que únicamente mantiene relaciones esporádicas y distantes –interpretado por Jon Hamm, protagonista de Mad Men–, medio enamorada de un agente de policía –interpretado por Chris O'Dowd, protagonista de la serie The It Crowd–, aburrida tras perder su negocio como pastelera, que intenta sobrevivir como vendedora de joyas, y que ha convertido las correrías junto a su mejor amiga –ahora a punto de pasar por la vicaría– en el centro de su deprimente vida. Y es en la preparación del evento es dónde Annie (Kristen Wiig) se econtrará con la horma de su zapato, una rica y pija nueva amiga que convertirá los preparativos en un auténtico infierno (Rose Byrne).
Más hábiles y más preocupadas por gags y diálogos –ambas llevan tiempo escribiendo juntas para los escenarios y Kristen Wiig es una pieza fundamental en el actual Saturday Night Live, el show estrella de la televisión en EE.UU.–, las guionistas se han olvidado por completo de la estructura, algo que en una comedia se termina pagando tarde o temprano. Así, La boda de mi mejor amiga padece una latente resignación hacia situaciones y sobre ellas los personajes intentan avanzar. Lo consiguen en muchas ocasiones, y en otras deambulan sin ritmo permitiendo que sean los propios gags quienes hagan más digerible el producto. Pero como nada resulta pretencioso, su humilde acierto es innegable y agradecemos, además de la singularidad del protagonismo femenino absoluto, su incontestable originalidad.
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martes, 13 de septiembre de 2011
"Perros de paja", otro remake
Los datos de los estrenos de 2011 permiten bautizarlo como el "año de las secuelas y los remakes". Más adelante repasaremos todo lo que nos ha ofrecido el cine de 2011 al respecto de cada uno de ellos. Pero ahora, el avance un nuevo rehecho. Se trata esta vez de revisitar, y rehacer, el Perros de paja protagonizado en 1971 por Dustin Hoffman, Susan George, Peter Vaughan y David Warner, una magnífica película del iconoclasta y genial Sam Peckinpah. La original, aún siendo recordada por encima de El violinista en el tejado o The Last Movie, o incluso de French Connection –la ganadora ese año–, sólo fue seleccionada para el Oscar a la Mejor Banda Sonora. Pero en el cine la calidad la marca, siempre o casi siempre, el tiempo y la perdurabilidad. Y en esto Peckinpah se ha mostrado imbatible. Si haber visto todavía el remake, dudo mucho que Rod Lurie –director y productor de trabajos tan dignos como The Contender o Nothing but the truth– y James Mardsen –el protagonista– sean capaces de estar a la altura del maestro Sam y de Dustin Hoffman. Dentro de unos meses saldremos de dudas.
Dejo aquí los trailers de ambos. En en el primero –el de Peckinpah–, a partir de 1'30" y con esa frase queda resumido por qué es imposible de mejorar.
Dejo aquí los trailers de ambos. En en el primero –el de Peckinpah–, a partir de 1'30" y con esa frase queda resumido por qué es imposible de mejorar.
sábado, 10 de septiembre de 2011
"El origen del planeta de los simios", acción bien distribuida
Recogiendo todas las virtudes de esa gran novela inspiradora que es el Frankenstein de Mary Shelly, los productores han creado una historia de ciencia ficción que profundiza en las raíces del comportamiento humano y nuestra relación con nuestros congéneres. Quizá El origen no sea una obra maestra, pero como mínimo su guión es ágil, sus diálogos creíbles –tal vez no científicamente, pero sí como ficción– y sus personajes e interpretes están a la altura de las circunstancias. Un acierto la elección de James Franco, que comienza a desplegar sus enormes cualidades interpretativas a medida que avanza entre el cine comercial y el independiente. Igual que la presencia de la india Freida Pinto, a la que descubrimos en Slumdog millionaire, y que el destino ha unido justamente con el protagonista de la siguiente película de Danny Boyle, 127 horas. Y por supuesto a Andy Sherkis, cuya presencia dando vida a entes parcialmente virtuales comienza a convertirse en una costumbre.
El origen del planeta de los simios es un claro ejemplo de que, si se quiere, se puede hacer cine comercial sin abusar de los efectos digitales y al mismo tiempo sin renunciar a la calidad.
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sábado, 3 de septiembre de 2011
"XP-3D", al descubierto
Esto no es una noticia estrictamente si no más bien una constatanción de que, en determinados casos y con determinados actores, a veces es mucho mejor no difundir imágenes de making off. Las razones son variadas.
Expondré sólo dos: la primera es general y se podría aplicar a cualquier película, pero sobre todo al cine de terror, aventuras y ciencia ficción, géneros en los que, al destaparse la arquitectura interior de un rodaje, todo pierde la magia. Es una de las razones por las que nunca me han gustado las noticias sobre rodajes en las que se muestra lo que sucede, y también por qué pienso que los making deben verse siempre a posteriori, como un elemento de análisis más, tras haber visto (en ocasiones más de una vez) la película.
