jueves, 28 de abril de 2011

"Let's make money", otra lección de terror

La casualidad, quizá también el oportunismo de los distribuidores, ha permitido que esta semana se estrene otra película de terror: pero del mismo género que Inside Job, ese documental que debería servir para sacarle los colores a muchos políticos y que tanto nos cabrea a los ciudadanos de a pie. Let's make money o Vamos a hacer dinero si lo prefieren, que es su título en español, es un documental realizado por el austriaco Erwin Wagenhofer en 2008 -responsable también del espléndido Nosotros alimentamos al mundo- , pero que mantiene plenamente su vigencia.

El viaje que nos ofrece el documentalista es extenso y variado: comienza en una mina de oro de Ghana, dónde el botín se funde y se envía a Suiza, constatando la proporcionalidad de su reparto: 3% para África, 97% para Occidente, todo con el patrocinio del Banco Mundial. Continúa Wagenhofer retratando diferentes perfiles, desde el socio de un fondo de inversiones, Mark Mobius, hasta el ministro de Economía de Jersey, uno de los muchos paraísos fiscales en los que se esconde el dinero, pasando por un ingeniero de Burkina Faso, un país donde la producción del algodón sólo genera beneficios en el exterior, todo eso sin olvidarse de una de las zonas del mundo en la que se ha construido y urbanizado de la forma más salvaje e interesada posible, nuestra querida costa Mediterranéa. Pero de todos los testimonios que nos presenta este terrorífico y aleccionador documental, hay uno al que debemos prestar especial atención: se trata de John Perkins, antiguo asesor del servicio secreto, hoy novelista de éxito. Perkins, que define su antiguo trabajo como de "asesino financiero", detalla así su modus operandi:

“Los asesinos financieros identifican un país con recursos que nuestras empresas codician, como el petróleo. Entonces tramitamos un préstamo inmenso del Banco Mundial o alguna organización relacionada con ese país. Pero ese dinero jamás llega a dicho país. En lugar de eso, va directamente a nuestras empresas, que construyen proyectos con enormes infraestructuras en ese país, lo cual beneficia a unos pocos ricos de ese país, así como a nuestras empresas. Pero el beneficio jamás llega a la mayoría de la gente porque son demasiado pobres. La población pobre, sin embargo, se endeuda enormemente, tanto que seguramente jamás podrán saldar dicha deuda. Pero mientras intentan pagarla, se encuentran en una situación en que no pueden permitirse sacar adelante programas sanitarios o educativos. Los asesinos financieros les dicen: Mirad, nos debéis muchísimo dinero. No podéis saldar vuestra deuda, así que pagadlo en carne. Vended vuestro petróleo muy barato a nuestras petroleras, o votad lo que os digamos en el próximo voto crítico de Naciones Unidas. Ayudad a nuestras tropas en algún lugar, como por ejemplo Irak".

Sólo por testimonios tan escalofriantes como éste, Let's Make Money se puede considerar una auténtica joya. Incidiendo menos en el montaje y en la presentación que Inside Job, Vamos a hacer dinero recorre un abanico de temas, lugares y personas tan amplio, que el resultado es todavía más aleccionador y terrible. Y cinematográficamente hablando, resulta paradójico que los dos mejores estrenos en nuestras pantallas sean sendos proyectos de no ficción. Puede que sea un síntoma del buen momento que vive el género, pero lo sea o no, demos las gracias por que alguien se tome el tiempo y la libertad de contarnos verdades como puños.


miércoles, 27 de abril de 2011

"Fast&Furious5", más vigoréxicos al volante

Reflexionemos unos segundos sobre esto: ¿hay algo, además del dinero, que empuje a los productores a seguir trillando una senda que, incluso en su primera entrega, estaba más yerma que un campo de alfalfa? No. Con esa premisa por bandera, es con la que hay que valorar Fast and Furious 5 a la que sus creadores, quizá para despistar más que para resumir, han querido bautizar también como Fast Five.

La película transmite la sensación de ser un mero vehículo para que un grupo de magníficos especialistas luzcan su extraordinario saber hacer. Eso, y la presencia de dos vigoréxicos como Vin Diesel y Dwayne Jonson “The Rock”, capaces de condimentar las increíbles secuencias de acción con persecuciones en coches, tanques, trenes y tiroteos atronadores. Y ya que estamos, destacar en este menú de nitro y esteroides la capacidad para rodar momentos tan espectaculares como la descarga de coches de un tren de alta velocidad, en marcha por supuesto, y el robo-arrastre de una caja de seguridad de varias toneladas con dos coches en medio en medio de una avenida.

Fenómenos extraños en Fast Five son la presencia de los reyes del regatón Don Omar y Tego Calderón, y la española Elsa Pataky que da vida a una honrada policía brasileña, cuya presencia anticipa un posible –e inverosímil– noviazgo con el personaje que interpreta Vin Diesel.

Justin Lin (director), Chris Morgan (guionista) y Neal H. Moritz (productor), perpetradores de semejante franquicia, han querido superar a la tercera entrega –Fast and Fuirious: Tokio Race– y para ello han viajado hasta Río de Janeiro, ofreciendo, entre carreras y tiroteos, una buena dosis de estampas tópicas que poco aportan al –ya de por sí descafeinado– contenido de la historia.
Una última advertencia, dirigida especialmente a los amantes del tunning: hay más sobre coches tuneados en 30 segundos del programa de la MTV –Pimp my ride– que en toda la película. Tendrán que esperar, quizá, a la sexta entrega, que productores y guionistas ya han puesto en marcha.

sábado, 23 de abril de 2011

"El amor y otras cosas imposibles", Portman y poco más

Los seguidores de Natalie Portman ya se pueden preparar para pegarse el gran atracón, porque según parece la actriz está de moda, al menos en España. O eso es lo que piensan los distribuidores de esta película, y por eso, han decidido triplicar la ración doble de la que ahora mismo disfrutamos merced a Sin compromiso y Black Swan. Sin duda el mayor atractivo de esta oportunista película es la presencia de una actriz que continúa de forma admirable su proceso de madurez personal y artística. Natalie Portman es el cien por cien de la película. Su presencia llena la pantalla lo suficiente para que nos olvidemos, en varias ocasiones, de la poca entereza que tiene la historia.

