martes, 31 de mayo de 2011
"Pequeñas mentiras sin importancia", amor y amistad en muy largo-metraje
Es la primera vez que el actor, director y guionista, prefiere quedarse únicamente tras la cámara para de esa forma controlar mejor lo que le interesa contar. Porque Pequeñas mentiras sin importancia –Les petits mouchoirs si lo prefieren bajo su título original– es un extenso retrato coral en el que lo importante es el trabajo del actor. La cámara de Canet se acerca para ofrecernos casi siempre primeros planos en los que distinguir el dolor, la alegría, la ternura, la bondad y la mentira a las que se someten sus protagonistas.
La película radiografía la vida de este grupo de inseparables amigos a partir del accidente que sufre uno de ellos. A partir de ese momento, el del accidente, Canet nos muestra a esa pandilla cortada por el patrón de Los amigos de Peter a la francesa, y con ella un amplio abanico de comportamientos arquetípicos perfectamente reconocibles, cuyo temática, como explica su título, gira en torno a las pequeñas mentiras con las que nos movemos a diario y que terminan construyendo un muro en nuestros sentimientos. Podríamos decir que el director reinventa la crisis de los cuarenta, aunque sus personajes oscilan entre los treinta y se aproximan peligrosamente a los cincuenta.
La única pega que cabe ponerle al trabajo de Canet es su excesivo metraje debido, en parte, a que muchas de sus secuencias se dilatan más de lo que el espectador está dispuesto a soportar. Todo eso sí, en beneficio del trabajo de unos actores consolidados que nos ofrecen lo mejor de su repertorio, y entre los que destacan por méritos propios François Cluzet y Marion Cotillard.
En Francia Pequeñas mentiras sin importancia ha conseguido un enorme éxito de taquilla, algo que en España será más difícil de alcanzar, primero porque el cine francés no suele funcionar excepcionalmente bien y segundo por la insuficiente cantidad de copias con las que, previsiblemente, se estrenará.
"Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos", mucho tiempo perdido
jueves, 26 de mayo de 2011
"Piratas del Caribe: en mareas misteriosas", con un poco más de ritmo
Basada, en origen, en las fábulas y leyendas sobre los viajes del conquistador español Ponce de León, esta aventura de Piratas parte de Inglaterra y España camino a Florida, donde se supone se encontraba el agua milagrosa que permitía, a quien la bebiera, prolongar unos cuantos años la vida. Rodada con un presupuesto de los que quitan el hipo –se dice que menor que la anterior secuela– , una buena parte invertido en una hábil campaña de marketing iniciada el primer día de rodaje –las anécdotas sobre Keith Richards, las bromas de Johnny Deep y, por supuesto, el embarazo de Penélope Cruz–, esta cuarta entrega está narrada de forma desigual. Así, mientras su primera hora se resuelve entre las dosis excesivas del amanerado Jack Sparrow y la presentación, igual de excesiva, del personaje de Pe, en la segunda parte –el viaje en sí hacia las mareas misteriosas– la película gana en interés, intriga y acción. Y es entonces cuando la presencia del saltimbanqui Sparrow se hace tan necesaria como sus exabruptos o sus ingeniosas salidas de tono.
No se le puede pedir más. Bueno, en realidad si se puede, pero seamos sinceros: aunque el sello de Rob Marshall es suficiente para que la historia no termine en un aplatanamiento excesivo, que es lo que Gore Verbinski consiguió, ocasionalmente, en las anteriores secuelas, su currículum tampoco predice que esta cuarta entrega se vaya a convertir en la panacea de las películas de piratas modernas.
De los actores, salvo Johnny Deep que se lleva todo el protagonismo como viene siendo habitual, Ian McShane en el traje de un Barbanegra que podía y debería haber sido más malo, Penélope que pasa el examen con un aprobado justito, sí es obligado destacar la presencia de dos actores españoles, Astrid Berges-Frisbey y Óscar Jaenada, más la primera que el segundo, ya que su personaje, Syrena, así se lo permite.
