jueves, 7 de julio de 2011

"Solo una noche", retrato insípido de la infidelidad

La infidelidad, y todo lo que la rodea, quedó plasmado con la belleza que caracteriza al maestro británico en Eyes Wide Shut: Kubrick radiografió la psicología de una pareja en un punto álgido muy próximo a la ruptura. Quizá, por esa razón, todo lo que nos llegue con esa intención nos parecerá superfluo, dada la enorme complejidad de superar la sutil genialidad de Stanley Kubrick en el que sería su último trabajo.

Que es lo que ha intentado, al menos narrativamente, la guionista Maíz Tadjedin en su debut como directora en Solo una noche. El principal problema de la película, que se inicia como la de Kubrick, en mitad de una fiesta, es el desinterés que provocan sus protagonistas. Joanna (Keira Knightley) y Michael (Sam Worthington) forman un joven matrimonio que funciona medianamente bien. Hasta que surge un viaje en el que Michael estará acompañado por Laura (Eva Mendes). Al mismo tiempo, la esposa se cruzará de nuevo con un amor del pasado, Alex (Guillaume Canet, actor y director, al que veremos en unos días en El caso Farewell), del que todavía quedan las brasas. Son varias las losas que este historia debe sorportar y que terminan por aplastarla, convirtiéndola en un trabajo de serie B, con aspiraciones estéticas, pero sin contenido apetecible. Que la pareja formada por el matrimonio evidencie una palpable falta de química puede resultar bastante práctico teniendo en cuenta el tema que se está tratando, pero que ese mismo problema lo encontremos en los pecaminosos amantes, Sam Worthington y Eva Mendes, resulta imperdonable.

Igual de importante -negativamente hablando- es una excesiva verborrea de sus protagonistas, inmersos en diálogos interminables que, generalmente, nos conducen a ninguna parte, sirviendo únicamente a un planteamiento narrativo muy próximo a lo teatral, con escasas localizaciones y planes muy largos.

Solo una noche quiere ser un drama romántico que habla sobre los celos, sobre el peso que para una relación estable supone el arrepentimiento y la culpa, pero al final, el resultado es un divagación sobre los problemas de una pareja en su forma de relacionarse con el pasado y el presente. Divagación que provoca, en muchas ocasiones, falta de interes y algo de aburrimiento.

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