El drama, adaptación de la novela homónima de Ayelet Waldman (Love and Other Impossible Pursuits), intenta profundizar en los lazos emocionales que se establecen en un nuevo modelo familiar en el que la que era amante pasa a convertirse en esposa, así como en las relaciones entre el nuevo hijo y su nueva madre. Don Roos, director y responsable de la adaptación del libro, crea un ambiente desasosegante por momentos gracias al dolor que provoca la muerte de una hija de apenas ocho días. Sin embargo, obstaculiza el desarrollo de la historia repitiendo secuencias con idéntica información y haciendo que la historia dure más de lo que debería.

Lisa Kudrow y Scott Cohen conforman el resto de un breve reparto que hace este drama un poco más llevadero. Y un aviso a navegantes: El amor y otras cosas imposibles será la tercera ración de Natalie Portman, pero no la última. Dentro de unos días nos llegarán, por este orden, sus más recientes aportaciones al cine de acción: Thor, la gran aventura del héroe del cómic, a la que añadiremos muy pronto Caballeros, princesas y otras bestias.

viernes, 22 de abril de 2011

"Scream 4", un intento de 'slasher' autoparódico

Cuando el propio Wes Craven parecía haber enterrado definitivamente su plan de autoayuda para asesinos slasher (subgénero de terror que comenzó con Halloween y Viernes 13, basado en sustos y cuchilladas) con una tercera entrega de Scream (2000) en la que prácticamente ya estaba todo dicho –al menos así lo parecía–, resulta que los dos maestros del sangriento terror moderno, Kevin Williamson como guionista y el propio Craven como director, resucitan al “cara de payaso asesino” en una cuarta e innecesaria entrega.

El guión de Scream 4 nos demuestra que poco o nada queda ya por exprimir en esta comercial franquicia: de nuevo Sidney Prescott (Neve Cambpell) regresa a su pueblo natal, Woodsboro, diez años después de los últimos crímenes, convertida esta vez en una famosa escritora. Pero Sydney no llega sóla: con ella, cual campaña de marketing hábilmente elaborada, se presentará una nueva oleada de crímenes precedidos, como no, por las divertidas y amenazadoras llamadas del sanguinario Ghostface.

Los primeros 20 minutos de esta cuarta entrega suponen un ejercicio de cine dentro del cine, salpicado por una serie de auto-parodias, auto-referencias o auto-homenajes realizados con cierta tosquedad, pero con muchísimo estilo, nos hacen pensar que estamos a punto de asistir al nacimiento de otro nuevo subgénero: el slasher auto-paródico. Y así, durante ese breve espacio de tiempo, lo que debería ser cine sangriento torna en comedia, con sus justas dosis de sustos, cuchilladas y sirope de fresa, pero comedia al fin y al cabo. Una pena que esta aproximación sólo se sostenga durante algo más de media hora, porque el resto de la película, es decir el suspense propiciado por la necesidad de saber quién está tras la careta de Ghostface, termina importándonos un bledo.

Tampoco resultan interesantes las discusiones cinéfilas que tan buenos momentos nos propiciaron en Scream 3 y, sobre todo, en Scream 2. Quizá porque Williamson y Craven son conscientes que más allá de las trilogías –tal y como pronosticaban en los diálogos sus personajes de la 2ª– ya no hay nada, o prácticamente nada, que las justifique. Y es que pasar del “se acabaron las reglas” de Scream 3 al “las reglas han cambiado” de ésta, corrobora que más que un ejercicio estilístico, lo que de verdad les interesa es la pasta. Nada que objetar, salvo la oportunidad desperdiciada de haber continuado por la divertida senda de la comedia.


jueves, 21 de abril de 2011

"No mires atrás", inteligente frialdad

La ragazza del lago adapta la novela de la noruega Karin Fossum editada en España con el título de No mires atrás, título también elegido para la película.

Fossum, autora y poeta, presentó al personaje que más fama le ha dado, el detective Conrad Sejer en Los ojos de Eva, aunque el salto a la fama, premios y crítica, le llegaría en 1996 con No mires atrás (Debolsillo). Convertido ya en best-seller, las aventuras del veterano investigador han llegado hasta la televisión, pero curiosamente es esta versión italiana de su novela la primera adaptación cinematográfica fuera de sus fronteras.

Andrea Molaioli, curtido hasta ahora como ayudante de dirección de Nanni Moretti en películas como Caro diario, Padre e hijo, Abril o La habitación del hijo, ha elegido para debutar esta fría historia policíaca. En ella su protagonista es el inspector Sanzio, un policía veterano trasladado hace poco a una alejada y montañosa zona de Italia. Allí, Sanzio y su joven colega Siboldi, investigarán las causas de la muerte de Anna Nadal, una joven a la que casi todo el pueblo dice querer.


Por formas, estilo y tratamiento, en No mires atrás planean las enseñanzas del maestro Moretti a la hora de presentar sutilmente detalles y personajes. Molaioli resalta la fuerza del entorno, una pequeña localidad en la que todos se conocen, pero cuyas vidas permanecen cubiertas bajo una fina capa de silencio. Su descripción pausada, la utilización de planos generales, la reducción de los diálogos a su mínima expresión y la rigurosidad a la hora de tratar los sentimientos, aproximan su mirada a la del cine nórdico, en quien, salvando las distancias, el director parece querer mirarse. En la historia pesan más los porqués y las implicaciones morales, que el interés por el suspense, lo que en ocasiones crean una frialdad distante en el espectador.