"¿Estás ahí?", pues al parecer no
La segunda es la paradoja de que una película tan breve –90 minutos– pueda parecer interminable, y que de forma simultánea su final se nos presente casi de improviso, liquidando de forma apresurada su reducido mensaje. Lo primero se debe a que muchas de sus secuencias parecen dilatarse en exceso de forma innecesaria. Y es doloroso que este trabajo esté firmado por Roberto Santiago, director que, como mínimo, ha conseguido trabajos irregulares pero dignos como El Club de los suicidas o incluso su ópera prima Hombres felices.
¿Estás ahí? juega a ofrecernos una comedia disparatada –su punto de partida, la novia muerta que continúa presente para hacerle la vida imposible a su novio así lo profetiza– con situaciones a priori divertidas –y algunas de ellas lo son– pero se ve lastrada por una preocupante carencia de ritmo y, lo que es más grave, por la ausencia total de contenido. La sensación de vacío que se produce una vez finalizada es tan grande, que resulta increíble que productores y director –¿estaban ellos ahí?– hayan sido incapaces de resolver una trama, que tal y como se nos plantea, no daría más que para un digno cortometraje. Más triste todavía si tenemos en cuenta el innegable talento que encontramos entre intérpretes tan sólidos como Carmen Elias y Miguel Rellán, dignos secundarios, o Gorka Otxoa y Miren Ibarguren, los protagonistas de esta pretendida comedia romántica modelo Ghost.
lunes, 23 de mayo de 2011
"Medianoche en París"
sábado, 21 de mayo de 2011
El sicario de Dios, cómic intrascendente
Dirigida por el joven Scott Charles Stewart, debutante con la insípida Legión, la película deambula –como tantos otros productos del cine comercial reciente– entre el cómic y el videojuego. Reconvertida digitalmente como producto 3-D, El sicario de Dios es un paso más hacia el abismo del vacío cinematográfico abierto con Legión y en el que sus productroes han conseguido embaucar de nuevo a Paul Bettany –protagonista también de su anterior trabajo–, un actor cuyas aspiraciones deberían apuntar un poco más arriba, teniendo en cuenta sus magníficas dotes interpretativas.
En el prólogo del El sicario de Dios se nos advierte que esto tiene más pinta de cómic -el que adapta, Priest, del surcoreano Hyung Min-Woo- que de cualquier otra cosa. Y por muchos homenajes que intente vendernos su director –un arranque inspirado en Blade Runner, el spaghetti western con momentos a lo Sergio Leone, las motos a lo Akira en un desierto extraído de Mad Max o las luchas a lo Matrix– la historia es previsible y su desarrollo así lo atestigua: un Van Helsing disfrazado de franciscano, o sea Priest, que en el pasado se dedicó a matar vampiros, recupera su traje de guerrero al ver como su mayor enemigo, un antiguo monje de su misma orden, –gracias a un trato con la reina de los vampiros– se convierte en el primer chupasangre humano capaz de soportar la luz del sol. ¿Complicado? Para nada.
Todo ello edulcoradísimo con efectos especiales, explosiones y fondos digitales, que es el terreno en el que mejor se ha movido su director –ha participado como especialista en efectos visuales en películas como Sin City, The Host, Grindhouse, La Jungla 4.0 o Iron Man–, y en el que, según parece, debería haberse quedado. Ni la presencia del veterano Christopher Plummer ni las carantoñas de acción de Maggie Q –la nueva Nikita– consiguen salvar del tedio a este producto hecho exclusivamente para fans acérrimos de los videojuegos.
"El último exorcismo", verdades a medias
Daniel Stamm, joven director aleman afincado en Hollywood con tan sólo un, brillante, largometraje en su currículum –A Necesary Death–, ha querido construir El último exorcismo al modo de un falso documental que sigue las peripecias de Marcus Cotton (Patrick Fabian), un peculiar predicador y exorcista recién imbuido en una singular crisis de fe –que nos recuerda sospechosamente al icono del género–. Cotton pretende desvelar las técnicas fraudulentas que existen tras el denominado “negocio del exorcismo” y para ello viaja, junto con un equipo de cámara y sonido, hasta la Lousiana rural donde un granjero, convencido de que su hija adolescente Nell (Ashley Bell) está poseída por un demonio, solicita sus servicios.