La segunda, aplicable en este caso particular, se debe a que en este tipo de materiales se puede apreciar, desvelar, o como quieran llamarle, la baja calidad de los actores. Que es lo que sucede en estos vídeos de la película XP-3D, de estreno inminente en España. Desde luego, es una opinión, pero creo que sustendada en argumentos más que convincentes.
Expondré sólo dos: la primera es general y se podría aplicar a cualquier película, pero sobre todo al cine de terror, aventuras y ciencia ficción, géneros en los que, al destaparse la arquitectura interior de un rodaje, todo pierde la magia. Es una de las razones por las que nunca me han gustado las noticias sobre rodajes en las que se muestra lo que sucede, y también por qué pienso que los making deben verse siempre a posteriori, como un elemento de análisis más, tras haber visto (en ocasiones más de una vez) la película.
La segunda, aplicable en este caso particular, se debe a que en este tipo de materiales se puede apreciar, desvelar, o como quieran llamarle, la baja calidad de los actores. Que es lo que sucede en estos vídeos de la película XP-3D, de estreno inminente en España. Desde luego, es una opinión, pero creo que sustendada en argumentos más que convincentes.
viernes, 2 de septiembre de 2011
"Capitán América", el superheroe vintage
Antes de seguir aclaremos lo evidente: Capitán América es el superhéroe más Made in-from-for USA de todos los existentes; nació como reclamo publicitario para vender el american way of life de los 40, un país libre y democrático frente a una Europa plagada de nacionalismos e imperialismos. Un encargo que le ha pasado una evidente factura y que le ha mantenido recluido durante unos años de las viñetas y marginado del mundo del cine. Ahora bien, dicho esto ya podemos centrarnos en la película. Y como tal, este Capitán América, fiel reconstrucción, apela a sus orígenes y consigue sumergirnos en una aventura de superhéroes –superhéroe en este caso– y que gracias a un acertado toque vintage se aproxima al estilo que Guillermo del Toro creo para su primer Hellboy.
Resulta paradójico que su protagonista nazca prácticamente digital –proceso de credibilidad obligado al querer utilizar al mismo actor para dar vida tanto al alfeñique Rogers como al musculado Capitán– y comience a perder su digitalización y efectos en favor de una desmedida musculación, trabajada pero real al fin y al cabo, a medida que el personaje se aproxima al terreno del superhéroe.
El guión de Christopher Markus y Stephen McFeely incide en los orígenes del personaje, allá por los años 40, para terminar recordándonos cómo fue su llegada hasta nuestros días. Con algún que otro bache narrativo que terminamos olvidando gracias a un ritmo frenético –algo excesivo en batallas–, este Capitán América es un producto para el entretenimiento perfectamente elaborado. Su director, Joe Johston, acostumbrado a proyectos algo más infantiles –Cariño, he encogido a los niños, Jumanji, Octubre Sky, Rocketeer, etc – se maneja perfectamente en este ambiente de buenos y malos con historia de amor incluida, en el que se deja entrever la gran presencia del malo interpretado de forma contundente por Hugo Weaving.
Los productores han aprendido de los errores del pasado –el personaje ya vivió una sufridísima versión en 1990– y han conseguido una historia mucho más acorde con lo que piden los tiempos, amén de exprimir al personaje, y con él al actor –Chris Evans ha renunciado, merced a un contrato millonario, a protagonizar de nuevo a Antorcha en la saga de los 4 Fantásticos–, hasta el punto de requerir su presencia en la reunión de Superhéroes que ya se cuece en Hollywood con el título de Los Vengadores. Especial atención deben poner los fans de los cómics a la presencia de personajes que también aparecen en Ironman o Thor, y entre los que destaca el padre del primero, Howard Stark, esa especie de Howard Hughes de la ficción.
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Resulta paradójico que su protagonista nazca prácticamente digital –proceso de credibilidad obligado al querer utilizar al mismo actor para dar vida tanto al alfeñique Rogers como al musculado Capitán– y comience a perder su digitalización y efectos en favor de una desmedida musculación, trabajada pero real al fin y al cabo, a medida que el personaje se aproxima al terreno del superhéroe.
El guión de Christopher Markus y Stephen McFeely incide en los orígenes del personaje, allá por los años 40, para terminar recordándonos cómo fue su llegada hasta nuestros días. Con algún que otro bache narrativo que terminamos olvidando gracias a un ritmo frenético –algo excesivo en batallas–, este Capitán América es un producto para el entretenimiento perfectamente elaborado. Su director, Joe Johston, acostumbrado a proyectos algo más infantiles –Cariño, he encogido a los niños, Jumanji, Octubre Sky, Rocketeer, etc – se maneja perfectamente en este ambiente de buenos y malos con historia de amor incluida, en el que se deja entrever la gran presencia del malo interpretado de forma contundente por Hugo Weaving.