Entre sus actores, además de Tony Servillo, que da vida al inspector Sanzio, la breve pero agradable presencia de una desaparecida –en España, ya que el cine italiano apenas llega- Valeria Golino.

miércoles, 20 de abril de 2011

"Hop", conejos y humanos, por este orden

Durante los últimos dos años han aumentado de tal forma el número de producciones de animación, que de seguir a este ritmo muy pronto tocaremos casi a estreno por semana. Si la anterior fue Río la que se hizo con la taquilla, ésta le toca el turno a Hop. Como valor añadido, Hop combina la animación con los elementos reales. No es la primera, ni va a ser la última, en la que asistimos a este tipo de espectáculos en los que actores de carne y hueso interactuan con personajes animados digitalmente. Nos sobra tecnología para ello y por lo tanto no es necesario abundar en las capacidades de animadores, creadores de fondos, y demás elementos técnicos e informáticos.

En lo que parecen no haber avanzado demasiado sus creadores es en construir un argumento sólido que pueda dar cabida a un variado y entretenido número de gags, que al fin y al cabo es lo que uno espera de este tipo de historias. Así, aún cuando la premisa de la huida/desaparición del conejo de pascua, Hop, haga saltar todas las alarmas, y su posterior encuentro con un humano llamado Fred (James Mardsen) hagan prever una sucesión de arriesgados momentos de slpastick, la realidad es muy distinta.

Tim Hill, el director, y sus guionistas (Cinco Paul, Ken Daurio y Brian Lynch) han despreciado casi por completo a algunos de los personajes reales –los padres de Fred aparecen desdibujados–, apostando, sin pasarse, por algunos de los animados, entre ellos los pollos Carlos y Felipe (en el original ambos con la voz de Hank Azaria) a los que en la versión española escucharemos con el acento de Los Morancos. Tampoco la presencia de Hugh Laurie (Dr. House), en la versión original, aporta el suplemento de encanto que cabría esperar, entre otras cosas porque su personaje no tiene ni presencia, ni diálogos para ello.

Igual de desaprovechada es la presencia Elizabeth Perkins (Weeds) y del otro gran mito televisivo de la película, David Hasselhoff, quien se permite el lujo de parodiarse ofreciendo, tal vez, algunos de los mejores y más divertidos gags. Baste decir, que Hop no tiene mucho que ver con Gru, mi villano favorito –por mucho que nos la presenten como “de los creadores de…”–, y donde éste último alcanzaba el notable, esta no supera ni el suficiente.



martes, 19 de abril de 2011

"Caperucita Roja", más hombres lobos que otra cosa

Catherine Hardwicke era, hasta hace unos ocho años, una prestigiosa diseñadora de producción con títulos tan comerciales en su currículum como Tombstone, Mad City, Tres Reyes, o la versión acaramelada de Abre los ojos dirigida por Cameron Crowe como Vanilla sky. Debutó como directora con dos películas sobre adolescentes –Thirteen y Los amos de Dogtown – a la que seguiría una inesperada versión del nacimiento de Cristo –Natividad–, hasta que le llegó el encargo de poner en imágenes el best seller de Stephanie Meyer, Crepúsculo. Y a ella es a la que le debe, para bien o para mal, casi toda su fama, que no su talento.

Cuenta la directora que el guión de esta Caperucita Roja, escrito por David Leslie Jonson, parte de una idea del propio Leonardo Di Caprio, quien además es productor de esta nueva versión del cuento. Con esos mimbres, quizá podríamos esperar una versión edulcorada para adolescentes adictos a la saga de Crepúsculo. La realidad es que, aunque el amor veinteañero está presente en esta historia desde el principio, su desarrollo y evolución la aproximan más a una historia de terror gótico bastante descafeinada. Su argumento está construido sobre la contraposición de dos conceptos: el amor y el miedo. Los habitantes de la pequeña aldea de Daggorhorn han vivido atemorizados por el licántropo prácticamente toda su vida. Y eso les ha impedido tener una vida libre de ataduras, y por supuesto libre de amor. Pero será la llegada de un forastero, el padre Solomon, la que introducirá en sus venas otro nuevo temor, el miedo a su propio vecino.



Narrada con decisión, sobre todo en su parte final, esta versión de Caperucita Roja quiere parecerse, sin conseguirlo, a la magnífica En compañía de lobos que en 1984 dirigiese Neil Jordan. Aunque por estructura, y en ocasiones también por estilo, está más próxima al Sleepy Hollow de Burton o a El Secreto de los hermanos Grimm de Terry Gilliam. Pero sí de algo se beneficia es de un reparto de actores veteranos a los que su presencia –fundamental– nos impide nombrar como secundarios: Gary Oldman y Julie Christie. Él es el brazo justiciero de Dios y ella la misteriosa abuelita de esta particular Caperucita que protagoniza Amanda Seyfreid. Junto a ellos, Virginia Madsen, Billy Burke, Lukas Haas y Max Irons, el hijo de Jeremy Irons al que todavía le quedan muchos platós por recorrer para conseguir alcanzar a su padre.

lunes, 18 de abril de 2011

sábado, 16 de abril de 2011

"Carlos", una obra maestra cercenada

Olivier Assayas se ha enfrentado a esta biografía del terrorista Carlos con una enorme curiosidad periodística. Así, lo que comenzó como un proyecto casi documental a partir de la detención en Sudan de Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos, se convirtió de pronto en tres películas de más de hora y media cada una.