Stamm mantiene el pulso narrativo y la tensión durante más de una hora. Pero llegado ese momento comenzamos a ver que tras ese cinema verité en el que se esconde su discurso, no parece haber mucho más. Quizá por eso el giro de guión que nos depara en sus últimos minutos suena más a parche o a tirita que a sorpresa final. Un buen intento de aproximación a nuestro Rec o a Actividad Paranormal, que por desgracia para los amantes del género se queda a mitad de camino.
viernes, 20 de mayo de 2011
"El inocente", convencional cine legal
Esta vez McConaughey se nos presenta enfundado en Armani cual cínico y astuto abogado criminalista, capaz de lidiar con mafiosos, asesinos, moteros, traficantes y cantantes. Mickey, su personaje, dirige su bufete desde su Lincoln, –The Lincoln Lawyer, “el abogado del Lincoln”, ese es el título original de esta película y del libro en el que se basa– con acierto y mucho estilo. Así es su vida hasta que un joven niño rico (Ryan Phillippe) le contrata para sacarle de un apuro. Y como ya se podrán imaginar, y como sucede de forma reincidente en este modelo de thrillers, las apariencias engañan y la vida de Mickey comienza a desmoronarse casi al mismo tiempo que su caso.
Adaptada por el guionista de televisión John Romano (Turno de guardia, Monk o The beast) la película parte de la novela anteriormente citada del autor de best-sellers Michael Connolly, novelista al que también adaptó Clint Eastwood en Deuda de sangre. En esta ocasión, el director Brad Furman, un recién llegado al mundo del largo, resuelve de forma eficiente una película que, por contenidos, tramas, personajes y estilo visual podría pasar perfectamente como un capítulo más de una –elegante y precisa– serie de abogados. Un thriller legal para lucimiento personal de McConaughey, un poco menos para el anodino Ryan Phillippe; acompañados ambos por la presencia de dos secundarios de lujo, William H. Macey y John Leguizamo, de un recién salido del plan renove, Michael Paré, y en el que, sobre todo, disfrutamos de la espléndida y bella madurez de Marisa Tomei.
"Miss Tacuarembó", extravagancia kitsch católica
Adaptación de la novela homónima del singular artista uruguayo Dani Umpi –músico, escritor, dibujante y performance– , la película intenta aproximarse a las ambiciones musicales de la joven Natalia que, acompañada siempre por su mejor amigo Carlos , se debate entre la devoción a Jesucristo –a quien culpa de la llegada de la televisión en color a su hogar- y sus fascinación por ídolos de la canción tan divergentes como pueden ser Madonna o Parchís. La puesta en escena de Miss Tacuarembó se mueve entre el mundo naif de su protagonista –trabaja en un parque temático consagrado al culto católico llamado Cristo Park– y la irregularidad de un guión que salta de etapa en etapa y de momento en momento creando una confusión que terminar por lastrar a la propia película.
Martín Sastre, director y guionista que debuta con este largo, ha elegido quizá el camino más difícil, intentar adaptar los mundos tan singularmente extravagantes y personales de Dani Umpi. El resultado disfruta y padece al mismo tiempo de esa complicada conjugación kistch que es fundir en un solo producto un universo pop tan sumamente variado: desde la ingenua visión del catolicismo, pasando por la inspiración musical ochentera –en la que el Flashdance de Irene Cara ocupa una parte fundamental– y terminando en la mitificación de las telenovelas, encarnada aquí en Jannette Rodríguez, protagonista de Cristal y de la que la Natalia de la película adopta su nombre artístico.
Divertida por momentos, Miss Tacuarembó se entiende más como una serie de postales irregulares que como producto completo. Su protagonista, Natalia Oreiro, que además da vida a otro de los personajes de la historia, encaja perfectamente en este extraño papel. Entre sus protagonistas la presencia de una estilizada Rossy de Palma y del también español Alejandro Tous.
miércoles, 18 de mayo de 2011
"Tournée", retrato sincero del burlesque
Sobre el casting de la película cuenta el propio director que hasta tres semanas antes de comenzar el rodaje no tenía claro quién iba a ser su protagonista, lo que finalmente le obligó también a ponerse frente a la cámara. El resultado es un relato sobre las andanzas de Joachim Zand, un productor de televisión que regresa a Francia acompañado de una troupe de strepeers que, con el nombre de New Burlesque, recorre clubs nocturnos y bares de carretera, buscando el escenario idóneo que permita a sus chicas mostrar todo su talento.