Los productores han aprendido de los errores del pasado –el personaje ya vivió una sufridísima versión en 1990– y han conseguido una historia mucho más acorde con lo que piden los tiempos, amén de exprimir al personaje, y con él al actor –Chris Evans ha renunciado, merced a un contrato millonario, a protagonizar de nuevo a Antorcha en la saga de los 4 Fantásticos–, hasta el punto de requerir su presencia en la reunión de Superhéroes que ya se cuece en Hollywood con el título de Los Vengadores. Especial atención deben poner los fans de los cómics a la presencia de personajes que también aparecen en Ironman o Thor, y entre los que destaca el padre del primero, Howard Stark, esa especie de Howard Hughes de la ficción.
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jueves, 1 de septiembre de 2011
"El caso Farewell", el principio del fin del muro
Decir que El Caso Farewell está basado en uno de los casos reales de espionaje más famosos de la Guerra Fría –el propio Ronald Reagan lo tildó como el más importante del siglo XX– es como decir que estamos hablando de uno de los escasos ejemplos de escándalo de espías que consigue trascender a la opinión pública. Su importancia, más allá de lo que el entonces pensara presidente de EE.UU., se confirmaría unos años después ya que este punto de inflexión desembocaría en consecuencias tan importantes e históricas como la caída del muro de Berlín en 1989, y con ella la caída del comunismo en todos los países del este.
Narrada al frio estilo de las novelas de maestro y espía John Le Carré, hay que advertir que tanto su guionista –Serguei Kostine autor de la novela en la que se basa, Bonjour Farewell, y Eric Raynaud – como su director, Christian Carion, han apostado por el factor humano de la historia, profundizando, sobre todo, en el vínculo casi familiar que se establece entre los dos protagonistas de la trama: el coronel de la KGB Grigoriev y Pierre Fromente, el joven ingeniero francés afincado en Moscú.
La nula sofisticación de los personajes, argumento, acciones y estilo, juegan a su favor despojando así a la película de trivialidades a las que nos viene acostumbrando un género, el thriller de espionaje, excesivamente topificado. El Caso Farewell se conforma, por argumento y realización, en una lección histórica que sirve para explicar cómo en muchas ocasiones –más de las que a los gobernantes les gustaría– las decisiones estratégicas tienen más que ver con la casualidad inherente a los comportamientos humanos que con sesudas argucias y planes geopolíticos.
Sorprende, para bien, la presencia de Emir Kusturica como pareja casual del francés Guillaume Canet –casualmente ambos directores, el segundo todavía en cartelera con Pequeñas mentiras sin importancia–. La credibilidad que consiguen tanto Kusturica como Canet a sus respectivos personajes, tiene mucho que ver con la química que ese establece entre los dos personajes. Igualmente brillante es la presencia de otros actores con tanta enjundia como Diane Kruger, Willem Dafoe o Fred Ward, entre todos, contribuyen a hacer de El Caso Farewell una entretenida película, con reminiscencias a obras cumbre como Todos los hombres del presidente o Los tres días del Cóndor.
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Narrada al frio estilo de las novelas de maestro y espía John Le Carré, hay que advertir que tanto su guionista –Serguei Kostine autor de la novela en la que se basa, Bonjour Farewell, y Eric Raynaud – como su director, Christian Carion, han apostado por el factor humano de la historia, profundizando, sobre todo, en el vínculo casi familiar que se establece entre los dos protagonistas de la trama: el coronel de la KGB Grigoriev y Pierre Fromente, el joven ingeniero francés afincado en Moscú.
La nula sofisticación de los personajes, argumento, acciones y estilo, juegan a su favor despojando así a la película de trivialidades a las que nos viene acostumbrando un género, el thriller de espionaje, excesivamente topificado. El Caso Farewell se conforma, por argumento y realización, en una lección histórica que sirve para explicar cómo en muchas ocasiones –más de las que a los gobernantes les gustaría– las decisiones estratégicas tienen más que ver con la casualidad inherente a los comportamientos humanos que con sesudas argucias y planes geopolíticos.
Sorprende, para bien, la presencia de Emir Kusturica como pareja casual del francés Guillaume Canet –casualmente ambos directores, el segundo todavía en cartelera con Pequeñas mentiras sin importancia–. La credibilidad que consiguen tanto Kusturica como Canet a sus respectivos personajes, tiene mucho que ver con la química que ese establece entre los dos personajes. Igualmente brillante es la presencia de otros actores con tanta enjundia como Diane Kruger, Willem Dafoe o Fred Ward, entre todos, contribuyen a hacer de El Caso Farewell una entretenida película, con reminiscencias a obras cumbre como Todos los hombres del presidente o Los tres días del Cóndor.
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