En Carlos, Assayas asume un riesgo enorme al utilizar una gran cantidad de hechos e intentar condensarlos en tan sólo 330 minutos. Sin embargo, el resultado es pulcro y objetivo, a pesar de haberse tomado la licencia de ficcionar todas las zonas oscuras –las más personales- de este idealista revolucionario transformado en mercenario y asesino. Esos veinte años que el director y guionista resume de forma meticulosa, sirven para repasar la vida de un hombre enigmático e idealista, chulesco y apasionado con las mujeres, seguro e inteligente frente a políticos, y sobre todo equivocado en sus formas revolucionarias. Y en lugar de idealizar a su protagonista, el director elige el camino de la reconstrucción huyendo de los artificios del cine acción, consiguiendo así una gran verosimilitud a la hora de retratar personajes y escenarios. Quizá una de las muchas virtudes de este magno trabajo documental es permitir que los actores hablen en la lengua en la que hablarían en la vida real. De este modo la percepción de verosimilitud se acentúa a medida que los personajes pasan por la vida de Ilich Ramírez. Desde sus relaciones venezolanas, pasando por su primer atentado en el Reino Unido, sus días en París, o sus amistades alemanas, desfilan en Carlos una multitud de lenguas que conforman la Babel propia en la que se movía el terrorista.

Una baza fundamental para conseguir este objetivo ha sido la elección de su protagonista, el actor venezolano Edgar Ramírez, quien comparte con su protagonista apellido y nacionalidad. Edgar da credibilidad a su personaje en cualquier idioma. Un trabajo que se ha visto recompensado este año con su nominación al Globo de Oro al Mejor actor.


Sin embargo, todos esos hallazgos, todos los elogios que podamos hacer sobre este magnífico trabajo, se perderán en nuestras salas de cine al convertir los 330 minutos
que dura el metraje original de Carlos en 165 minutos. En esta nueva versión, mortalmente herida por la guadaña del montaje, los personajes entran y salen sin aviso ni permiso. Desaparecen tramas completas y las elipsis se nos antojan inexplicables. Resulta incomprensible que se obligue al espectador a un trabajo de comprensión innecesario e inútil. Y al mismo tiempo, al quedar cercenada, es inapreciable la enorme calidad de este magnífico trabajo de Olivier Assayas y su equipo.

jueves, 14 de abril de 2011

"Código fuente", entre monos y marmotas

Lo más grave de la mayoría de los thrillers de pseudo ciencia-ficción recientes, provenientes de Hollywood, es que casi todos destilan un cierto tufillo a dejà-vu.

En
Código fuente, película escrita por Ben Ripley y dirigida por Duncan Jones, hijo cinéfilo de David Bowie, casi todo nos suena demasiado. De entrada la historia se nos presenta como una especie de mini-12 Monos (Terry Gilliam) en la que un héroe de guerra debe viajar en el tiempo, tan sólo durante ocho minutos, para intentar localizar a un peligroso terrorista que ha puesto una bomba en el tren de Chicago. Y mientras transcurren los minutos, descubrimos que además del universo del Bruce Willis de 12 Monos, director y guionista nos obligan una y otra vez a revivir los mismos ocho minutos, idéntica situación a la padecida por el Bill Murray de Atrapado en el tiempo.

No hay que romperse la cabeza, porque tampoco lo han hecho los productores: del híbrido de esas dos historias surge Código fuente. Lo demás, una ficción apañada de forma un tanto chapucera –sobre todo en lo referente a las explicaciones matemáticas sobre ese viaje en el tiempo– que tiene, eso sí, un ritmo y una acción frenética y en la que, sorprendentemente, también hay espacio –muy breve– para el humor. Jake Gyllenhaal, Michelle Monaghan y Vera Farmiga hacen lo que pueden en este reducido universo de ocho minutos al que se reduce la película. Otros lo consiguieron, con menos medios y mucha más imaginación, Vigalondo sin ir más lejos.

Atención espoiler: Se me olvidó mencionar la única película que ha dirigido Dalton Trumbo (guionista que encabezó la famos Lista Negra y que escribió, entre otras, joyas como El sol sale mañana, Los valientes andan solos o Espartaco).

miércoles, 13 de abril de 2011

"Una dulce mentira", esencia de Natalie Baye

Pierre Salvadori es un guionista y director francés de origen turco, que ha resuelto, sin demasiados fuegos artificiales, pero con solvencia y muchísima profesionalidad, casi una docena de comedias. Es un terreno en el que parece sentirse bien y así lo ha demostrado en trabajos como Cible emouvant (1993), Los aprendices (1995), …Comme elle respire (1998) o en Usted primero (2003).

El buen sabor de su anterior película, Un engaño de lujo (2006), le ha llevado de nuevo a repetir con Audrey Tautou. Algo parecido le ha ocurrido con Nathalie Baye, una de esas actrices cuya presencia engrandece cualquier película por la que pase. Y en su caso con la enorme ventaja de que Salvadori escribió el papel de Una dulce mentira (‘De vrais mensonges’) –algo así como ‘mentiras piadosas”– expresamente para ella.

Mucho menos poética que El marido de la peluquera (Patrice Leconte, 1990), Una dulce mentira sitúa a su protagonista, Emille, como dueña de una deliciosa peluquería. Allí trabaja Jean (Sami Bouajila), intérprete de profesión que por culpa del estrés abandonó un envidiable puesto en la ONU para refugiarse de ayudante, electricista y albañil en su pequeño establecimiento. En secreto, Jean, está enamorado de Emille. Pero ella, más atenta a los problemas sentimentales de su madre –recién abandonada por su padre– acabará tejiendo una madeja de enredos de imprevisibles consecuencias.