La mirada que Amarlic ofrece del grupo es ingenua y condescendiente, pero también directa y franca. Casi todas las secuencias revelan momentos de verdad a los que sólo un documentalista -si fuera el caso- habría podido tener acceso dejando la cámara escondida en una esquina para, de esa forma, no perturbar el trabajo de sus actrices. El relato, adornado con una variedad de números musicales, rodados en directo y con un exquisito sentido cinematográfico, profundiza en los temores de sus protagonistas, y aunque su espectáculo invoque la parte lúdica, sexy y vital de nuestra existencia, tras esa fachada se esconde el dolor y la tristeza que albergan sus personajes, comenzando por los intentos frustrados del propio director de la tournée de este burlesque por encontrar un lugar mejor para sus artistas.
Tournée encandiló al jurado y a la crítica del pasado festival de Cannes, y eso le permitió a Mathieu Amarlic llevarse dos de los premios más codiciados: el de Mejor Director y el Fipresci, Premio de la Crítica Cinematográfica. Por eso y por su evidente calidad merece la pena dedicarle dos horas de nuestra vida.
martes, 17 de mayo de 2011
"Sin identidad", entretenimiento y punto
Es muy difícil contar de qué va Sin identidad sin desvelar argucias fundamentales de la trama que le eviten al espectador la desagradable sensación de conocer más de lo que debería (algo que por cierto, no han hecho en el trailer). Por eso, sólo diré que su protagonista, Martin Harris (Liam Nesson) es un doctor en biotecnología que durante un viaje a Berlín, pierde su documentación y parte de su memoria tras un gravísimo y espectacular accidente de coche.
Quizá lo mejor que se puede decir de Sin identidad es que cumple la función para la que ha sido diseñada, que no es otra que la de entretener. Con un ritmo más que aceptable, la acción transcurre de forma más o menos equilibrada, sin apenas caídas o perdidas de interés y con un reparto simplemente correcto: ni Liam Neesson, ni Diane Kruger, ni January Jones, ni Frank Langella, merecen ser destacados por encima de Bruno Ganz, a quien le corresponde el honor de dar vida, con brevedad pero también con contundencia, al único personaje interesante de esta historia. En lo demás es imposible destacar un estilo propio, porque no lo tiene, y porque su calidad no le permite compararse ni remotamente con las anteriormente mencionadas, y mucho menos con Polanski o Hitchcock.
En Estados Unidos Sin identidad ha llegado hasta el número uno, mieles que el director catalán Jaume Collet-Serra ya casi disfrutó con su primer trabajo, La casa de cera (House of Wax). Ante semejante logro, debemos valorar el trabajo de oficio de un director al que podemos considerar afortunado y al que deseamos lo mejor como cineasta.
sábado, 14 de mayo de 2011
miércoles, 11 de mayo de 2011
"Carta Blanca", comedia también blanca
Podríamos decir que, como cualquier mortal, han madurado en y con sus filmes. Prueba de ello es esta Carta blanca en la que presentan un estado evolucionado de sus relaciones cinematográficas anteriores. Su protagonista, Rick, al que da vida un amancebado Owen Wilson, está entrando en el peligroso terreno de la crisis de los cuarenta. Tiene una vida casi perfecta: una casa con jardín, una esposa que le quiere y dos criaturas que han dejado paso a una vida sexual más que reducida. Y aunque mantiene viva la llama del deseo, su mirada se está desviando cada día más hacia otras mujeres. Su esposa, consciente de ello y aconsejada por una singular terapeuta le propone lo que presume como método infalible: darle una semana de ‘carta blanca’ para que convierta todas sus fantasías en realidad, todo sin reproches, ni preguntas. A la sazón, una manzana envenenada con pocas posibilidades de llegar a buen puerto.
