viernes, 22 de julio de 2011

"Cuando un hombre vuelve a casa", metáfora de director

Thomas Vinterberg es un cineasta danés conocido y adscrito al movimiento Dogma 95, puesto en marcha en ese mismo año por el enfant terrible del cine europeo Lars Von Trier, junto con otros tres directores más. A Vinterberg le toco el honor de dirigir la primera película rodada bajo esas férreas y singulares medidas cinematográficas, con un resultado brillante: Celebración consiguió llevarse una ingente cantidad de premios, entre ellos el Especial del Jurado en Cannes 98. Además de fama y prestigio suficientes como para ser contratado en Hollywood, donde ha dirigido dos películas más.

Cuando un hombre vuelve a casa, su quinto largometraje, es también una metáfora de su propia carrera, ya que le sirve al director para regresar a su cine, a su país y a un estilo personal que comenzó a tomar forma precisamente con Celebración.

El argumento, dividido en dos partes que finalmente terminan cruzándose, nos habla por un lado de Sebastián, un joven aprendiz de cocinero que intenta poner en orden su vida emocional abandonando a su novia de siempre por un recién aparecido amor de la infancia. Al mismo tiempo, en su pequeño pueblo se preparan para celebrar la llegada del hijo pródigo, un famosísimo de tenor que regresa a su pueblo para reencontrarse con su pasado.

No hay subterfugios ni giros extraños en su cine, articulado siempre a partir de la comedia humana y sobre la desastrosa forma en la que los seres humanos respondemos a los envites de nuestra parte emocional. A través de los dos personajes, el joven y el adulto, nos mostrará los errores del pasado y la posibilidad de redención gracias a una segunda oportunidad. No es tampoco el suyo un cine grandilocuente, ni siquiera sofisticado. Su comedia es sencilla, más próxima al cine francés que al resto de los estilos europeos. Vinterberg no busca la carcajada, sino la complicidad, y dado que su estilo no es nada pretencioso, la mayoría de las veces la consigue.

Del Dogma 95 ha aprendido a no sucumbir ante los elementos escénicos que el cine permite, lo que en la película se traduce en una excelente fotografía, siempre que la luz y el paisaje se lo permiten.

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