No estamos ante la mejor comedia de la temporada, pero Una dulce mentira es un producto agradable, entretenido, que cumple con las expectativas y no engaña. Una historia en la que brilla con luz propia la madurez de una de las mejores actrices del cine europeo, Nathalie Baye, y el trabajo de Sami Bouajila, actor premiado con el César al Mejor Secundario en 2008 (Los testigos) y al Mejor Actor en Cannes 2006 (Days of glory) . Sí algo podemos echarle en cara a Salvadori es la falta de riesgo a la hora de plantar la cámara y un abuso de planos convencionales que poco o nada aportan. Aunque, cuando la historia funciona, el espectador olvida todo lo demás para centrarse en el enredo amoroso del que todos, incluida la propia Taoutou, salen bien parados.

lunes, 11 de abril de 2011

"La legión del Águila", romanos por Escocia

En 1998, el productor británico Duncan Kenworthy, fascinado por las novelas de Rosemary Sutcliff (Surrey, Reino Unido, 1920-1992), se propuso trasladar al cine El águila de la Novena Legión. El éxito internacional de Gladiator en el año 2000, incluidos sus cinco Oscar, confirmaban sus predicciones sobre ese tipo de historias. Trece años después, a las órdenes del director Kevin Macdonald (El último rey de Escocia, La sombra del poder), ha puesto en marcha esta épica historia de aventuras situada en el siglo II d.d.C.

La novela de Sutcliff parte de un hecho que se mueve entre la historia y la leyenda: en el año 120 d.d.C., los 5.000 hombres de la Novena Legión del ejército de Roma desaparecieron sin dejar rastro, mientras conquistaban las tierras altas de Inglaterra. Para evitar pérdidas mayores, el emperador Adriano, hizo construir un muro que separase el resto de Inglaterra de esas zonas del norte de Britania. La película relata la búsqueda que realiza, veinte años después, el hijo del comandante de esa Legión con la única intención de recuperar el Águila de Oro y con ella el honor mancillado de su padre.

El director, Kevin Macdonald, nos propone un viaje al corazón de las tinieblas, que en esta ocasión no se encuentran en África, sino en las tierras altas de Inglaterra. Sus protagonistas son Marco –Channing Tatum– , hijo de Flavio, comandante de la Legión perdida, y en cuyo camino se cruzará Esca –Jamie Bell–, un esclavo británico que le ayudará a recuperar el preciado estandarte.

Huyendo de los clásicos más recientes del género, el Gladiator de Ridley Scott o el televisivo Spartacus, Blood and Sand, Macdonald plantea un filme muchísimo más riguroso, sin apenas efectos digitales y con luchas cuerpo a cuerpo menos sangrientas, pero no por ello menos realistas. La suya es una visión más sucia, en la que lo que mancha no es la sangre sino el barro, y para ello utiliza también una fotografía basada en los paisajes y sus tonalidades naturales. Una pena que ese intento de acercamiento al universo de Josef ConradEl corazón de las tinieblas–, incluso al de su mejor adaptación cinematográfica hasta la fecha –Apocalypse Now– no sea más que eso, una breve aproximación. Porque su historia se merecía profundizar más en los males de la violencia provocada por Roma y su afán imperialista, y menos en una historia de amistad, que aunque interesante, termina convirtiendo la película en algo mucho más dulce de lo que se nos prometía.

En el reparto, una extraña pareja la que forman Channing Tatum, actor curtido en el cine de puños y acción, y Jaime Bell, británico que no ha vuelto a encontrar un papel de tanto profundidad y calado como el que le dio a conocer en Billy Elliot. Y dando el punto justo de sobriedad actoral, la breve presencia –por desgracia– de Donald Sutherland y Mark Strong, al que recientemente hemos visto de villano en el Sherlock Holmes de Guy Ritchie. Una pena que tantas buenas intenciones sólo puedan consolidar a La legión del Águila en una aceptable película épica de acción. Y a modo de anecdóta, resaltar que el título adaptado finalmente, La legión del Águila, resulta redundante –todas las legiones de Roma llevaban un águila– y mucho menos informativo que El águila de la Novena Legión, que es como se le había bautizado originalmente en español a la película.

domingo, 10 de abril de 2011

"Sin límites", y sin implicaciones morales

Cuenta una leyenda urbana –con poco o ningún fundamento– que el ser humano sólo utiliza entre el 10 y el 20% de su cerebro durante la vida diaria. Partiendo de este supuesto, el novelista Alan Glynn en The Dark Fields ha imaginado la posibilidad de una droga, el MDT-48, capaz de convertir a quien la consuma en la persona más inteligente, creativa y perspicaz del mundo. Una especie de superhombre o supermujer capaz de descifrar los movimientos bursátiles, entender las fluctuaciones empresariales y escribir una novela, todo al mismo tiempo.

El director Neil Burger, (El Ilusionista), y la guionista Leslie Dixon (Matrimonio compulsivo, Señora Doubtfire), han sido los encargados de adaptar la novela al cine y convertirla en una especie de thriller posmoderno. En él, Eddie Morra, un triste y desorganizado aspirante a novelista, descubre por casualidad una pastilla que cambiará su vida, el NZT, un compuesto que pondrá a su alcance un mundo de lujo, sofisticación y riqueza. Y todo porque gracias, o por culpa de, a esa pastilla su cerebro es capaz de trabajar un 80% más rápido. Su primer efecto será un seguridad extraordinaria para ligar y la posibilidad de acabar ese libro pendiente, en tan sólo cuatro días. Eddie es consciente de que esto sólo es el principio de una nueva vida y está decidido a recuperar a su antigua novia, al mismo tiempo que se convierte en una especie de mago de las finanzas. Pero tras el brillo y la sofisticación que le ofrece el NZT –del que se ha convertido ya en todo un yonki– se esconde una parte oscura y Eddie comienza a perder la noción de sus actos y lo que para él son minutos, se convierten en días o semanas.