Para ello, los cineastas han apostado aquí por un humor a medio camino entre la gamberrada estudiantil y la moralina de sit-com, olvidándose casi por completo de su capacidad para transgredir que tan buenos resultados les dio en Algo pasa con Mary o Dos tontos muy tontos. Aún así, su ingenio para construir gags genuinos apelando para ello a tabúes sexuales como la masturbación o el sexo oral, sigue siendo único. Por eso, y por el magnífico trabajo de sus actores, empezando por Owen Wilson, siguiendo por Jason Sudeikis o Christina Applegate y terminando en ese irreverente secundario llamado Stephen Merchant –digno de destacar es su participación junto a Ricky Gervais en la serie Extras– merece la pena no perderse el final de esta ingenua –y predecible– comedia sin pretensiones de Peter y Bobby Farrelly.
domingo, 8 de mayo de 2011
Cine europeo en Los Verdi, y gratis
"Rompecabezas", la magia de una mujer en una historia sencilla
El rompecabezas del título parece funcionar, por momentos, a modo de metáfora: su familia es el puzzle que ella debe recomponer y al que aporta el equilibrio necesario. El problema es que toda la fuerza con la que la directora desea dotar a su madre-coraje se desinfla poco a poco a medida que avanza la historia. Y lo que debería ser un proceso de aprendizaje, redención y catarsis para toda la familia, se queda, finalmente, en una mínima evolución que le permite a su protagonista crear un reducido universo propio.
Estilísticamente, Rompecabezas presenta lo mejor de cada uno de los directores con los que Natalia Smirnoff ha ido forjando su carrera: la naturalidad, el trato de la música y los silencios de Lucrecia Martel y Pablo Trapero, y la ironía vital de Alejandro Agresti. Una parte de la magia que envuelve la historia pertenece a María Onetto, su fascinante actriz protagonista que inunda cada plano con su cálida presencia. Al final nos queda la duda de saber lo que la directora sería capaz de hacer con un guión todavía más sólido y redonde que éste. Paciencia, es su ópera prima.
sábado, 7 de mayo de 2011
"No tengas miedo", relato doloroso de un abuso sexual
Siguiendo un camino ya abierto por trabajos como El bola y, sobre todo por Te doy mis ojos, Montxo Armendáriz ofrece una visión contundente, sin artificios ni maniqueísmos, huyendo de la violencia explícita, pero cuya excesiva frialdad termina marcando una insalvable distancia emocional. No hay tregua ni respiro para el entorno, ni para la víctima de No tengas miedo. El excesivo sufrimiento, la mayoría de las veces perfectamente sugerido, nunca mostrado, impide que su protagonista disfrute de apenas un minuto de felicidad. Y aunque la realidad así lo dicte, a los ojos del espectador, la empatía es proporcionalmente mayor cuanto más amplio es el abanico de emociones que sus protagonistas ofrecen.
Ese es el único pero que cabe ponerle a un trabajo sólido, sobriamente fotografiado y dirigido, que radiografía de forma completa un caso de abuso sexual en el seno de una familia. Entre sus protagonistas destaca la credibilidad de Lluis Homar y la presencia de Michelle Jenner, esta última una de las más firmes y jóvenes revelaciones de nuestro cine.
jueves, 5 de mayo de 2011
"Año bisiesto", descarnado retrato de la soledad
Su personaje central, Laura, es una joven periodista oaxaqueña que sobrevive a duras penas en un solitario apartamento de ciudad de México. Allí, separada geográfica y emocionalmente de su familia, intenta esconder la soledad de su alma y de su cuerpo con la frustración que producen las relaciones esporádicas. Hasta que se cruza en su camino Arturo, un hombre impasible que se debate entre la ternura y el sadismo. Él, entre prácticas extremas masoquistas a las que Laura se entrega complaciente, intentará llenar él vació que produjo la pérdida del padre de Laura un 29 de febrero. Pero su incomunicación y su tristeza sólo le concederán una solución.
