martes, 17 de mayo de 2011

"Sin identidad", entretenimiento y punto

Sin identidad es la enésima presentación de un thriller de acción en el que su protagonista pierde su memoria y con ella su identidad y su vida. La película está basada en la novela Ors moi, publicada en 2003 por el escritor y dramaturgo francés Didier van Cauwelaert. Una pena que no se haya llevado antes al cine, ya que de esa forma la sensación a dejà-vu que nos transmite la historia quizá tendría menos relevancia. Comento todo esto porque Sin identidad, al igual que su título, es un trabajo sin personalidad, que bucea, bebe, se fija u homenajea a películas sobradamente conocidas como The Game, Bourne, Cypher, Salt, etc. Por no mencionar el Frenético de Roman Polanski, quien a su vez reivindicaba al Hitchcock más puro, que es lo que según parece también pretende su director, Jaume Collet-Serra, sin conseguirlo.

Es muy difícil contar de qué va Sin identidad sin desvelar argucias fundamentales de la trama que le eviten al espectador la desagradable sensación de conocer más de lo que debería (algo que por cierto, no han hecho en el trailer). Por eso, sólo diré que su protagonista, Martin Harris (Liam Nesson) es un doctor en biotecnología que durante un viaje a Berlín, pierde su documentación y parte de su memoria tras un gravísimo y espectacular accidente de coche.

Quizá lo mejor que se puede decir de Sin identidad es que cumple la función para la que ha sido diseñada, que no es otra que la de entretener. Con un ritmo más que aceptable, la acción transcurre de forma más o menos equilibrada, sin apenas caídas o perdidas de interés y con un reparto simplemente correcto: ni Liam Neesson, ni Diane Kruger, ni January Jones, ni Frank Langella, merecen ser destacados por encima de Bruno Ganz, a quien le corresponde el honor de dar vida, con brevedad pero también con contundencia, al único personaje interesante de esta historia. En lo demás es imposible destacar un estilo propio, porque no lo tiene, y porque su calidad no le permite compararse ni remotamente con las anteriormente mencionadas, y mucho menos con Polanski o Hitchcock.

En Estados Unidos Sin identidad ha llegado hasta el número uno, mieles que el director catalán Jaume Collet-Serra ya casi disfrutó con su primer trabajo, La casa de cera (House of Wax). Ante semejante logro, debemos valorar el trabajo de oficio de un director al que podemos considerar afortunado y al que deseamos lo mejor como cineasta.

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