Ritmo constante, un excelente y original planteamiento visual y una lucidez para los diálogos, hacen de Sin límites un entretenimiento perfecto, que sin embargo, se pierde en el pozo de la superficialidad, al eludir, totalmente –y sobre todo en su parte final– las implicaciones morales y éticas que conlleva la adicción a semejante droga.

Bradley Cooper, entre sus dos “resacones” (Resacón en Las Vegas, Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!) demuestra su capacidad para salir airoso de un thriller que protagoniza de forma absoluta. Ya que la presencia de ese Robert De Niro innecesario –por lo intrascendente de su personaje– sólo sirve para que su cara en el cartel sirva de reclamo publicitario y permita a Sin límites convertirse en la película de la semana. Y dada la carestía de grandes estrenos, es muy probable que lo consiga.

viernes, 8 de abril de 2011

"Furia ciega": Cage se parodia, un poco

Nicolas Cage ya debería estar acostumbrado a que no le tomemos en serio. A él, por esa capacidad extraordinaria para no elegir ni un solo proyecto que se acerque, ni por asomo a aquel Leaving Las Vegas (del que ya han pasado más de quince años). Y a sus personajes porque todos padecen los mismos males: seres atormentados -por el infierno, por el cielo, o por ambos a un tiempo- que deben redimir sus pecados en la tierra en una lucha sin cuartel contra el mal, casi siempre con la ventaja que les da algún que otro poder sobrenatural. En este cajón nos podemos encontrar con historias como En tiempo de brujas, El Aprendiz de Brujo, Señales del futuro, Bangkok Dangerous, Next, The Wicker Man o El motorista fantasma. Y Furia ciega (Drive angry) parece cortada por el mismo patrón. Pero frente a las anteriores, posee la singularidad de no haberse tomado a si misma demasiado en serio. Una ventaja que le permite jugar al cine del cómic-acción-infernal con una envidiable carga de humor.

Milton (Nicolas Cage), escapa del Infierno para recuperar a su nieta, que ha sido raptada por un fanático líder satánico y que será sacrificada en el plazo de cuatro días. Al equipo de los buenos se le une Piper (Amber Heard), una dura y joven ex camarera, que además de dar buenas patadas pone la parte sexy en la historia. Los dos serán perseguidos por ‘El contable’ (William Fichtner), un sicario del infierno, con muy malas pulgas y un singular sentido de la justicia.

El resultado es una película a la que tampoco podemos tomar demasiado en serio, pero que sin embargo resulta socarrona, divertida y muy entretenida, algo que hoy en día se agradece, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que estamos viendo es un producto de bajo consumo y sin apenas pretensiones. Patrick Lussier –montador de innumerables filmes de terror, entre ellas la serie de Scream– ha conseguido su mejor producto hasta la fecha incluyendo chicas, o mejor dicho chica, coches, persecuciones, explosiones, muchos disparos, 3-D, y unos diálogos que beben en películas tan sanamente divertidas como Posesión Infernal (Evil Dead, 1981) o Terroríficamente muertos (Evil Dead 2, 1987) del maestro Sam Raimi.

jueves, 7 de abril de 2011

"Invasión a la Tierra", + guerra que aliens

Cuentan en la información promocional de Invasión a la Tierra que, durante la noche del 24 al 25 de febrero de 1942, mientras todo EE.UU. vivía en alerta temiendo una posible invasión japonesa, los habitantes de Los Angeles se despertaron con el sonido de sirenas debido a una incursión aérea. Aquel hecho, todavía sin esclarecer, sirve de inspiración para ésta película.

Pues bien, de todo esto, en la película, no hay absolutamente nada. El arranque nos advierte que podríamos estar ante una nueva versión de La Guerra de los Mundos (2005), o como mínimo con una actualización de Independence Day (1996). Pero a medida que pasan los minutos, comprobamos que lo que se nos ofrece son dos horas de la más estricta propaganda del ejército norteamericano en general, y de los marines en particular.

Todo perfectamente envuelto, lazo incluido, en una película de acción trepidante, técnicamente perfecta, a la que más que en el género de aliens invasores, deberíamos encuadrar en una mezcla de cine bélico aliñada con toques de videojuego. Que según parece, es a lo que desean aproximarse sus productores.

Invasión a la Tierra, contiene lo mejor del cine bélico de acción, pero también lo peor, o lo que es lo mismo, una colección de tópicos tan aburridos y repetitivos como el sargento con pasado atormentado –dicen que por su culpa murieron sus soldados–, el teniente novato y temeroso –que acabará martirizándose por sus carencias-, la mujer soldado valiente y chula –una especie de teniente O’Neil hispana–, y, como no, una completa sucesión de estampas heroicas varias. Y lo cierto es que el espectáculo de acción es de tal envergadura que el espectador no tiene más remedio que abandonarse ante semejante espectáculo, evitando así complejas reflexiones. Y así ocurre durante buena parte del metraje, pero, y ese uno de los problemas, cuando el tren de la acción se detiene y los personajes intentan componer un diálogo más o menos coherente, la película se desinfla y vemos que tras ella sólo hay humo. Así, frases como "¿Quién es John Wayne?", más que como homenaje a John Ford o al propio Wayne, sólo sirven para marcar las distancias –enormes– entre aquellos y éstos.


Entre sus protagonistas, Aaron Eckhart y Michelle Rodríguez, dos aspirantes a estrellas que no acaban de encontrar su lugar en Hollywood, y que son los únicos a los que director y guionista han querido favorecer en el reparto de frases tópicas. El resto desaparece de escena sin que nos importe lo más mínimo, incluida una desaprovechada Bridget Moynahan, actriz a la que afortunadamente estos días podemos ver en la serie Blue Bloods.