Rowe utiliza para ello un lenguaje desprovisto de movimientos, introduciendo la cámara en la vida de la protagonista y dejando que la escena suceda sin movimientos que la perturben. Es un cine frío, iluminado y fotografiado de forma natural, explícitamente intencionado para profundizar en la soledad y la incomunicación. De igual modo los actores ruedan las escenas de sexo sin filtros, ni barridos, ni fundidos, ni cortes. Y a pesar de ese ejercicio de extrema dureza al que Rowe obliga al espectador, tanto por la crudeza de sus secuencias sexuales como por la duración de los planos, Año Bisiesto emociona y sus imágenes nos inquietan, cualidades que le han permitido ganar la Cámara de Oro en el último Festival de Cannes.
De los productores de "300", y se nota una burrada
miércoles, 4 de mayo de 2011
"The company men", ejecutivos en paro
Su responsable, John Wells, se ha labrado su prestigio en la televisión produciendo y escribiendo en series tan conocidas como Urgencias, El ala oeste de la Casa Blanca, Turno de guardia y más recientemente Shameless. Pero curiosamente, en este caso, Wells escribió la historia después de la última recesión económica, a principios de los noventa, utilizando como base de su material experiencias de conocidos, amigos y familiares de diversos orígenes socio-económicos. Y después de darle algunas vueltas lo guardó en un cajón, donde ha permanecido casi diecisiete años. Los hechos recientes -la crisis económica provocada por las hipotecas suprime en EE.UU.- le permiten una vigencia casi milagrosa.
El arranque de The Company Men es una situación bien conocida por muchos españoles: el despido de uno de sus protagonistas. A partir de ahí, el director analiza las circunstancias que rodean a este despido, comenzando por la vergüenza, el sentimiento de inferioridad, la perdida de autoestima y el miedo al abismo, el que supone enfrentarse a realidades tan livianas como pedir la baja del club de golf, vender el coche, tal vez el piso, y que aún así no hay dinero para pagar las tarjetas. Pero esa recomposición social se presenta también para el cineasta como una oportunidad para redimirse y recuperar la vida familiar. Rodada con maestría y con un soberbio casting de actores, comenzando por Tommy Lee Jones, Chris Cooper, Craig T. Nelson, Ben Affleck, Kevin Costner o Maria Bello, esta historia ofrece un inteligente retrato humano sobre la ambición y la amistad en el trabajo. Una pena que ese punto de vista tan esperanzador que Wells se permite en la parte final de la película, tenga muy poco que ver con la realidad que nos toca vivir en estos días.
The Company Men - Tráiler español por keane43
domingo, 1 de mayo de 2011
"Thor", superhéroe demasiado fantástico
Thor, protagonizado por la escultural y labrada figura del australiano Chris Hemsworth, hijo de Odín, padre de todos, es un guerrero soberbio, engreído y prepotente con un comportamiento más próximo al de un niño pijo con martillo y armadura, que al del heredero del mitológico reino de Asgard. Todas estas ‘virtudes’ le llevarán al destierro –¿se puede llamar así cuando le echan de su planeta y le mandan a la Tierra?–, gracias al cual conocerá a Jane Foster (Natalie Portman), la que se convertirá en su amor platónico.
Así, el prólogo de Thor, nos sumerge en un mundo plagado de reinos fantásticos, fondos irreales, monstruos, batallas, tronos y demás virguerías digitales, un universo espectacular en sus imágenes y contundente en sus diálogos. Brannagh no desdeña los efectos, pero tampoco se somete a ellos y por eso su Thor consigue evitar la parafernalia dicharachera a la que estamos acostumbrados en el género. Su visión incide más en las ambiciones de un superhéroe que encuentra más semejanzas en clásicos como El rey Lear o Macbeth que en unos tipos enfundados con mallas de colores: el ansia de conquista de Thor se complementa con las oscuras ambiciones de su hermano Loki (Tom Hiddleston), ambos aspirantes al trono de Odin (Anthony Hopkins).
Aunque no hay que equivocarse: una cosa es lo que su director quiere y otra lo que consigue. Y es que el espectáculo necesario para poner en pie al personaje tiene tanta presencia en la producción, que termina ahogando cualquier intento de introspección. Aún así, el resultado es una película de acción espectacular que revitaliza el género épico y que ofrece entretenimiento en altas dosis. Mucho Anthony Hopkins, mucho Chris Hemsworht, mucho Tom Hiddleston, y un poquito menos de Natalie Portman, que para eso tiene ya otras cuatro películas en cartelera.