viernes, 20 de mayo de 2011

"El inocente", convencional cine legal

No es la primera vez que vemos a Matthew McConaughey vestido de defensor, ni será la última. De trazo similar, el actor ya se puso en la piel de un joven que intentaba salvar de la pena de muerte a Samuel L. Jackson en Tiempo de matar (1996), y un año después, aunque en distinta época, hacía otro tanto por los esclavos de Spielberg en Amistad (1997).

Esta vez McConaughey se nos presenta enfundado en Armani cual cínico y astuto abogado criminalista, capaz de lidiar con mafiosos, asesinos, moteros, traficantes y cantantes. Mickey, su personaje, dirige su bufete desde su Lincoln, –The Lincoln Lawyer, “el abogado del Lincoln”, ese es el título original de esta película y del libro en el que se basa– con acierto y mucho estilo. Así es su vida hasta que un joven niño rico (Ryan Phillippe) le contrata para sacarle de un apuro. Y como ya se podrán imaginar, y como sucede de forma reincidente en este modelo de thrillers, las apariencias engañan y la vida de Mickey comienza a desmoronarse casi al mismo tiempo que su caso.

Adaptada por el guionista de televisión John Romano (Turno de guardia, Monk o The beast) la película parte de la novela anteriormente citada del autor de best-sellers Michael Connolly, novelista al que también adaptó Clint Eastwood en Deuda de sangre. En esta ocasión, el director Brad Furman, un recién llegado al mundo del largo, resuelve de forma eficiente una película que, por contenidos, tramas, personajes y estilo visual podría pasar perfectamente como un capítulo más de una –elegante y precisa– serie de abogados. Un thriller legal para lucimiento personal de McConaughey, un poco menos para el anodino Ryan Phillippe; acompañados ambos por la presencia de dos secundarios de lujo, William H. Macey y John Leguizamo, de un recién salido del plan renove, Michael Paré, y en el que, sobre todo, disfrutamos de la espléndida y bella madurez de Marisa Tomei.


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