En resumen, una ‘mascleta’ de ruido, disparos, sustos y efectos, tras la que se esconde este bien construido vídeo clip pro-marines, que quizá le robe el primer puesto de la taquilla a Torrente 4, y que a su director le catapulta para dirigir la secuela de la inapetente Furia de Titanes. O al menos, así lo aseguran en Hollywood.

miércoles, 6 de abril de 2011

"En un mundo mejor", un drama sobrio y genial

Dice la directora de En un mundo mejor, Susanne Bier, que su película “explora las limitaciones con las que nos encontramos al intentar controlar la sociedad y nuestras vidas personales”. La venganza –que es precisamente su título original en danés, Haevnen- es lo que según la directora, se encuentra latente en nuestra sociedad. Y eso ocurre de forma similar en Dinamarca o en un campo de refugiados africano, tal y como se retrata en la película.

Su película, relata la relación entre dos niños, Christian y Elias, y sus respectivos entornos. Christian intenta superar la muerte de su madre a causa de un cáncer terminal, mientras mantiene una relación distante y culpable con su padre, Claus. Elias, tiene el cariño de dos padres a punto de divorciarse, pero sufre el acoso escolar. Entre ellos surgirá un vínculo especial, que Christian aprovechará para poner a prueba la amistad de Elias.

A partir de esta historia, Susanne Bier plantea interrogantes tan intensos y trascendentales, como por ejemplo la forma en la que afrontamos la muerte de nuestros seres queridos. “Lo que nos separa de la muerte es como un velo –explica uno de los protagonistas-, y cuando muere alguien muy cercano a ti, ese velo desaparece y ves su auténtica cara. Después, pasa el tiempo y el velo vuelve a su sitio”.

La muerte como detonante, que deja espacio al caos y a la violencia, y que en ocasiones, hace que nos tambaleemos al borde del abismo. Y son esos espacios los que muchas veces nos llevan muchas veces a saltarnos las leyes y convertirnos a nosotros mismos en jueces, cuyos actores responden tan sólo a un ansia de venganza.


La directora y su guionista, Anders Thomas Jensen, recogen todo eso y nos lo plantan en nuestras mismas narices, con un estilo intimista, sin prepotencia, con nitidez pero sin artificios. Con ese estilo, tan directo, en ocasiones excesivamente sobrio, es como está película se ha colado entre las nominadas al Oscar a la Mejor Película en Habla No Inglesa, y con el que, sorprendentemente, consiguió ganarlo.

Bier, que también participó en 2002 del movimiento Dogma de Lars Von Trier con Te quiero para siempre, tiene una filmografía bien nutrida de premios, y está muy bien considerada en Europa, pero también en Hollywood. Brothers (2004), recibió premios en Sundance, entre otros, y ‘padeció’ el típico e innecesario ‘remake’ en 2009 a manos del también adoptado Jim Sheridan . Con Después de la boda (2006) llegó a la nominación al Óscar, lo que le valió ser tentada para dirigir en EE.UU. Cosas que perdimos en el fuego (2007). La prueba de que cada vez se mueve mejor rodando en inglés, es que Susanne Bier se preapra estos días para dirigir All you need is love, comedia romántica protagonizada esta vez por el británico Pierce Brosnan.

martes, 5 de abril de 2011

"Sucker Punch", efectos y lolitas

La última aventura del director de 300, Zack Snyder, llega envuelta en forma de un cuento carcelario que tiene más que ver con un videojuego o con un cómic increíblemente surrealista, que con una película de acción.

Ha debido pensar Snyder que con cuatro argucias digitales y unas cuantas lolitas vestidas con minifaldas y medias negras, ya está el asunto arreglado, y que el resto, es decir el guión, aparecerá como por arte de magia en la sala de postproducción. La realidad es muy distinta. La realidad es que, no es lo mismo basarse en dos obras cumbres del cómic como 300 o Watchmen para adaptar sendas películas, que construir una historia fantástica de cero. Que es precisamente lo que ha hecho Snyder en Sucker Punch. Y probablemente sea capaz de trasladarnos a universos digitalizados con muchísimo acierto, pero aquí ha demostrado que, o bien el arte de la escritura cinematográfica no es lo suyo, o bien le ha importado un bledo el guión. Que a la postre viene a ser lo mismo. Así, en Sucker Punch no es que prime la estética, los efectos y el ruido por encima del resto, es que no hay resto.

Imitando (mal) a Christopher Nolan

La película arranca con un prólogo visualmente atractivo, contado a cámara lenta, en el que se nos presenta el drama familiar de una joven, que acaba de perder a su madre y que se queda, ella y su hermana pequeña, a merced de un padrastro ambicioso. Un accidente, al intentar defender a su hermana del insidioso padrastro, termina con la vida de la más pequeña. Así, casi sin previo aviso, lo que se nos promete como un previsible drama carcelario, da un giro de casi 180 grados cuando su protagonista, Baby Doll (Emily Browning), comienza a utilizar su imaginación para crear dos niveles de sueño. En el primero, Baby, ejerce de cabaretera raptada por un gangster despiadado que la utiliza para satisfacer a hombres poderosos. Pero como no es suficiente, se evadirá de esa segunda realidad para convertirse en líder de un grupo de heroínas, mitad Ángeles de Charlie, mitad Trinity de Matrix, que salvan al mundo, misión tras misión, matando gigantescos samurais, zombis nazis o enormes dragones, al ritmo de la hipnotizadora música de Bjork.


Tanto nivel de consciencia, acaban por marear al espectador, que no sabe muy bien cuando está en Gotika –una chica sometida en una cárcel psiquiátrica- y cuando en Matrix. Sucker Punch se estrena en todo el mundo este fin de semana, y quizá consiga una buena taquilla. Dependerá de la cantidad de público juvenil adicto a los vídeo-juegos y al cómic de consumo rápido que caiga en las redes de este entretenimiento perpetrado por Zack Snyder, director que a estas horas se prepara ya para dirigir la próxima entrega de Superman: Man of Steel.

lunes, 4 de abril de 2011

"Inside Job", o cómo se fabricó la crisis

Más allá del simple documental, lo que Inside Job nos ofrece es una auténtica lección de historia reciente, cuyo visionado debería ser asignatura obligatoria en la educación secundaria y universitaria de todo el mundo.
Partiendo del caso de Islandia, uno de los primeros países en vislumbrar el abismo de la crisis inmobiliaria, y por tanto la crisis financiera de 2008 –sí, la misma por la que todavía transitamos con final incierto-, el documental hace un recorrido, pormenorizado, profundo y extenso sobre cómo se gestó la crisis económica mundial, quiénes participaron, cómo y quiénes lo permitieron, y por último, quiénes son los culpables y cómo han pagado por ello.
A medida que avanza la historia, nos resulta frustrante pensar en la situación hacia la que los bancos, los bancos de inversiones, el gobierno de EE.UU., sus expertos asesores y economistas, y las agencias de calificación de riesgos nos han abocado. No por conocida –miles de horas en prensa y televisión así lo atestigua- nos resulta menos sorprendente que una administración, la norteamericana, haya consentido semejante ‘estafa’ en aras de la desregulación financiera.

El trabajo del director, Charles Ferguson, y de sus guionistas, Chad Beck y Adam Bolt, repasa todos los aspectos de la crisis, convirtiendo la historia en una investigación apasionante y aleccionadora en su proceso, y terrorífica en su conclusión. Inside Job está basada en miles de entrevistas realizadas a políticos, directivos de bancos de inversiones, profesores, asesores de políticos y economistas, y a través de ellos, Ferguson nos muestra la auténtica y terrible realidad de unos hechos de los que todavía estamos sufriendo sus consecuencias: el derrumbe financiero a nivel mundial, ha supuesto más de 20 billones de dólares en pérdidas y, como resultado, millones de personas han perdido sus casas y sus empleos.
Ferguson, Beck y Bolt, demuestran que no son necesarios grandes medios, ni siquiera una puesta en escena espectacular, para construir un relato intrigante y atractivo. Los hechos, en este caso las palabras, hablan por si solas. Ellos y sus protagonistas nos trasladan la emoción –terrible–, de una realidad de la que tardaremos muchos años en recuperarnos.

La profesionalidad de este equipo quedó demostrada de forma contundente en 2007 con su anterior trabajo, No End In Sight, un repaso al estilo con el que la administración Bush llevó a su país hasta la segunda Guerra de Irak . Trabajo por el que estuvo nominado a un Oscar que no ganó, pero que este año sus compañeros de profesión en Hollywood no han podido escamotear, consiguiendo, con todo merecimiento el Óscar al Mejor Documental. Baste añadir que la estrella Matt Damon, ha reconsiderado su postura de apoyo al presidente Barak Obama, justo después de haber prestado su voz como narrador en esta película. Por todo esto, sería mucho más que imperdonable perderse este magnífico trabajo.

domingo, 3 de abril de 2011

"Encontrarás dragones", inapetente e innecesaria

El director británico Roland Joffé, después de ofrecernos muestras de su mejor cine durante los 80 con Los gritos del silencio (1984) y La Misión (1986), y de entretenerse dirigiendo proyectos tan variopintos como Vatel (2000) o Cautivos (2007), se ha decidido por una historia ajena, que él mismo se ha encargado de escribir y dirigir.

Encontrarás dragones resume la vida de dos amigos de infancia, Josemaría (Charlie Cox) y Manuel (Wes Bentley), durante los primeros años de la II República española y cómo la Guerra Civil influirá en sus vidas. El primero decide entregar su vida y su destino a Dios para poner en marcha un proyecto que terminará llamándose Opus Dei (Obra de Dios), mientras el segundo opta por integrarse en una brigada de anarquistas, donde ejercerá de espía al servicio de las tropas fascistas. La Guerra Civil sacará lo mejor, en el caso de Josemaría, y lo peor en el de Manuel.

Sorprende que un director tan declaradamente agnóstico se haya atrevido a narrar una historia tan distante, geográfica y espiritualmente hablando. Sobre todo si tenemos en cuenta que este relato de vidas paralelas, contado desde el punto de vista de un periodista –el hijo de Manuel, interpretado por Dougray Sott–, sirve más para ensalzar los orígenes del fundador del “Opus Dei”, que para apostar de forma decidida por el drama bélico. Y todavía más, cuando el propio director, en su presentación en Madrid, ha corroborado no tener vinculación alguna con "La Obra", al tiempo que se ha atrevido a asegurar que "el Opus Dei no existe".

Joffé desaprovecha las partes más intensas, en ocasiones las más oscuras, de un personaje tan contradictorio y apasionante como Josemaria Escriva de Balaguer: así, de los dragones a los que alude el título –“todo santo tiene un pasado”- finalmente no queda prácticamente nada en la pantalla. El resultado es una película irregular, en la que los personajes no consiguen empatizar con el espectador, quizá por un guión en el que las escenas de acción –algunas resueltas de forma atropellada- se ven lastradas por otras excesivamente discursivas.

La película está rodada en inglés, entre España (Segovia) y Argentina, y en ella, además de los actores mencionados a los que cabe añadir la desaprovechada belleza de Olga Kurylenko, también destaca la participación de españoles como Geraldine Chaplin, Ana Torrent, Jordí Mollà o Unax Ugalde, entre otros.